Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes
pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Twilight” a
Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo
por mero entretenimiento.
INTERROGATORIOS leyó Emmett
A la mañana siguiente resultó muy difícil
discutir con esa parte de mí que estaba convencida de que la noche pasada había
sido un sueño. Ni la lógica ni el sentido común estaban de mi lado.
"No
fue un sueño", frunció el ceño Edward.
"Pero
tienes que admitir que tiene un punto", se rió Emmett.
Me aferraba a las partes que no podían ser
de mi invención, como el olor de Edward. Estaba segura de que algo así jamás
hubiera sido producto de mis propios sueños.
En el exterior, el día era brumoso y
oscuro. Perfecto.
"Wow,
un día con que Eddy y ya ha cambiado su visión del mundo", sonrió Emmett.
Edward no tenía razón alguna para no
asistir a clase hoy. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía
la cazadora, otra prueba de que mis recuerdos eran reales.
Al bajar las escaleras, descubrí que
Charlie ya se había ido. Era más tarde de lo que creía. Devoré en tres bocados
una barra de muesli acompañada de leche, que bebí a morro del cartón, y
salí a toda prisa por la puerta. Con un poco de suerte, no empezaría a llover
hasta que hubiera encontrado a Jessica.
Había más niebla de lo acostumbrado, el
aire parecía impregnado de humo. Su contacto era gélido cuando se enroscaba a
la piel expuesta del cuello y el rostro. No veía el momento de llegar al calor
de mi vehículo. La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros
de la carretera no me percaté de que en ella había un coche, un coche plateado.
"Has
ido a buscarla", sonrió Alice.
"No
me gustaría que piense que es un sueño", sonrió Edward de nuevo.
Mi corazón latió despacio, vaciló y luego
reanudó su ritmo a toda velocidad.
No vi de dónde había llegado, pero de
repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.
— ¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy?
—preguntó, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenida.
Percibí incertidumbre en su voz. Me daba a
elegir de verdad,
"Hay
tienes mamá, parece que he decidido darle a elegir", dijo Edward.
"Sí,
mucho más parecido al caballero que se que eres," Esme sonrió.
era libre de rehusar y una parte de él lo
esperaba. Era una esperanza vana.
—Sí, gracias —acepté e intenté hablar con
voz tranquila.
Al entrar en el caluroso interior del
coche me di cuenta de que su cazadora color canela colgaba del reposacabezas
del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era
posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el motor.
"Creo que voy a dejar de fingir cuando
esté a solas con ella", sonrió Edward
—He traído la cazadora para ti. No quiero
que vayas a enfermar ni nada por el estilo.
Hablaba con cautela. Me di cuenta de que
él mismo no llevaba cazadora, sólo una camiseta gris de manga larga con cuello
de pico. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara
la mirada de aquel cuerpo fue un colosal tributo a su rostro
. "Creo que puedo verte sonrojado", dijo Alice,
burlándose de su hermano.
"Sabes
que eso no es posible," dijo Edward, luchando por mantener su voz.
"Y
es por eso que es tan increíble", comentó Alice.
—No soy tan delicada —dije, pero me puse
la cazadora sobre el vientre e introduje los brazos en las mangas, demasiado
largas, con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo
recordaba. Era mejor.
— ¿Ah, no? —me contradijo en voz tan baja
que no estuve segura de si quería que lo oyera.
El vehículo avanzó a toda velocidad entre
las calles cubiertas por los jirones de niebla. Me sentía cohibida. De hecho,
lo estaba. La noche pasada todas las defensas estaban bajas... casi todas. No
sabía si seguíamos siendo tan candidos hoy. Me mordí la lengua y esperé a que
hablara él.
Se volvió y me sonrió burlón.
— ¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para
hoy?
— ¿Te molestan mis preguntas? —pregunté,
aliviada.
—No tanto como tus reacciones.
Parecía bromear, pero no estaba segura.
Fruncí el ceño.
"Ambas",
dijo Edward, Emmett se había detenido para saber su razonamiento. "Ustedes
saben la lucha conmigo mismo, lo que quiero y lo que es mejor para ella, no es
lo mismo. No ayuda que ella quiera lo que yo quiero."
— ¿Reaccioné mal?
—No. Ese es el problema. Te lo tomaste
todo demasiado bien, no es natural. Eso me hace preguntarme qué piensas en
realidad.
—Siempre te digo lo que pienso de verdad.
—Lo censuras —me acusó.
—No demasiado.
"Eso
es verdad," dijo Edward. "Ella es muy honesto con sus pensamientos...
mayormente dice lo que piensa".
"Y
a veces no..." Emmett sonrió.
"Y
eso me vuelve loco", coincidió Edward.
—Lo suficiente para volverme loco.
—No quieres oírlo —mascullé casi en un
susurro.
En cuanto pronuncié esas palabras, me
arrepentí de haberlo hecho. El dolor de mi voz era muy débil. Sólo podía
esperar que él no lo hubiera notado.
No me respondió, por lo que me pregunté si
le había hecho enfadar. Su rostro era inescrutable mientras entrábamos en el
aparcamiento del instituto. Ya tarde, se me ocurrió algo.
— ¿Dónde están tus hermanos? —
"Oh",
dijo Rosalie casi con emoción. "Voy a conducir mi coche a la
escuela."
"Y
tu decías que hacer juegos malabares con la furgoneta llamaba la atención sobre nosotros",
frunció el ceño Edward.
