miércoles, 20 de junio de 2012

Juegos y malabares


Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Twilight” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.

JUEGOS Y MALABARES leyó Jasper
— ¡Billy! —le llamó Charlie tan pronto como se bajó del coche.
Me volví hacia la casa y, una vez me hube guarecido debajo del porche, hice señales a Jacob para que entrase. Oí a Charlie saludarlos efusivamente a mis espaldas.
—Jake, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobación.
—En la reserva conseguimos muy pronto los permisos de conducir —replicó Jacob mientras yo abría la puerta y encendía la luz del porche.
—Seguro que sí —se rió Charlie.
—De alguna manera he de dar una vuelta.
A pesar de los años transcurridos, reconocí con facilidad la voz retumbante de Billy. Su sonido me hizo sentir repentinamente más joven, una niña.
"Porque ella lo recuerda como una niña", dijo Edward.
"O tal vez sólo tiene una voz que suena
antigua... me refiero a una voz que muestra su herencia", reflexionó Carlisle.

Entré en la casa, dejando abierta la puerta detrás de mí, y fui encendiendo las luces antes de colgar mi cazadora. Luego, permanecí en la puerta, contemplando con ansiedad cómo Charlie y Jacob ayudaban a Billy a salir del coche y a sentarse en la silla de ruedas.
Me aparté del camino mientras entraban a toda prisa sacudiéndose la lluvia.
—Menuda sorpresa —estaba diciendo Charlie.
—Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confío en que no sea un mal momento —respondió Billy, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mí.
—No, es magnífico. Espero que os podáis quedar para el partido.
Jacob mostró una gran sonrisa.
—Creo que ése es el plan... Nuestra televisión se estropeó la semana pasada.
"Ah, la verdadera razón por la que están ahí", sonrió Emmett.

Billy le dirigió una mueca a su hijo y añadió:
—Y, por supuesto, Jacob deseaba volver a ver a Bella.

"Para él su hijo es demasiado honesto", se rió Alice todo el tiempo viendo crecer el ceño fruncido de Edward.
Jacob frunció el ceño y agachó la cabeza mientras yo reprimía una oleada de remordimiento. Tal vez había sido demasiado convincente en la playa.
"No, fue atrapado por su encanto antes de que ella 'coqueteara’ con él", dijo Alice pensativa, escondiendo su sonrisa.
— ¿Tenéis hambre? —pregunté mientras me dirigía hacia la cocina, deseosa de escaparme de la inquisitiva mirada de Billy.
—No, cenamos antes de venir —respondió Jacob.
— ¿Y tú, Charlie? —le pregunté de refilón al tiempo que doblaba la esquina a toda prisa para escabullirme.
—Claro —replicó. Su voz se desplazó hacia la habitación de en frente, hacia el televisor. Oí cómo le seguía la silla de Billy.
Los sandwiches de queso se estaban tostando en la sartén mientras cortaba en rodajas un tomate cuando sentí que había alguien a mis espaldas.
—Bueno, ¿cómo te va todo? —inquirió Jacob.
—Bastante bien —sonreí. Era difícil resistirse a su entusiasmo—.
Los ojos de Edward se entrecerraron mostrando su disgusto.
 ¿Y a ti? ¿Terminaste el coche?
—No —arrugó la frente—. Aún necesito piezas. Hemos pedido prestado ése —comentó mientras señalaba con el pulgar en dirección al patio delantero.
—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. ¿Qué es lo que estáis buscando?
—Un cilindro maestro —sonrió de oreja a oreja y de repente añadió—: ¿Hay algo que no funcione en el monovolumen?
—Ah. Me lo preguntaba al ver que no lo conducías.
"Lo que pasa es que fue secuestrada por un vampiro", se rió Emmett.

Mantuve la vista fija en la sartén mientras levantaba el extremo de un sándwich para comprobar la parte inferior.
—Di un paseo con un amigo.
—Un buen coche —comentó con admiración—, aunque no reconocí al conductor. Creía conocer a la mayoría de los chicos de por aquí.
Asentí sin comprometerme ni alzar los ojos mientras daba la vuelta a los sandwiches.
—Papá parecía conocerle de alguna parte.
—Jacob, ¿me puedes pasar algunos platos? Están en el armario de encima del fregadero.
"Trata de desviar el tema", se rió Edward. "Ella no debería molestarse, apuesto a que Billy le dirá algo cuando esten solos."
—Claro.
Tomó los platos en silencio. Esperaba que dejara el asunto.
— ¿Quién es? —preguntó mientras situaba dos platos sobre la encimera, cerca de mí. Suspiré derrotada.
—Edward Cullen.
Para mi sorpresa, rompió a reír. Alcé la vista hacia él, que parecía un poco avergonzado.
"Así que el cachorro realmente no sabe nada de nosotros", dijo Edward.
"Por supuesto q
ue no, nunca le habría dicho la historia si él sabía que era verdad", dijo Carlisle. "Sólo los ancianos lo saben."

—Entonces, supongo que eso lo explica todo —comentó—. Me preguntaba por qué papá se comportaba de un modo tan extraño.
—Es cierto —simulé una expresión inocente—. No le gustan los Cullen.
—Viejo supersticioso —murmuró en un susurro.
—No crees que se lo vaya a decir a Charlie, ¿verdad? —no pude evitar el preguntárselo. Las palabras, pronunciadas en voz baja, salieron precipitadamente de mis labios.
"Eso lo hará sospechar", dijo Jasper. "Ella va a tener que aprender a mentir y actuar de manera encubierta."

—Lo dudo —respondió finalmente—. Creo que Charlie le soltó una buena reprimenda la última vez, y desde entonces no han hablado mucho. Me parece que esta noche es una especie de reencuentro, por lo que no creo que papá lo vuelva a mencionar.
—Ah —dije, intentando parecer indiferente.
Me quedé en el cuarto de estar después de llevarle a Charlie la cena, fingiendo ver el partido mientras Jacob charlaba conmigo; pero, en realidad, estaba escuchando la conversación de los dos hombres, atenta a cualquier indicio de algo sospechoso y buscando la forma de detener a Billy llegado el momento.
Fue una larga noche. Tenía muchos deberes sin hacer, pero temía dejar a Billy a solas con Charlie. Finalmente, el partido terminó.
— ¿Vais a regresar pronto tus amigos y tú a la playa? —preguntó Jacob mientras empujaba la silla de su padre fuera del umbral.
"No le importa para nada sus amigos", murmuró Edward en voz baja, pero era obvio que todos lo escucharon.
—No estoy segura —contesté con evasivas.
—Ha sido divertido, Charlie ——dijo Billy.
—Acércate a ver el próximo partido —le animó Charlie.
—Seguro, seguro —dijo Billy—. Aquí estaremos. Que paséis una buena noche —sus ojos me enfocaron y su sonrisa desapareció al agregar con gesto serio—: Cuídate, Bella.
—Gracias —musité desviando la mirada.
Me dirigí hacia las escaleras mientras Charlie se despedía con la mano desde la entrada.
—Aguarda, Bella —me pidió.
Me encogí. ¿Le había dicho Billy algo antes de que me reuniera con ellos en el cuarto de estar?
Pero Charlie aún seguía relajado y sonriente a causa de la inesperada visita.
—No he tenido ocasión de hablar contigo esta noche. ¿Qué tal te ha ido el día?
—Bien —vacilé, con un pie en el primer escalón, en busca de detalles que pudiera compartir con él sin comprometerme—. Mi equipo de bádminton ganó los cuatro partidos.
— ¡Vaya! No sabía que supieras jugar al bádminton.
—Bueno, lo cierto es que no, pero mi compañero es realmente bueno —admití.
— ¿Quién es? —inquirió en señal de interés.
—Eh... Mike Newton —le revelé a regañadientes.
—Ah, sí. Me comentaste que eras amiga del chico de los Newton —se animó—. Una buena familia —musitó para sí durante un minuto—. ¿Por qué no le pides que te lleve al baile este fin de semana?
"Porque ella no quiere ir con él", dijo Edward, tratando de parecer alegre, pero su voz fue demasiado fuerte como para disimular.
— ¡Papá! —gemí—. Está saliendo con mi amiga Jessica. Además, sabes que no sé bailar.
—Ah, sí—murmuró. Entonces me sonrió con un gesto de disculpa—. Bueno, supongo que es mejor que te vayas el sábado. .. Había planeado ir de pesca con los chicos de la comisaría. Parece que va a hacer calor de verdad, pero me puedo quedar en casa si quieres posponer tu viaje hasta que alguien te pueda acompañar. Sé que te dejo aquí sola mucho tiempo.
—Papá, lo estás haciendo fenomenal —le sonreí con la esperanza de ocultar mi alivio—. Nunca me ha preocupado estar sola, en eso me parezco mucho a ti.
Le guiñé un ojo, y al sonreírme le salieron arrugas alrededor de los ojos.
"Parece que se llevan bien juntos", sonrió Esme, le gusta ver a las familias felices.
Esa noche dormí mejor porque me encontraba demasiado cansada para soñar de nuevo. Estaba de buen humor cuando el gris perla de la mañana me despertó. La tensa velada con Billy y Jacob ahora me parecía inofensiva y decidí olvidarla por completo. Me descubrí silbando mientras me recogía el pelo con un pasador. Luego, bajé las escaleras dando saltos. Charlie, que desayunaba sentado a la mesa, se dio cuenta
"Silbando y saltando, seguro que no tiene nada que ver contigo, verdad?" Jasper se rió entre dientes.
y comentó:
—Estás muy alegre esta mañana.
Me encogí de hombros.
—Es viernes.
Me di mucha prisa para salir en cuanto se fuera Charlie. Había preparado la mochila, me había calzado los zapatos y cepillado los dientes, pero Edward fue más rápido a pesar de que salí disparada por la puerta en cuanto me aseguré de que Charlie se había perdido de vista. Me esperaba en su flamante coche con las ventanillas bajadas y el motor apagado.
Esta vez no vacilé en subirme al asiento del copiloto lo más rápidamente posible para verle el rostro. Me dedicó esa sonrisa traviesa y abierta que me hacía contener el aliento y me paralizaba el corazón. No podía concebir que un ángel fuera más espléndido. No había nada en Edward que se pudiera mejorar.
— ¿Cómo has dormido? —me preguntó. ¿Sabía lo atrayente que resultaba su voz?
—Bien. ¿Qué tal tu noche?
—Placentera.
Una sonrisa divertida curvó sus labios. Me pareció que me estaba perdiendo una broma privada.
"Es como sí, la observara mientras duerme", dijo Edward.
"¿De verdad crees que estás haciendo eso
?", preguntó Esme, mirando totalmente complacida y con una gran ternura
"Sin lugar a dudas", dijo Edward. "Eso tien
e que ser lo que significaba la sonrisa."
— ¿Puedo preguntarte qué hiciste?
—No —volvió a sonreír—, el día de hoy sigue siendo mío.
Quería saber cosas sobre la gente, sobre Renée, sus aficiones, qué hacíamos juntas en nuestro tiempo libre, y luego sobre la única abuela a la que había conocido, mis pocos amigos del colegio y... me puse colorada cuando me preguntó por los chicos con los que había tenido citas. Me aliviaba que en realidad nunca hubiera salido con ninguno, por lo que la conversación sobre ese tema en particular no fue demasiado larga. Pareció tan sorprendido como Jessica y Angela por mi escasa vida romántica.
"Bueno, es bastante increíble", se defendió Edward.
— ¿Nunca has conocido a nadie que te haya gustado? —me preguntó con un tono tan serio que me hizo preguntarme qué estaría pensando al respecto.
De mala gana, fui sincera:
—En Phoenix, no.
Frunció los labios con fuerza.
Para entonces, nos hallábamos ya en la cafetería. El día había transcurrido rápidamente en medio de ese borrón que se estaba convirtiendo en rutina. Aproveché la breve pausa para dar un mordisco a mi rosquilla.
—Hoy debería haberte dejado que condujeras —anunció sin venir a cuento mientras masticaba.
— ¿Por qué? —quise saber.
—Me voy a ir con Alice después del almuerzo.
"Oh, ¿dónde vamos?" Alice sonrió.
"E
s probable que de caza", dijo Edward.
"Es cierto
, a ti te gustaría tener todo bajo control", dijo Alice.

—Vaya —parpadeé, confusa y desencantada—. Está bien, no está demasiado lejos para un paseo.
"Tú no la harás caminar," Esme reprendió.
"Por supuesto que no," dijo Edward.