"Eso
es mucho más destructivo que tener un coche caro," Rosalie rodó sus ojos.
pregunté, muy contenta de estar a solas
con él, pero recordando que habitualmente ese coche iba lleno.
—Han ido en el coche de Rosalie —se
encogió de hombros mientras aparcaba junto a un reluciente descapotable rojo
con la capota levantada—. Ostentoso, ¿verdad?
—Eh... ¡Caramba! —musité—. Si ella tiene esto,
¿por qué viene contigo?
—Como te he dicho, es ostentoso.
Intentamos no desentonar.
—No tenéis éxito. —Me reí y sacudí la
cabeza mientras salíamos del coche. Ya no llegábamos tarde; su alocada
conducción
Edward
volvió a gemir, pero se reía también, junto con Emmett.
me había traído a la escuela con tiempo de
sobra—. Entonces, ¿por qué ha conducido Rosalie hoy si es más ostentoso?
— ¿No lo has notado? Ahora, estoy
rompiendo todas las reglas.
"Edward?"
Rosalie dijo con cautela-.
"Sí,"
respondió Edward con la misma cautela.
"¿Crees
que en libro todavía estás luchando con tu naturaleza?" Preguntó Rosalie.
"A
juzgar por la advertencia que todavía le estoy dando , yo tendría que decir que
sí", suspiró Edward sabiendo lo que venía.
"Entonces,
¿por qué te muestras en público con esta
chica cuando no estás seguro de cómo va a terminar?" Rosalie dijo con voz
fría mortal, que empeoraba debido a que estaba siendo tan racional al respecto.
"Edward
no va a lastimar a Bella," dijo Esme con fiereza.
"Él
podría, todo lo que necesita es desconcentrarse un segundo y caer", dijo
Rosalie y luego continuo. "Y si él sigue luchando consigo mismo, es aún
más probable que le haga daño porque sabe que es una posibilidad. Estás
poniendo en riesgo a la familia otra vez."
"Tienes
razón," Edward agachó la mirada. "Lo siento... me parece que no soy
capaz de razonar cuando se trata de ella."
"Bueno,
al menos puedo conducir mi coche", finalizó Rosalie con una nota feliz,
sabiendo que su argumento fue validado, pero en realidad no le importaba.
Se reunió conmigo delante del coche y
permaneció muy cerca de mí mientras caminábamos hacia el campus. Quería acortar
esa pequeña distancia, extender la mano y tocarle, pero temía que no fuera de
su agrado.
— ¿Por qué todos vosotros tenéis coches
como ésos si queréis pasar desapercibidos? —me pregunté en voz alta.
"Es una de las pocas cosas que nos
permitimos tener", dijo Alice
—Un lujo —admitió con una sonrisa
traviesa—. A todos nos gusta conducir deprisa.
—Me cuadra —musité.
Con los ojos a punto de salirse de sus
órbitas, Jessica estaba esperando debajo del saliente del tejado de la
cafetería. Sobre su brazo, bendita sea, estaba mi cazadora.
—Eh, Jessica —dije cuando estuvimos a
pocos pasos—. Gracias por acordarte.
Me la entregó sin decir nada.
—Buenos días, Jessica —la saludó
amablemente Edward. No tenía la culpa de que su voz fuera tan irresistible ni
de lo que sus ojos eran capaces de obrar.
—Eh... Hola —posó sus ojos sobre mí,
intentando reunir sus pensamientos dispersos—. Supongo que te veré en
Trigonometría.
Me dirigió una mirada elocuente y reprimí
un suspiro. ¿Qué demonios iba a decirle?
"Ohh,
me gusta el sonido de eso", dijo Edward. "Voy a ser capaz de saber lo
que piensa”
—Sí, allí nos vemos.
Se alejó, deteniéndose dos veces para
mirarnos por encima del hombro.
— ¿Qué le vas a contar? —murmuró Edward.
— ¡Eh! ¡Creía que no podías leerme la
mente! —susurré.
—No puedo —dijo, sobresaltado. La
comprensión relució en los ojos de Edward—, pero puedo leer la suya. Te va a
tender una emboscada en clase.
Gemí mientras me quitaba su cazadora y se
la entregaba para reemplazarla por la mía. La dobló sobre su brazo.
—Bueno, ¿qué le vas a decir?
—Una ayudita —supliqué—, ¿qué quiere
saber?
Edward negó con la cabeza y esbozó una
sonrisa malévola.
—Eso no es elegante.
"Idiota",
murmuró Alice.
—No, lo que no es elegante es que no compartas
lo que sabes.
Lo estuvo reflexionando mientras
andábamos. Nos detuvimos en la puerta de la primera clase.
—Quiere saber si nos estamos viendo a
escondidas, y también qué sientes por mí —dijo al final.
— ¡Oh, no! ¿Qué debo decirle?
Intenté mantener la expresión más
inocente. La gente pasaba a nuestro lado de camino a clase, probablemente
mirando, pero apenas era consciente de su presencia.
"Entonces,
¿por qué habla de ellos?" Jasper se burlaba.
—Humm —hizo una pausa para atrapar un
mechón suelto que se había escapado del nudo de mi coleta y lo colocó en su
lugar. Mi corazón resopló de hiperactividad—. Supongo que, si no te importa, le
puedes decir que sí a lo primero... Es más fácil que cualquier otra
explicación.