Me miró con impaciencia.
—No te voy a hacer ir a casa andando. Tomaremos tu coche y lo dejaremos aquí para ti.
—No llevo la llave encima —musité—. No me importa caminar, de verdad.
Lo que me importaba era disponer de menos tiempo en su compañía.
Negó con la cabeza.
—Tu monovolumen estará aquí y la llave en el contacto, a menos que temas que alguien te lo pueda robar.
Se rió sólo de pensarlo.
"Y debe haber muchas personas que también lo quieren", dijo Emmett simulando terror.
—De acuerdo —acepté con los labios apretados.
Estaba casi segura de que tenía la llave en el bolsillo de los vaqueros que había llevado el miércoles, debajo de una pila de ropa en el lavadero.
Jamás la encontraría, aunque irrumpiera en mi casa o cualquier otra cosa que estuviera planeando. Pareció percatarse del desafío implícito en mi aceptación, pero sonrió burlón, demasiado seguro de sí mismo.
— ¿Adonde vas a ir? —pregunté de la forma más natural que fui capaz.
—De caza —replicó secamente—. Si voy a estar a solas contigo mañana, voy a tomar todas las precauciones posibles —su rostro se hizo más taciturno y suplicante—. Siempre lo puedes cancelar, ya sabes.
Bajé la vista, temerosa del persuasivo poder de sus ojos. Me negué a dejarme convencer de que le temiera, sin importar lo real que pudiera ser el peligro. No importa, me repetí en la mente.
—No —susurré mientras le miraba a la cara—. No puedo.
—Tal vez tengas razón —murmuró sombríamente.
El color de sus ojos parecía oscurecerse conforme lo miraba.
Cambié de tema.
— ¿A qué hora te veré mañana? —quise saber, ya deprimida por la idea de tener que dejarle ahora.
—Eso depende... Es sábado. ¿No quieres dormir hasta tarde? —me ofreció.
—No —respondí a toda prisa. Contuvo una sonrisa.
—Entonces, a la misma hora de siempre —decidió—. ¿Estará Charlie ahí?
—No, mañana se va a pescar.
Sonreí abiertamente ante el recuerdo de la forma tan conveniente con que se habían solucionado las cosas.
— ¿Y qué pensará si no vuelves? —inquirió con la voz cortante.
—No tengo ni idea —repliqué con frialdad—. Sabe que tengo intención de hacer la colada. Tal vez crea que me he caído dentro de la lavadora.
"Eso no es gracioso Emmett," grito Edward cuando Emmett estallo en risas.
"No es mi culpa que tú no puedas ver el humor en sus palabras," dijo Emmett a través de su risa
Me miró con el ceño enfurruñado y yo hice lo mismo. Su rabia fue mucho más impresionante que la mía.
— ¿Qué vas a cazar esta noche? —le pregunté cuando estuve segura de haber perdido el concurso de ceños.
—Cualquier cosa que encontremos en el parque —parecía divertido por mi informal referencia a sus actividades secretas—. No vamos a ir lejos.
— ¿Por qué vas con Alice? —me extrañé.
—Alice es la más... compasiva.
Frunció el ceño al hablar.
"Espera... ¿significa que  no te apoyo?" Emmett frunció el ceño.
"Al parecer", dijo Edward.
— ¿Y los otros? —Pregunté con timidez—. ¿Cómo se lo toman?
Arrugó la frente durante unos momentos.
—La mayoría con incredulidad.
"Seguro todavía no me di cuenta de lo divertida que es", dijo Emmett aún con el ceño fruncido. "¿Pero por qué tú si lo apoyas duende?"
"Parece que Bel
la es importante para Edward, debo haber visto el resultado de eso y quiero que ocurra", dijo Alice. "Apuesto a que vamos a ser amigas."
"Por sup
uesto que sí", dijo Emmett aunque siguió  frunciendo el ceño un poco. "Bella es impresionante."
"Apuesto a que también le caerás bien Em", dijo Alice sonriéndole dulcemente. "Y jazz, ni siquiera te preocupes por eso, estoy segura de que serán amigos también".
"No estoy seguro de eso", dijo Jasper, sonriendo ante el hecho de que su esposa lo conocía tan b
ien. Luego frunció el ceño, "parece ser una buena persona con buenos sentimientos pero ... no estoy seguro de que pueda ..."
"No te preocupes, Jazz, estoy seguro de que todo saldrá bien."
agregó Emmett, dándose cuenta de lo deprimido que se estaba convirtiendo en Jasper
"
Honestamente, la verdad espero que sí", dijo Jasper un poco más optimista y luego continuó leyendo.
Miré a hurtadillas y con rapidez a su familia. Permanecían sentados con la mirada perdida en diferentes direcciones, del mismo modo que la primera vez que los vi. Sólo que ahora eran cuatro, su hermoso hermano con pelo de bronce se sentaba frente a mí con los dorados ojos turbados.
—No les gusto —supuse.
—No es eso —disintió, pero sus ojos eran demasiado inocentes para mentir—. No comprenden por qué no te puedo dejar sola.
"Entendemos  ahora", Jasper y Emmett dijeron a la vez
Sonreí de oreja a oreja.
—Yo tampoco, si vamos al caso.
Edward movió la cabeza lentamente y luego miró al techo antes de que nuestras miradas volvieran a encontrarse.
—Te lo dije, no te ves a ti misma con ninguna claridad. No te pareces a nadie que haya conocido. Me fascinas.
"Eso hace que tus sentimientos suenen  débiles," Alice frunció el ceño. "Como si cuando la puedas leer, tu perderás el interés".
"Nunca voy a perder el interés, porque nunca voy a poder leerla", respondió Edward con descaro.

Le dirigí una mirada de furia, segura de que hablaba en broma. Edward sonrió al descifrar mi expresión.
—Al tener las ventajas que tengo —murmuró mientras se tocaba la frente con discreción—, disfruto de una superior comprensión de la naturaleza humana. Las personas son predecibles, pero tú nunca haces lo que espero. Siempre me pillas desprevenido.
"Incluso si pudiera leer su mente, estoy seguro que ella me sorprendería", sonrió Edward, lo cual era evidente por la cantidad de veces que se sorprendía con la lectura de este libro.
Desvié la mirada y mis ojos volvieron a vagar de vuelta a su familia, avergonzada y decepcionada. Sus palabras me hacían sentir como una cobaya. Quise reírme de mí misma por haber esperado otra cosa.
"Te lo dije", dijo Alice con tristeza, no regodeándose en esta ocasión.
"Maldita sea", Edward apretó los dientes.

—Esa parte resulta bastante fácil de explicar —continuó. Aunque todavía no era capaz de mirarle, sentí sus ojos fijos en mi rostro
"Es mejor que digas algo para animarla Edward", amenazó Alice.
—,pero hay más, y no es tan sencillo expresarlo con palabras...
Seguía mirando fijamente a los Cullen mientras él hablaba. De repente, Rosalie, su rubia e impresionante hermana, se volvió para echarme un vistazo. No, no para echarme un vistazo. Para atraparme en una mirada feroz con sus ojos fríos y oscuros.
Edward gruñó, no sólo por mirar así a Bella, ella también le había detenido tratando de explicarse a sí mismo y ahora Bella permanecería alterada.
Hasta que Edward se interrumpió a mitad de frase y emitió un bufido muy bajo. Fue casi un siseo.
Rosalie giró la cabeza y me liberé. Volví a mirar a Edward, y supe que podía ver la confusión y el miedo que me había hecho abrir tanto los ojos. Su rostro se tensó mientras se explicaba:
—Lo lamento. Ella sólo está preocupada. Ya ves... Después de haber pasado tanto tiempo en público contigo no es sólo peligroso para mí si... —bajó la vista.
"Siempre eres tan egoísta", gruñó Rosalie.
"Mira quién habla", gruñó Edward de nuevo.
"Paren", dijo Emmett poniendo su mano sobre el hombro de Edward para mantenerlo en su asiento.