"Oh,
deja de ser tan indiferente," Alice arrugó la nariz.
—No me importa —dije con un hilo de voz.
—En cuanto a la pregunta restante...
Bueno, estaré a la escucha para conocer la respuesta.
"Idiota",
repitió Alice.
Curvó una de las comisuras de la boca al
esbozar mi sonrisa picara predilecta. Se dio la vuelta y se alejó.
—Te veré en el almuerzo —gritó por encima
del hombro. Las tres personas que traspasaban la puerta se detuvieron para
mirarme.
Colorada e irritada, me apresuré a entrar
en clase. ¡Menudo tramposo!
"Mi
sentimiento exactamente," Emmett gritó riendo.
Ahora estaba incluso más preocupada sobre
lo que le iba a decir a Jessica. Me senté en mi sitio de siempre al tiempo que
lanzaba la cartera contra el suelo con fastidio.
—Buenos días, Bella —me saludó Mike desde
el asiento contiguo. Alcé la vista para ver el aspecto extraño y resignado de
su rostro. ¿Cómo te fue en Port Angeles?
—Fue... —no había una forma sincera de
resumirlo—. Estuvo genial —concluí sin convicción——. Jessica consiguió un
vestido estupendo.
— ¿Dijo algo de la noche del lunes?
—preguntó con los ojos relucientes. Sonreí ante el giro que había tomado la
conversación.
—Dijo que se lo había pasado realmente
bien —le confirmé.
— ¿Seguro? —dijo con avidez.
—Segurísimo.
"Bueno,
parece que uno de sus admiradores ha caído," dijo Alicia. "Ahora, hay
sólo quedan tres más para luchar."
"No
creo que tenga que luchar con nadie", dijo Esme.
Entonces, el señor Masón llamó al orden a
la clase y nos pidió que entregásemos nuestros trabajos. Lengua e Historia se
pasaron de forma borrosa, mientras yo seguía preocupada sobre la forma en que
iba a explicarle las cosas a Jessica. Me iba costar muchísimo si Edward estaba
escuchando lo que decía a través de los pensamientos de Jessica. ¡Qué
inoportuno podía llegar a ser su pequeño don cuando no servía para salvarme la
vida!
"Sí,
lo es", respondieron todos.
La niebla se había disuelto hacia el final
de la segunda hora, pero el día seguía oscuro, con nubes bajas y opresivas. Le
sonreí al cielo.
Edward estaba en lo cierto, por supuesto.
Jessica se sentaba en la fila de atrás cuando entré en clase de Trigonometría,
casi botando fuera del asiento de pura agitación. Me senté a su lado con
renuencia mientras me intentaba convencer a mí misma de que sería mejor zanjar
el asunto lo antes posible.
— ¡Cuéntamelo todo! —me ordenó antes de
que me sentara.
— ¿Qué quieres saber? —intenté salirme por
la tangente.
— ¿Qué ocurrió anoche?
"Esta
conversación debe tener desesperada a Jessica", se rió Edward.
"Y
a ti también", añadió Alicia. "Tú querrás saber más que eso."
—Me llevó a cenar y luego me trajo a casa.
Me miró con una forzada expresión de
escepticismo.
— ¿—Cómo llegaste a casa tan pronto?
—Conduce como un loco —esperaba que oyera
eso—. Fue aterrador.
— ¿Fue como una cita? ¿—Le habías dicho
que os reunierais allí?
No había pensado en eso.
—No... Me sorprendió mucho verle en Forks.
Contrajo los labios contrariada ante la
manifiesta sinceridad de mi voz.
"No le
está dando detalles", se rió Edward
—Pero él te ha recogido hoy para traerte a
clase... —me sondeó.
—Sí, eso también ha sido una sorpresa. Se
dio cuenta de que la noche pasada no tenía la cazadora —le expliqué.
—Así que... ¿vais a salir otra vez?
—Se ofreció a llevarme a Seattle el sábado,
ya que cree que mi coche no es demasiado fiable. ¿Eso cuenta?
"Por
supuesto que cuenta", dijo Alicia.
"Esa
no es mi idea de una cita”, dijo Edward.
"Sigue
siendo una promesa de hacer algo en su tiempo libre", se encogió de
hombros Alice.
—Sí —asintió.
—Bueno, entonces, sí.
—V—a—y—a —magnificó la palabra hasta
hacerla de cuatro sílabas—. Edward Cullen.
—Lo sé —admití. «Vaya» ni siquiera se
acercaba.
"Ah,
interpretó un interés, Jessica seguro va a abalanzarse sobre eso", sonrió
Alice.
— ¡Aguarda! —alzó las manos con las palmas
hacia mí como si estuviera deteniendo el tráfico—. ¿Te ha besado?
—No —farfullé—. No es de ésos.
Pareció decepcionada, y estoy segura de
que yo también.
— ¿Crees que el sábado...? —alzó las
cejas.
—Lo dudo, de verdad.
Oculté muy mal el descontento de mi voz.
— ¿Sobre qué hablasteis? —me susurró,
presionándome en busca de más información. La clase había comenzado, pero el
señor Varner no prestaba demasiada atención y no éramos las únicas que
seguíamos hablando.
—No sé, Jess, de un montón de cosas —le
respondí en susurros—. Hablamos un poco del trabajo de Literatura.
Muy, muy poco, creo que él lo mencionó de
pasada.