— ¿Si...?
—Si las cosas van mal.
Dejó caer la cabeza entre las manos, como aquella noche en Port Angeles. Su angustia era evidente. Anhelaba confortarle, pero estaba muy perdida para saber cómo hacerlo.
"¿No sabe ella que termina
r mal significa que ella muera?" Edward dijo con los dientes apretados.
"Ella ya tomó una decisión", dijo Alice.
Extendí la mano hacia él involuntariamente, aunque rápidamente la dejé caer sobre la mesa, ante el temor de que mi caricia empeorase las cosas. Lentamente comprendía que sus palabras deberían asustarme. Esperé a que el miedo llegara, pero todo lo que sentía era dolor por su pesar.
Y frustración... Frustración porque Rosalie hubiera interrumpido fuera lo que fuera lo que estuviese a punto de decir. No sabía cómo sacarlo a colación de nuevo. Seguía con la cabeza entre las manos. Intenté hablar con un tono de voz normal:
— ¿Tienes que irte ahora?
—Sí —alzó el rostro, por un momento estuvo serio, pero luego cambió de estado de ánimo y sonrió—. Probablemente sea lo mejor. En Biología aún nos quedan por soportar quince minutos de esa espantosa película. No creo que lo aguante más.
"Pero es una gran sensación", protestó Emmett.
"Si puedes tocar el objeto de su deseo," dijo Edward. "Yo no voy a hacer eso, obviamente."
Me llevé un susto. De repente, Alice se encontraba en pie detrás del hombro de Edward. Su pelo corto y de punta, negro como la tinta, rodeaba su exquisita, delicada y pequeña faz como un halo impreciso. Su delgada figura era esbelta y grácil incluso en aquella absoluta inmovilidad. Edward la saludó sin desviar la mirada de mí.
—Alice.
—Edward —respondió ella. Su aguda voz de soprano era casi tan atrayente como la de su hermano.
—Alice, te presento a Bella... Bella, ésta es Alice —nos presentó haciendo un gesto informal con la mano y una seca sonrisa en el rostro.
"Apuesto a que hice nos presentaras," Alice sonrió.
—Hola, Bella —sus brillantes ojos de color obsidiana eran inescrutables, pero la sonrisa era cordial—. Es un placer conocerte al fin.
"Sí, he visto que ella va a ser mi amiga," Alice sonrió.
Edward le dirigió una mirada sombría.
—Hola, Alice —musité con timidez.
— ¿Estás preparado? —le preguntó.
—Casi —replicó Edward con voz distante—. Me reuniré contigo en el coche.
Alice se alejó sin decir nada más. Su andar era tan flexible y sinuoso que sentí una aguda punzada de celos.
—Debería decir «que te diviertas», ¿o es el sentimiento equivocado? —le pregunté volviéndome hacia él.
"No, es perfecto, siempre nos divertimos", respondió Emmett.
—No, «que te diviertas» es tan bueno como cualquier otro.
Esbozó una amplia sonrisa.
—En tal caso, que te diviertas.
Me esforcé en parecer sincera, pero, por supuesto, no le engañé.
—Lo intentaré —seguía sonriendo—. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor.
—A salvo en Forks... ¡Menudo reto!
“Para una persona normal no, pero para ella… es un verdadero desafío” sonrió Edward.
—Para ti lo es —el rostro se endureció—. Prométemelo.
—Prometo que intentaré mantenerme ilesa —declamé—. Esta noche haré la colada... Una tarea que no debería entrañar demasiado peligro.
—No te caigas dentro de la lavadora —se mofó.
—Haré lo que pueda.
Se puso en pie y yo también me levanté.
—Te veré mañana —musité.
—Te parece mucho tiempo, ¿verdad? —murmuró.
Asentí con desánimo.
—Por la mañana, allí estaré —me prometió esbozando su sonrisa picara.
Extendió la mano a través de la mesa para acariciarme la cara, me rozó levemente los pómulos y luego se dio la vuelta y se alejó. Clavé mis ojos en él hasta que se marchó.
Sentí la enorme tentación de hacer novillos el resto del día, faltar al menos a clase de Educación física, pero mi instinto me detuvo. Sabía que Mike y los demás darían por supuesto que estaba con Edward si desaparecía ahora, y a él le preocupaba el tiempo que pasábamos juntos en público por si las cosas no salían bien. Me negué a entretenerme con ese último pensamiento y en vez de eso, concentré mi atención en hacer que las cosas fueran más seguras para él.
"¿Qué es lo que pretende?" Edward dijo entrecerrando los ojos.
"Parece que va a tratar de proteger a nuestra familia"
, dijo Rosalie luciendo incrédula, pero aún manteniendo su expresión fría. "Al menos uno de ustedes se preocupa."
Intuitivamente, sabía —y me daba cuenta de que él también lo creía así— que mañana iba a ser un momento crucial. Nuestra relación no podía continuar en el filo de la navaja. Caeríamos a uno u otro lado, dependiendo por completo de su elección o de sus instintos.
"¿Cómo puede pensar en eso con tanta calma?", dijo Edward con los dientes aun mas apretados.
Había tomado mi decisión, lo había hecho incluso antes de haber sido consciente de la misma y me comprometí a llevarla a cabo hasta el final, porque para mí no había nada más terrible e insoportable que la idea de separarme de él. Me resultaba imposible.
Resignada, me dirigí a clase. Para ser sincera, no sé qué sucedió en Biología, estaba demasiado preocupada con los pensamientos de lo que sucedería al día siguiente. En la clase de gimnasia, Mike volvía a dirigirme la palabra otra vez. Me deseó que tuviera buen tiempo en Seattle. Le expliqué con detalle que, preocupada por el coche, había cancelado mi viaje.
— ¿Vas a ir al baile con Cullen? —preguntó, repentinamente mohíno.
—No, no voy a ir con nadie.
—Entonces, ¿qué vas a hacer? —inquirió con demasiado interés.
Mi reacción instintiva fue decirle que dejara de entrometerse, pero en lugar de eso le mentí alegremente.
—La colada, y he de estudiar para el examen de Trigonometría o voy a suspender.
— ¿Te está ayudando Cullen con los estudios?
—Edward —enfaticé— no me va ayudar con los estudios. Se va a no sé dónde durante el fin de semana.
Noté con sorpresa que las mentiras me salían con mayor naturalidad que de costumbre.
"¿Estás contenta ahora?, ella esta protegiendo nuestra familia" Edward escupió a Rosalie, que parecía cada vez más sorprendida.
"
Sí, lo estoy", admitió Rosalie, pero aún era demasiado obstinada para decir lo sorprendido que estaba.
—Ah —se animó—. Ya sabes, de todos modos, puedes venir al baile con nuestro grupo. Estaría bien. Todos bailaríamos contigo —prometió.
"Eso es lo que quiere, pero por razones muy diferentes," dijo Emmett con sarcasmo.
La imagen mental del rostro de Jessica hizo que el tono de mi voz fuera más cortante de lo necesario.
—Mike, no voy a ir al baile, ¿de acuerdo?
—Vale —se enfurruñó otra vez—. Sólo era una oferta.
Cuando al fin terminaron las clases, me dirigí al aparcamiento sin entusiasmo. No me apetecía especialmente ir a casa a pie, pero no veía la forma de recuperar el monovolumen.
"Ella todavía duda de mí", sonrió Edward mientras sacudía la cabeza.
 Entonces, comencé a creer una vez más que no había nada imposible para él. Este último instinto demostró ser correcto: mi coche estaba en la misma plaza en la que él había aparcado el Volvo por la mañana. Incrédula, sacudí la cabeza mientras abría la puerta —no estaba echado el pestillo— y vi las llaves en el bombín de la puesta en marcha.
Había un pedazo de papel blanco doblado sobre mi asiento. Lo tomé y cerré la puerta antes de desdoblarlo. Había escrito dos palabras con su elegante letra: «Sé prudente».
El sonido del motor al arrancar me asustó. Me reí de mí misma.
El pomo de la puerta estaba cerrado y el pestillo sin echar, tal y como se había quedado por la mañana. Una vez dentro, me fui directa al lavadero. Parecía que todo seguía igual. Hurgué entre la ropa en busca de mis vaqueros y revisé los bolsillos una vez que los hube encontrado. Vacíos. Quizás las hubiera dejado colgando dentro del coche, pensé sacudiendo la cabeza.
"No, yo lo encontré", dijo Edward. "O ya sabía dónde estaba."
Siguiendo el mismo instinto que me había movido a mentir a Mike, telefoneé a Jessica so pretexto de desearle suerte en el baile. Cuando ella me deseó lo mismo para mi día con Edward, le hablé de la cancelación. Parecía más desencantada de lo realmente necesario para ser una observadora imparcial.
"Que alguien salga con el Cullen soltero en una cita  es un buen chisme, por supuesto que está decepcionada", sonrió Alice.
Después de eso, me despedí rápidamente.
Charlie estuvo distraído durante la cena, supuse que le preocupaba algo relacionado con el trabajo, o tal vez con el partido de baloncesto, o puede que le hubiera gustado de verdad la lasaña. Con Charlie, era difícil saberlo.
"Eso me suena familiar", murmuró Edward.
— ¿Sabes, papá? —comencé, interrumpiendo su meditación.
— ¿Qué pasa, Bella?
—Creo que tienes razón en lo del viaje a Seattle. Me parece que voy a esperar hasta que Jessica o algún otro me puedan acompañar.
—Ah —dijo sorprendido—. De acuerdo. Bueno, ¿quieres que me quede en casa?
—No, papá, no cambies de planes. Tengo un millón de cosas que hacer: los deberes, la colada, necesito ir a la biblioteca y al supermercado. Estaré entrando y saliendo todo el día. Ve y diviértete.
— ¿Estás segura?
—Totalmente, papá. Además, el nivel de pescado del congelador está bajando peligrosamente... Hemos descendido hasta tener reservas sólo para dos o tres años.
Me sonrió.
—Resulta muy fácil vivir contigo, Bella.
—Podría decir lo mismo de ti —contesté entre risas demasiado apagadas, pero no pareció notarlo. Me sentí culpable por hacerle creer aquello, y estuve a punto de seguir el consejo de Edward y decirle dónde iba a estar. A punto.
Rosalie gimió confundiendo a todos
"¿Qué pasa cariño?" Preguntó Emmett.
"Oh, simplemente que le resulta más difícil odiar a Bella ahora, Rose está realmente impresionado por ella", sonrió Edward, a lo que Rosalie le gruñó. "Y no tengo problemas en que dirijas tu enojo hacia mí", añadió respondiendo a sus pensamientos.
Después de la cena, doblé la ropa y puse otra colada en la secadora. Por desgracia,
"Ella cayó en la secadora y ese es el final de la historia", se rió Emmett.
Todo el mundo lo miró como si
se hubiera vuelto loco.
"¿Qué?" Emmett
pregunto. "Ella dijo eso en más de una ocasión."
 era la clase de trabajo que sólo mantiene ocupadas las manos y mi mente tuvo demasiado tiempo libre, sin duda, y debido a eso perdí el control. Fluctuaba entre una ilusión tan intensa que se acercaba al dolor y un miedo insidioso que minaba mi resolución. Tuve que seguir recordándome que ya había elegido y que no había vuelta atrás. Saqué del bolsillo la nota de Edward dedicando mucho más esfuerzo del necesario para embeberme con las dos simples palabras que había escrito. El quería que estuviera a salvo, me dije una y otra vez. Sólo podía aferrarme a la confianza de que al fin ese deseo prevaleciera sobre los demás. ¿Qué otra alternativa tenía? ¿Apartarle de mi vida? Intolerable. Además, en realidad, parecía que toda mi vida girase en torno a él desde que vine a Forks.
"Hm... parece que has cambiado casi todo lo que ella piensa", dijo Carlisle.
"¿Cómo puedes saberlo, no la conocemos?" Edward dijo.
"No, supongo que en realidad no, pero aún así, parece que ha cambiado casi tan irrevocablemente como lo hacemos cuando nos encontramos con nuestra pareja", dijo Carlisle. "Creo que lo que estoy diciendo es, que p
arece haber ido más allá del amor humano."