—Por favor, Bella —imploró—.
"Es
como si quisiera sus dientes", se rió Alice.
"Estoy
seguro de que vas a disfrutar tratando de sacar algo de ella", dijo
Edward.
"Y
lo haré, cuando finalmente lleguemos a conocerla", dijo Alice exasperada.
Dame algunos detalles.
—Bueno... De acuerdo. Tengo uno. Deberías
haber visto a la camarera flirteando con él. Fue una pasada, pero él no le
prestó ninguna atención.
A ver qué puede hacer Edward con eso.
—Eso es buena señal —asintió—. ¿Era guapa?
—Mucho, y probablemente tendría diecinueve
o veinte años.
—Mejor aún. Debes de gustarle.
—Eso creo, pero resulta difícil de saber
"Yo
creo que sí, pero es difícil de decir.
"Es
difícil de saber," dijo Edward con incredulidad.
"Eso
es... eso es demasiado divertido", Emmett trato de decir ahogado por la risa.
"Una
vez más es incapaz de comprender lo que está justo en frente de ella", se unió Jasper a la risa.
suspirando, añadí en beneficio de Edward—.
Es siempre tan críptico...
—No sé cómo has tenido suficiente valor
para estar a solas con él —musitó.
"Esta frase tiene más de una
interpretación con ella", dijo Jasper
— ¿Por qué?
Me sorprendí, pero ella no comprendió mi
reacción.
—Intimida tanto... Yo no sabría qué
decirle.
Hizo una mueca, probablemente al recordar
esta mañana o la pasada noche, cuando él empleó la aplastante fuerza de sus
ojos sobre ella.
—Cometo algunas incoherencias cuando estoy
cerca de él —admití.
—Oh, bueno. Es increíblemente guapo.
Jessica se encogió de hombros, como si eso
excusara cualquier fallo, lo cual, en su opinión, probablemente fuera así.
"Pero
al parecer no en Bella," dijo Edward con temor.
"Tú
podrías estar en problemas
después", sonrió Emmett. “Tú realmente necesitas belleza para cubrir tus
defectos."
"Si",
coincidió Eduardo sonriendo. "Pero ella ya ha visto la mayoría de ellos y
todavía está de acuerdo con esto, así que creo que estoy bien."
—El es mucho más que eso.
— ¿De verdad? ¿Como qué?
Quise haberlo dejado correr casi tanto
como esperaba que se lo tomara a broma cuando se enterara.
—No te lo puedo explicar ahora, pero es
incluso más increíble detrás del rostro.
El vampiro que quería ser bueno, que
corría a salvar vidas,
"Yo
no salvo vidas", dijo Edward. "Eso suena más a Carlisle."
"Ella
estaba hablando sobre salvar su vida", dijo Alice sacudió la cabeza.
ya que así no sería un monstruo... Miré
hacia la parte delantera de la clase.
— ¿Es eso posible?—dijo entre
risitas.
La ignoré, intentando aparentar que
prestaba atención al señor Varner.
—Entonces, ¿te gusta?
No se iba a dar por vencida.
—Sí —respondí de forma cortante.
—Me refiero a que si te gusta de verdad
—me apremió.
—Sí ——dije de nuevo, sonrojándome.
Esperaba que ese detalle no se registrara
en los pensamientos de Jessica. Las respuestas monosilábicas le iban a tener
que bastar.
— ¿Cuánto te gusta?
—Demasiado —le repliqué en un susurro—,
más de lo que yo le gusto a él, pero no veo la forma de evitarlo.
"Ella
está subestimando una vez más mis sentimientos", suspiró Edward.
"Eres muy confuso con ella todo el
tiempo, estoy segura de que va a ver cuánto te importa muy pronto", dijo
Esme
Solté un suspiro. Un sonrojo enmascaró el
siguiente. Entonces, por fortuna, el señor Varner le hizo a Jessica una
pregunta.
No tuvo oportunidad de continuar con el
tema durante la clase y en cuanto sonó el timbre inicié una maniobra de
evasión.
—En Lengua, Mike me ha preguntado si me
habías dicho algo sobre la noche del lunes —le dije.
"La
mejor defensa es un buen ataque", se rió Edward. "Supongo que eso es
todo lo que voy a conseguir."
— ¡Estás de guasa! ¡¿Qué le dijiste?!
—exclamó con voz entrecortada, desviada por completo su atención del asunto.
— ¡Dime exactamente qué dijo y cuál fue tu
respuesta palabra por palabra!
Nos pasamos el resto del camino
diseccionando la estructura de las frases y la mayor parte de la clase de
español con una minuciosa descripción de las expresiones faciales de Mike. No
hubiera estirado tanto el tema de no ser porque me preocupaba convertirme de
nuevo en el tema de la conversación.
Entonces sonó el timbre del almuerzo. El
hecho de que me levantara de un salto de la silla y guardase precipitadamente
los libros en la mochila con expresión animada,
debió de suponer un indicio claro para Jessica, que comentó:
—Hoy no te vas a sentar con nosotros,
¿verdad?
—Creo que no.
No estaba segura de que no fuera a
desaparecer inoportunamente otra vez.
"Pero
le prometí que iba a estar ahí", suspiró Edward. "Ella no confía en
mí todavía."
Pero Edward me esperaba a la salida de
nuestra clase de Español, apoyado contra la pared; se parecía a un dios heleno
más de lo que nadie debería tener derecho. Jessica nos dirigió una mirada, puso
los ojos en blanco y se marchó.