Una vocecita preocupada en el fondo de mi mente se preguntaba cuánto dolería en el caso de que las cosas terminaran mal.
Edward se estremeció al pensarlo,  en realidad todos los Cullen lo hicieron.
Me sentí aliviada cuando se hizo lo bastante tarde para acostarme. Sabía de sobra que estaba demasiado estresada para dormir, por lo que hice algo que nunca había hecho antes: tomar sin necesidad y de forma consciente una medicina para el resfriado, de esas que me dejaban grogui durante unas ocho horas. Normalmente no hubiera justificado esa clase de comportamiento en mí misma, pero el día siguiente ya iba a ser bastante complicado como para añadirle que estuviera atolondrada por no haber pegado ojo. Me sequé el pelo hasta que estuvo totalmente liso y me ocupé de la ropa que llevaría al día siguiente mientras aguardaba a que hiciera efecto el fármaco.
Una vez que lo tuve todo listo para el día siguiente, me tendí al fin en la cama. Estaba agitada, sin poder parar de dar vueltas. Me levanté y revolví la caja de zapatos con los CD hasta encontrar una recopilación de los nocturnos de Chopin.
"Eso debería ayudar", sonrió Edward y entonces sus se concentraron  como siempre lo hacía cuando estaba pensando en escribir una nueva canción. "Apuesto a que en el libro también", dijo Edward mirando a Esme, obviamente, había estado pensando en el nuevo sonido también.
Lo puse a un volumen muy bajo y volví a tumbarme, concentrándome en ir relajando cada parte de mi cuerpo. En algún momento de ese ejercicio, hicieron efecto las pastillas contra el resfriado y, por suerte, me quedé dormida.
Me desperté a primera hora después de haber dormido a pierna suelta y sin pesadillas gracias al innecesario uso de los fármacos. Aun así, salté de la cama con el mismo frenesí de la noche anterior. Me vestí rápidamente, me ajusté el cuello alrededor de la garganta y seguí forcejeando con el suéter de color canela hasta colocarlo por encima de los vaqueros. Con disimulo, eché un rápido vistazo por la ventana para verificar que Charlie se había marchado ya. Una fina y algodonosa capa de nubes cubría el cielo, pero no parecía que fuera a durar mucho. Desayuné sin saborear lo que comía y me apresuré a fregar los platos en cuanto hube terminado. Volví a echar un vistazo por la ventana, pero no se había producido cambio alguno. Apenas había terminado de cepillarme los dientes y me disponía a bajar las escaleras cuando una sigilosa llamada de nudillos provocó un sordo golpeteo de mi corazón contra las costillas.
Fui corriendo hacia la entrada. Tuve un pequeño problema con el pestillo, pero al fin conseguí abrir la puerta de un tirón y allí estaba él. Se desvaneció toda la agitación y recuperé la calma en cuanto vi su rostro.
Al principio no estaba sonriente, sino sombrío, pero su expresión se alegró en cuanto se fijó en mí, y se rió entre dientes.
—Buenos días.
— ¿Qué ocurre?
Eché un vistazo hacia abajo para asegurarme de que no me había olvidado de ponerme nada importante, como los zapatos o los pantalones.
Emmett se echó a reír.
—Vamos a juego.
Se volvió a reír. Me di cuenta de que él llevaba un gran suéter ligero del mismo color que el mío, cuyo cuello a la caja dejaba al descubierto el de la camisa blanca que llevaba debajo, y unos vaqueros azules. Me uní a sus risas al tiempo que ocultaba una secreta punzada de arrepentimiento... ¿Por qué tenía él que parecer un modelo de pasarela y yo no?
Cerré la puerta al salir mientras él se dirigía al monovolumen. Aguardó junto a la puerta del copiloto con una expresión resignada y perfectamente comprensible.
"Tú no estás disimulando tu sufrimiento, así como generalmente haces," Alice  bromeo.
"Sí, bueno yo nunca afirmé ser un mártir", se encogió de Edward.
—Hicimos un trato —le recordé con aire de suficiencia mientras me encaramaba al asiento del conductor y me estiraba para abrirle la puerta.
— ¿Adonde? —le pregunté.
—Ponte el cinturón... Ya estoy nervioso.
Le dirigí una mirada envenenada mientras le obedecía.
— ¿Adonde? —repetí suspirando.
—Toma la 101 hacia el norte —ordenó.
Era sorprendentemente difícil concentrarse en la carretera al mismo tiempo que sentía sus ojos clavados en mi rostro. Lo compensé conduciendo con más cuidado del habitual mientras cruzaba las calles del pueblo, aún dormido.
"Genial", se quejó Edward rodando sus ojos.
— ¿Tienes intención de salir de Forks antes del anochecer?
—Un poco de respeto —le recriminé—, este trasto tiene los suficientes años para ser el abuelo de tu coche.
"Ja, incluso sus coches son opuestos", se rió Emmett. "Y de una manera extraña una representación de los dos."
A pesar de su comentario recriminatorio, pronto atisbamos los límites del pueblo. Una maleza espesa y una ringlera de troncos verdes reemplazaron las casas y el césped.
—Gira a la derecha para tomar la 101 —me indicó cuando estaba a punto de preguntárselo. Obedecía en silencio.
—Ahora, avanzaremos hasta que se acabe el asfalto.
"La llevo al prado ", sonrió Edward, era el lugar que le gustaba estar a solas aunque no le gustaba la idea de que su familia lo conociera, pero le gustaba la idea de mostrárselo a Bella, solo a Bella.
Detecté cierta sorna en su voz, pero tenía demasiado miedo a salirme de la carretera como para mirarle y asegurarme de que estaba en lo cierto.
"Cualquier cosa para asegurarse de no darte la razón," Emmett sonrió en su mayoría en broma, pero era obvio que estaba de acuerdo con el sentimiento.
— ¿Qué hay allí, donde se acaba el asfalto?
—Una senda.
— ¿Vamos de caminata? —pregunté preocupada. Gracias a Dios, me había puesto las zapatillas de tenis.
"En realidad deberías haberle sugerido como ir vestida", dijo Alice. "Es una suerte que este vestida adecuadamente para ello."
— ¿Supone algún problema?
Lo dijo como si esperara que fuera así.
—No.
Intenté que la mentira pareciera convincente, pero si pensaba que el monovolumen era lento, tenía que esperar a verme a mí...
“Parece que vas a tener que llevarla” se rió Emmett. "O tal vez ese haya sido tu plan desde el principio”.
"Tal vez", Edward parecía casi esperanzado.
—No te preocupes, sólo son unos ocho kilómetros y no iremos deprisa.
¡Ocho kilómetros! No le respondí para que no notara cómo el pánico quebraba mi voz. Ocho kilómetros de raíces traicioneras y piedras sueltas que intentarían torcerme el tobillo o incapacitarme de alguna otra manera. Aquello iba a resultar humillante.
Avanzamos en silencio durante un buen rato mientras yo sentía pavor ante la perspectiva de nuestra llegada.
— ¿En qué piensas? —preguntó con impaciencia.
—Sólo me preguntaba adonde nos dirigimos —volví a mentirle.
"Hm... ella va a mentirme", dijo Edward. "Eso no es bueno."
—Es un lugar al que me gusta mucho ir cuando hace buen tiempo.
Luego, ambos nos pusimos a mirar por las ventanillas a las nubes, que comenzaban a diluirse en el firmamento.
—Charlie dijo que hoy haría buen tiempo.
— ¿Le dijiste lo que te proponías?
—No.
—Pero Jessica cree que vamos a Seattle juntos... —la idea parecía de su agrado—. — ¿No?
—No, le dije que habías suspendido el viaje... cosa que es cierta.
— ¿Nadie sabe que estás conmigo? —inquirió, ahora con enfado.
—Eso depende... ¿He de suponer que se lo has contado a Alice?
"Supongo que le dije a mi familia", suspiró Edward y se echó a reír.
—Eso es de mucha ayuda, Bella —dijo bruscamente.
Fingí no haberle oído, pero volvió a la carga y preguntó:
— ¿Te deprime tanto Forks que estás preparando tu suicidio?
—Dijiste que un exceso de publicidad sobre nosotros podría ocasionarte problemas —le recordé.
— ¿Y a ti te preocupan mis posibles problemas? —El tono de su voz era de enfado y amargo sarcasmo—.
"Por supuesto que sí," Edward casi gimió, enojándose de nuevo.
"Edward, ¿no te has puesto a pensar que su confianza puede ayudarte a controlarte a ti mismo?" -Preguntó Alice.
"No," dijo Edward mirando pensativo. "¿De verdad crees que va a funcionar?"
"Estoy segura que vamos a averiguarlo", dijo Alice
 ¿Y si no regresas?
Negué con la cabeza sin apartar la vista de la carretera. Murmuró algo en voz baja, pero habló tan deprisa que no le comprendí.
Nos mantuvimos en silencio el resto del trayecto en el coche. Noté que en su interior se alzaban oleadas de rabiosa desaprobación, pero no se me ocurría nada que decir.
Entonces se terminó la carretera, que se redujo hasta convertirse en una senda de menos de medio metro de ancho jalonada de pequeños indicadores de madera. Aparqué sobre el estrecho arcén y salí sin atreverme a fijar mi vista en él puesto que se había enfadado conmigo, y tampoco tenía ninguna excusa para mirarle. Hacía calor, mucho más del que había hecho en Forks desde el día de mi llegada, y a causa de las nubes hacía casi bochorno. Me quité el suéter y lo anudé en torno a mi cintura, contenta de haberme puesto una camiseta liviana y sin mangas, sobre todo si me esperaban ocho kilómetros a pie.
Le oí dar un portazo y pude comprobar que también él se había desprendido del suéter.


"¿Por qué te quitas el suéter, ¿quieres que  ella te de una ojeada de nuevo?" Emmett se rió.
"Lo más probable es que yo todavía
quiero hacerla sentir comoda", se encogió de Edward.
Permanecía cerca del coche, de espaldas a mí, encarándose con el bosque primigenio.
—Por aquí —indicó, girando la cabeza y con expresión aún molesta. Comenzó a adentrarse en el sombrío bosque.
— ¿Y la senda?
El pánico se manifestó en mi voz mientras rodeaba el vehículo para darle alcance.
—Dije que al final de la carretera había un sendero, no que lo fuéramos a seguir.
— ¡¿No iremos por la senda?! —pregunté con desesperación.
—No voy a dejar que te pierdas.
Se dio la vuelta al hablar, sonriendo con mofa, y contuve un gemido. Llevaba desabotonada la camiseta blanca sin mangas, por lo que la suave superficie de su piel se veía desde el cuello hasta los marmóreos contornos de su pecho, sin que su perfecta musculatura quedara oculta debajo de la ropa. La desesperación me hirió en lo más hondo al comprender que era demasiado perfecto. No había manera de que aquella criatura celestial estuviera hecha para mí.
"Tal vez debería haberme dejado el suéter," dijo Edward, obviamente, no le gustaba que ella lo viera como una criatura divina y que pensara que no era lo suficientemente buena para él.
Desconcertado por mi expresión torturada, Edward me miró fijamente.
— ¿Quieres volver a casa? —dijo con un hilo de voz. Un dolor de diferente naturaleza al mío impregnaba su voz.
Me adelanté hasta llegar a su altura, ansiosa por no desperdiciar ni un segundo del tiempo que pudiera estar en su compañía.
— ¿Qué va mal? —preguntó con amabilidad.
—No soy una buena senderista —le expliqué con desánimo—. Tendrás que tener paciencia conmigo.
—Puedo ser paciente si hago un gran esfuerzo.
Me sonrió y sostuvo mi mirada en un intento de levantarme el ánimo, súbita e inexplicablemente alicaído. Intenté devolverle la sonrisa, pero no fue convincente. Estudió mi rostro.
—Te llevaré de vuelta a casa —prometió.
No supe determinar si la promesa se refería al final de la jornada o a una marcha inmediata. Sabía que él creía que era el miedo lo que me turbaba, y de nuevo agradecí ser yo la única persona a la que no le pudiera leer el pensamiento.
—Si quieres que recorra ocho kilómetros a través de la selva antes del atardecer, será mejor que empieces a indicarme el camino —le repliqué con acritud.
Torció el gesto mientras se esforzaba por comprender mi tono y la expresión de mis facciones. Después de unos momentos, se rindió y encabezó la marcha hacia el bosque.
No resultó tan duro como me había temido. El camino era plano la mayor parte del tiempo y estuvo a mi lado para sostenerme al pasar por los húmedos heléchos y los mosaicos de musgo. Cuando teníamos que sortear árboles caídos o pedruscos, me ayudaba, levantándome por el codo y soltándome en cuanto la senda se despejaba. El toque gélido de su piel sobre la mía hacía palpitar mi corazón invariablemente. Las dos veces en que esto sucedió miré de reojo su rostro, estaba segura de que, no sabía cómo, él oía mis latidos.
“Sí, puedo oírlo", sonrió Edward. "Apuesto a que me gusta el sonido que hace cada vez que yo lo provoco."
Intenté mantener los ojos lejos de su cuerpo perfecto tanto como me fue posible, pero a menudo no podía resistir la tentación de mirarle, y su hermosura me sumía en la tristeza.
Recorrimos en silencio la mayor parte del trayecto. De vez en cuando, Edward formulaba una pregunta al azar, una de las que no me había hecho en los dos días anteriores de interrogatorio. Me interrogó sobre mis cumpleaños, los profesores en la escuela primaria y las mascotas de mi infancia... Tuve que admitir que había renunciado a ellas después de que se murieran tres peces de forma seguida. Rompió a reír al oírlo con más fuerza de lo que me tenía acostumbrada... De los bosques desiertos se levantó un eco similar al tañido de las campanas.
La caminata me llevó la mayor parte de la mañana, pero él no mostró signo alguno de impaciencia. El bosque se extendía a nuestro alrededor en un interminable laberinto de viejos árboles, y la idea de que no encontráramos la salida comenzó a ponerme nerviosa. Edward se encontraba muy a gusto y cómodo en aquel dédalo de color verde, y nunca pareció dudar sobre qué dirección tomar.
Después de varias horas, la luz pasó de un tenebroso tono oliváceo a otro jade más brillante al filtrarse a través del dosel de ramas. El día se había vuelto soleado, tal y como él había predicho. Comencé a sentir un estremecimiento de entusiasmo por primera vez desde que entré en el bosque, sensación que rápidamente se convirtió en impaciencia.
— ¿Aún no hemos llegado? —le pinché, fingiendo fruncir el ceño.
—Casi —sonrió ante el cambio de mi estado de ánimo—. ¿Ves ese fulgor de ahí delante?
—Humm —miré atentamente a través del denso follaje del bosque—. ¿Debería verlo?
Esbozó una sonrisa burlona.
—Puede que sea un poco pronto para tus ojos.
—Tendré que pedir hora para visitar al oculista —murmuré.
"Creo que ella necesita algo más que eso", se rió Emmett.
Su sonrisa de mofa se hizo más pronunciada.
Pero entonces, después de recorrer otros cien metros, pude ver sin ningún género de duda una luminosidad en los árboles que se hallaban delante de mí, un brillo que era amarillo en lugar de verde. Apreté el paso, mi avidez crecía conforme avanzaba. Edward me dejó que yo fuera delante y me siguió en silencio.
Alcancé el borde de aquel remanso de luz y atravesé la última franja de helecho para entrar en el lugar más maravilloso que había visto en mi vida.
"Bien", dijo Edward, sonriendo como un idiota.
"¿Tenía
s miedo de que a ella no le gustará?" Alice le preguntó divertida.
"Nunca
se sabe con ella", Edward se encogió de hombros. "Ella siempre reacciona de manera extraña."
La pradera era un pequeño círculo perfecto lleno de flores silvestres: violetas, amarillas y de tenue blanco. Podía oír el burbujeo musical de un arroyo que fluía en algún lugar cercano. El sol estaba directamente en lo alto, colmando el redondel de una blanquecina calima luminosa. Pasmada, caminé sobre la mullida hierba en medio de las flores, balanceándose al cálido aire dorado. Me di media vuelta para compartir con él todo aquello, pero Edward no estaba detrás de mí, como creía. Repentinamente alarmada, giré a mí alrededor en su busca. Finalmente, lo localicé, inmóvil debajo de la densa sombra del dosel de ramas, en el mismo borde del claro, mientras me contemplaba con ojos cautelosos. Sólo entonces recordé lo que la belleza del prado me había hecho olvidar: el enigma de Edward y el sol, lo que me había prometido mostrarme hoy.
"¿Por qué tan nervioso Eddy, ella se ha tomado todo lo demás mejor de lo que esperabas?" Emmett dijo sonriendo, pero hablando en serio esta vez.
"Ya sabes cómo me cae eso", suspiró Edward.
"Tú realmente no tienes nada de qué preocuparte", dijo Emmett con amabilidad.
Di un paso hacia él, con los ojos relucientes de curiosidad. Los suyos en cambio se mostraban recelosos. Le sonreí para infundirle valor y le hice señas para que se reuniera conmigo, acercándome un poco más. Alzó una mano en señal de aviso y yo vacilé, y retrocedí un paso.
Edward pareció inspirar hondo y entonces salió al brillante resplandor del mediodía.
Jasper se detuvo allí, con la comisura de sus labios levemente hacia arriba.
"Y entonces qué pasó?" Emmett dijo con impaciencia.
"No lo sé, ese fue el final del ca
pítulo," sonrió ampliamente Jasper cuando sus dos hermanos lo miraron.
"Será mejor empezar a leer rápidamente
entonces", dijo Carlisle tomando el libro.



Yyyyyyyy?? Les gusto?? No les gusto nadita??
Ya saben me lo cuentan en un comentario… :D



1 comentario:

Unknown dijo...

Jajajaja me encantó y los a dejado en suspense Jasper jaja