—Te veo luego, Bella —se despidió, con una
voz llena de implicaciones. Tal vez debería desconectar el timbre del teléfono.
—Hola —dijo Edward con voz divertida e
irritada al mismo tiempo. Era obvio que había estado escuchando.
—Hola.
No se me ocurrió nada más que decir y él
no habló —a la espera del momento adecuado, presumí—, por lo que el trayecto a
la cafetería fue un paseo en silencio. El entrar con Edward en el abigarrado
flujo de gente a la hora del almuerzo se pareció mucho a mi primer día: todos
me miraban.
"Genial",
gruñó Rosalie.
Encabezó el camino hacia la cola, aún sin
despegar los labios, a pesar de que sus ojos me miraban cada pocos segundos con
expresión especulativa. Me parecía que la irritación iba venciendo a la diversión
como emoción predominante en su rostro. Inquieta, jugueteé con la cremallera de
la cazadora.
Se dirigió al mostrador y llenó de comida
una bandeja.
— ¿Qué haces? —objeté—. ¿No irás a
llevarte todo eso para mí?
Negó con la cabeza y se adelantó para pagar
la comida.
—La mitad es para mí, por supuesto.
Enarqué una ceja.
Me condujo al mismo lugar en el que nos
habíamos sentado la vez anterior. En el extremo opuesto de la larga mesa, un
grupo de chicos del último curso nos miraron anonadados cuando nos sentamos uno
frente a otro. Edward parecía ajeno a este hecho.
—Toma lo que quieras —dijo, empujando la
bandeja hacia mí.
"Tratas
de ver lo que le gusta", reflexionó Carlisle.
"Eso
es lo que yo pensaba," sonrió Edward.
—Siento curiosidad —comenté mientras
elegía una manzana y la hacía girar entre las manos—, ¿qué harías si
alguien te desafiara a comer?
"Argh,
¿por qué tiene que preguntarme
eso?" Edward gruñó, conociendo su tendencia a ser teatral.
"Eso
no es un reto para que comas algo, lo sabes verdad", dijo Jasper haciendo
una cara de disgusto.
—Tú siempre sientes curiosidad.
Hizo una mueca y sacudió la cabeza. Me
observó fijamente, atrapando mi mirada, mientras alzaba un pedazo de pizza de
la bandeja, se la metía en la boca de una sola vez, la masticaba rápidamente y
se la tragaba. Lo miré con los ojos abiertos como platos.
—Si alguien te desafía a tragar tierra,
puedes, ¿verdad? —preguntó con condescendencia.
"Apuesto
a que lo hizo", se rió Emmett.
Arrugué la nariz.
—Una vez lo hice... en una apuesta
—admití—. No fue tan malo.
"Lo sabía", dijo Emmett con aire de
suficiencia
Se echó a reír.
—Supongo que no me sorprende.
Algo por encima de mi hombro pareció
atraer su atención.
—Jessica está analizando todo lo que hago.
Luego, lo montará y desmontará para ti.
Empujó hacia mí el resto de la pizza. La mención de
Jessica devolvió a su semblante una parte de su antigua irritación. Dejé la
manzana y mordí la pizza, apartando
la vista, ya que sabía que Edward estaba a punto de comenzar.
— ¿De modo que la camarera era guapa?
—preguntó de forma casual.
— ¿De verdad que no te diste cuenta?
—No. No prestaba atención. Tenía muchas
cosas en la cabeza.
—Pobre chica.
Ahora podía permitirme ser generosa.
—Algo de lo que le has dicho a Jessica...,
bueno..., me molesta.
Se negó a que le distrajera y habló con
voz ronca mientras me miraba con ojos de preocupación a través de sus largas
pestañas.
—No me sorprende que oyeras algo que te
disgustara. Ya sabes lo que se dice de los cotillas —le recordé.
—Te previne de que estaría a la escucha.
—Y yo de que tú no querrías saber todo lo
que pienso.
—Lo hiciste —concedió, todavía con voz
ronca—, aunque no tienes razón exactamente. Quiero saber todo lo que piensas...
Todo. Sólo que desearía que no pensaras algunas cosas.
"¿no
te confundes a ti mismo?" Alice dijo. "Diciendo cosas como
esas."
Fruncí el ceño.
—Esa es una distinción importante.
—Pero, en realidad, ése no es el tema por
ahora.
—Entonces, ¿cuál es?
En ese momento, nos inclinábamos el uno
hacia el otro sobre la mesa. Su barbilla descansaba sobre las alargadas manos
blancas; me incliné hacia delante apoyada en el hueco de mi mano. Tuve que
recordarme a mí misma que estábamos en un comedor abarrotado, probablemente con
muchos ojos curiosos fijos en nosotros. Resultaba demasiado fácil dejarse
envolver por nuestra propia burbuja privada, pequeña y tensa.
— ¿De verdad crees que te interesas por mí
más que yo por ti? —murmuró, inclinándose más cerca mientras hablaba
traspasándome con sus relucientes ojos negros.
"Sí,
eso es lo que más me molesto" dijo Edward. "¿Cómo puede pensar
eso?"
Intenté acordarme de respirar. Tuve que
desviar la mirada para recuperarme.
—Lo has vuelto a hacer —murmuré.
Abrió los ojos sorprendido.
— ¿El qué?
—Aturdirme —confesé. Intenté concentrarme
cuando volví a mirarlo.
—Ah —frunció el ceño.
—No es culpa tuya —suspiré—. No lo puedes
evitar.
— ¿Vas a responderme a la pregunta?
—Si.
— ¿Sí me vas a responder o sí lo piensas
de verdad?
Se irritó de nuevo.
—Sí, lo pienso de verdad.
Fijé los ojos en la mesa, recorriendo la
superficie de falso veteado. El silencio se prolongó.
Con obstinación, me negué a ser la primera
en romperlo, luchando con todas mis fuerzas contra la tentación de atisbar su
expresión.
—Te equivocas —dijo al fin con suave voz
aterciopelada. Alcé la mirada y vi que sus ojos eran amables.
—Eso no lo puedes saber —discrepé en un
cuchicheo.
"Pero
es verdad," dijo Edward con confianza.
"Ella
cree eso por tu culpa Edward," dijo Alicia.
"Lo
sé, dijo Edward. "Sin embargo, no se comparara el amor de un ser humano
con el de un vampiro..."
"No
hay que olvidar que ella no encaja en la categoría de humanos tan
fácilmente", dijo Alice. "No estoy diciendo que tu amor sea el más
fuerte, pero Edward, no subestimes su amor por ti solo porque ella es un ser
humano."
"Lo
tendré en cuenta", sonrió Edward.
Negué con la cabeza en señal de duda;
aunque mi corazón se agitó al oír esas palabras, pero no las quise creer con
tanta facilidad.
— ¿Qué te hace pensarlo?
Sus ojos de topacio líquido eran
penetrantes, se suponía que intentaban, sin éxito, obtener directamente la
verdad de mi mente.
Le devolví la mirada al tiempo que me
esforzaba por pensar con claridad, a pesar de su rostro, para hallar alguna
forma de explicarme. Mientras buscaba las palabras, le vi impacientarse. Empezó
a fruncir el ceño, frustrado por mi silencio. Quité la mano de mi cuello y alcé
un dedo.
"Caray
Edward dale aunque sea un segundo para pensar, es una pregunta bastante
compleja de responder," Alice reprendió y se echó a reír al mismo tiempo.
—Déjame pensar —insistí.
Su expresión se suavizó, ahora satisfecho
de que estuviera pensando una respuesta. Dejé caer la mano en la mesa y moví la
mano izquierda para juntar ambas. Las contemplé mientras entrelazaba y liberaba
los dedos hasta que al final hablé:
—Bueno, dejando a un lado lo obvio, en
algunas ocasiones... —vacilé—. No estoy segura, yo no puedo leer mentes, pero
algunas veces parece que intentas despedirte cuando estás diciendo otra cosa.
"Bueno,
eso hago, pero no quiere decir que no me preocupo por ti", frunció el ceño
Edward.
No supe resumir mejor la sensación de
angustia que a veces me provocaban sus palabras.
—Muy perceptiva —susurró. Y mi angustia
surgió de nuevo cuando confirmó mis temores—, aunque por eso es por lo que te
equivocas —comenzó a explicar, pero entonces entrecerró los ojos—. ¿A qué te
refieres con «lo obvio»?
—Bueno, mírame —dije, algo innecesario
puesto que ya lo estaba haciendo—.
"Argh,
la apariencia no es importante para mí", dijo Edward.
"Obviamente",
dijo Rosalie.
"¿Q...",
comenzó a Edward decir con enojo, hasta que cambió su cara y parecía que estaba
a punto de reír. Rosalie lo estaba mirando y lucía... avergonzada?
"¿Qué
me perdí?" Preguntó Emmett, pero ninguno de ellos le respondió, la amenaza
en la cara de Rosalie era obvia para todos en la sala de que Edward no debía
hablar.
"Nada", dijo Edward, sin dejar de
reír
Soy absolutamente normal; bueno, salvo por todas las
situaciones en que la muerte me ha pasado rozando y por ser una inútil de puro
torpe. Y mírate a ti.
Lo señalé con un gesto de la mano, a él y
su asombrosa perfección. La frente de Edward se crispó de rabia durante un
momento para suavizarse luego, cuando su mirada adoptó un brillo de comprensión.
—Nadie se ve a sí mismo con claridad, ya
sabes. Voy a admitir que has dado en el clavo con los defectos —se rió entre
dientes de forma sombría—, pero no has oído lo que pensaban todos los chicos de
esta escuela el día de tu llegada.
"Yo
no estoy muy entusiasmado con eso", se quejó Edward.
—No me lo creo... —murmuré para mí y
parpadeé, atónita.
—Confía en mí por esta vez, eres lo
opuesto a lo normal.
Mi vergüenza fue mucho más intensa que el
placer ante la mirada procedente de sus ojos mientras pronunciaba esas
palabras. Le recordé mi argumento original rápidamente:
—Pero yo no estoy diciendo adiós
—puntualicé.
— ¿No lo ves? Eso demuestra que tengo
razón. Soy quien más se preocupa, porque si he de hacerlo, si dejarlo es lo
correcto —enfatizó mientras sacudía la cabeza, como si luchara contra esa
idea—, sufriré para evitar que resultes herida, para mantenerte a salvo.
"No estoy segura de que funcione así...
lo de no lastimarla por tú parte, y no me refiero al daño físico", señaló
Alice
Le miré fijamente.
— ¿Acaso piensas que yo no haría lo mismo?
"Lo
haría en un segundo", dijo Edward. "pero nunca tendrá esa
opción."
—Nunca vas a tener que efectuar la
elección.
Su impredecible estado de ánimo volvió a
cambiar bruscamente y una sonrisa traviesa e irresistible le cambió las
facciones.
—Por supuesto, mantenerte a salvo se
empieza a parecer a un trabajo a tiempo completo que requiere de mi constante
presencia.
—Nadie me ha intentado matar hoy —le
recordé, agradecida por abordar un tema más liviano.
"Tema liviano? su muerte prematura es un
tema más liviano?", se rió Emmett
No quería que hablara más de despedidas.
Si tenía que hacerlo, me suponía capaz de ponerme en peligro a propósito para
retenerlo cerca de mí. Desterré ese pensamiento antes de que sus rápidos ojos
lo leyeran en mi cara. Esa idea me metería en un buen lío.
"Sí,
lo haría", espetó Edward casi sonriendo por las ocurrencias de Bell. Casi.
—Aún —agregó.
—Aún —admití. Se lo hubiera discutido,
pero ahora quería que estuviera a la espera de desastres.
—Tengo otra pregunta para ti ——dijo con
rostro todavía despreocupado.
—Dispara.
— ¿Tienes que ir a Seattle este sábado de
verdad o es sólo una excusa para no tener que dar una negativa a tus
admiradores?
"Una
excusa que se hizo realidad", sonrió Alice.
Hice una mueca ante ese recuerdo.
—Todavía no te he perdonado por el asunto
de Tyler, ya sabes —le previne—. Es culpa tuya que se haya engañado hasta creer
que le voy a acompañar al baile de gala.
—Oh, hubiera encontrado la ocasión para
pedírtelo sin mi ayuda. En realidad, sólo quería ver tu cara —se rió entre
dientes. Me hubiera enfadado si su risa no hubiera sido tan fascinante. Sin
dejar de hacerlo, me preguntó—: Si te lo hubiera pedido, ¿me hubieras
rechazado?
—Probablemente, no —admití—, pero lo
hubiera cancelado después, alegando una enfermedad o un tobillo torcido.
Se quedó extrañado.
— ¿Por qué?
"Vamos
hombre, eso es obvio", dijo Emmett mirando incrédulo.
"Ya sé", dijo Edward moviendo la
cabeza.
Moví la cabeza con tristeza.
—Supongo que nunca me has visto en
gimnasia, pero creía que tú lo entenderías.
— ¿Te refieres al hecho de que eres
incapaz de caminar por una superficie plana y estable sin encontrar algo con lo
que tropezar?
—Obviamente.
—Eso no sería un problema —estaba muy
seguro—. Todo depende de quién te lleve al bailar —vio que estaba a punto de
protestar y me cortó—. Pero aún no me has contestado... ¿Estás decidida a ir a
Seattle o te importaría que fuéramos a un lugar diferente?
En cuanto utilizó el plural, no me
preocupé de nada más.
—Estoy abierta a sugerencias —concedí—,
pero he de pedirte un favor.
Me miró con precaución, como hacía siempre
que formulaba una pregunta abierta.
— ¿Cuál?
— ¿Puedo conducir?
"No", se burló Edward y gimió, al
mismo tiempo.
Frunció el ceño.
— ¿Por qué?
—Bueno, sobre todo porque cuando le dije a
Charlie que me iba a Seattle, me preguntó concretamente si viajaba sola, como
así era en ese momento. Probablemente, no le mentiría si me lo volviera a
preguntar, pero dudo que lo haga de nuevo, y dejar el coche enfrente de la casa
sólo sacaría el tema a colación de forma innecesaria. Y además, porque tu
manera de conducir me asusta.
"Charlie
tiene derecho a saber lo que está pasando", dijo Esme.
"Como
si algo fuera a pasar", dijo Alice rodando los ojos.
Puso los ojos en blanco.
—De todas las cosas por las que te tendría
que asustar, a ti te preocupa mi conducción —movió la cabeza con desagrado,
pero luego volvió a ponerse serio—. ¿No le quieres decir a tu padre que vas a
pasar el día conmigo?
En su pregunta había un trasfondo que no
comprendí.
—Con Charlie, menos es siempre más —en eso
me mostré firme—. De todos modos, ¿adonde vamos a ir?
—Va a hacer buen tiempo, por lo que estaré
fuera de la atención pública y podrás estar conmigo si así lo quieres.
"Apuesto
a que la llevaré al prado", dijo Edward con una sonrisa soñadora.
"Creo que le gustará."
Otra vez me dejaba la alternativa de
elegir.
— ¿Y me enseñarás a qué te referías con lo
del sol? —pregunté, entusiasmada por la idea de desentrañar otra de las
incógnitas.
—Sí —sonrió y se tomó un tiempo—. Pero si
no quieres estar a solas conmigo, seguiría prefiriendo que no fueras a Seattle
tú sola. Me estremezco al pensar con qué problemas te podrías encontrar en una
ciudad de ese tamaño.
Me ofendí.
—Sólo en población, Phoenix es tres veces
mayor que Seattle. En tamaño físico...
—Pero al parecer —me interrumpió— en
Phoenix no te había llegado la hora, por lo que preferiría que permanecieras
cerca de mí.
Sus ojos adquirieron de nuevo ese toque de
desleal seducción.
"Y
que paso con lo de darle a elegir?", se rió Jasper.
"Heeyy,
estoy tratando", se rió Edward también.
No conseguí debatir ni con la vista ni con
los argumentos lo que, de todos modos, era un punto discutible.
—No me importa estar a solas contigo
cuando suceda.
—Lo sé —suspiró con gesto inquietante—.
Pero se lo deberías contar a Charlie.
— ¿Por qué diablos iba a hacer eso?
Sus ojos relampaguearon con súbita
fiereza.
—Para darme algún pequeño incentivo para
que te traiga de vuelta.
"¿Siempre
tiene que traer la tragedia a sus conversaciones?" Alice resopló.
Tragué saliva, pero, después de pensármelo
un momento, estuve segura:
—Creo que me arriesgaré.
Resopló con enojo y desvió la mirada.
—Hablemos de cualquier otra cosa —sugerí.
— ¿De qué quieres hablar? —preguntó,
todavía sorprendido.
Miré a nuestro alrededor para asegurarme
de que nadie nos podía oír. Mientras paseaba la mirada por el comedor, observé
los ojos de la hermana de Edward, Alice,
“Ella
me notó", dijo Alice felizmente.
"¿No
estás siendo un poco exagerada Alice?" Edward sonrió.
que me miraba fijamente, mientras que el
resto le miraba a él. Desvié la mirada rápidamente, miré a Edward, y le
pregunté lo primero que se me pasó por la cabeza.
— ¿Por qué te fuiste a ese lugar, Gota
Rocas, el último fin de semana? ¿Para cazar? Charlie dijo que no era un buen
lugar para ir de acampada a causa de los osos.
Me miró fijamente, como si estuviera
pasando por alto lo evidente.
"Ella sola contestó su propia
pregunta," rió Emmett
— ¿Osos? —pregunté entonces de forma entrecortada;
él esbozó una sonrisa burlona—. Ya sabes, no estamos en temporada de osos
—añadí con severidad para ocultar mi sorpresa.
"Brillante", sonrió de nuevo Emmett
—Si lees con cuidado, verás que las leyes
recogen sólo la caza con armas—me informó.
Me contempló con regocijo mientras lo
asimilaba lentamente.
— ¿Osos? —repetí con dificultad.
—El favorito de Emmett es el oso pardo
—dijo a la ligera, pero sus ojos escrutaban mi reacción. Intenté recobrar la
compostura.
— ¡Humm! —musité mientras tomaba otra
porción de pizza como
pretexto para bajar los ojos. La mastiqué muy despacio, y luego bebí un largo trago de refresco sin alzar la
mirada.
—Bueno —dije después de un rato, mis ojos
se encontraron con los suyos, ansiosos.
— ¿Cuál es tu favorito?
Enarcó una ceja y sus labios se curvaron
con desaprobación.
"¿Por
qué?" Emmett dijo.
"Creo
que no me gusta su reacción", se encogió Edward.
"Pero
fue genial", dijo Emmett sacudiendo la cabeza. "Tienes que relajarte
hermano."
—El puma.
—Ah —comenté con un tono de amable
desinterés mientras volvía a tomar Coca-Cola.
—Por supuesto —dijo imitando mi tono—,
debemos tener cuidado para no causar un impacto medioambiental desfavorable con
una caza imprudente. Intentamos concentrarnos en zonas con superpoblación de
depredadores... Y nos alejamos tanto como sea necesario. Aquí siempre hay
ciervos y alces —sonrió con socarronería—. Nos servirían, pero ¿qué diversión
puede haber en eso?
"Exacto,"
dijo Emmett, haciendo una mueca.
—Claro, qué diversión —murmuré mientras
daba otro mordisco a la pizza.
—El comienzo de la primavera es la
estación favorita de Emmett para cazar al oso —sonrió como si recordara alguna
broma—. Acaban de salir de la hibernación y se muestran mucho más irritables.
—No hay nada más divertido que un oso
pardo irritado —admití, asintiendo.
"¡Exacto!"
Emmett se rió a carcajadas. "Bella realmente me entiende."
"Creo
que ella estaba siendo sarcástico," sonrió Edward.
Se rió con disimulo y movió la cabeza.
—Dime lo que realmente estás pensando, por
favor.
—Me lo intento imaginar, pero no puedo
—admití—. ¿Cómo cazáis un oso sin armas?
"Oh
vamos, ella ha visto lo rápido, fuerte e inquebrantable que somos", se
burló Emmett. "No debería ser tan difícil de imaginar."
"Pero
ella aún tiene el concepto humano de las cosas", dijo Carlisle. "Debe
ser difícil imaginar algo que se parece a un humanos ser capaz de luchar con
animales salvajes."
—Oh, las tenemos —exhibió sus relucientes
dientes con una sonrisa breve y amenazadora. Luché para reprimir un escalofrío
que me delatara—, sólo que no de la clase que se contempló al legislar las
leyes de caza. Si has visto atacar a un oso en la televisión, tendrías que
poder visualizar cómo caza Emmett.
No pude evitar el siguiente escalofrío que
bajó por mi espalda.
"Gracias
Edward," dijo Emmett entristecido. "Estás haciendo que tenga miedo de
mí."
"Yo
sólo dije la verdad", se encogió Edward.
"Pero
va a ser más difícil que yo le caiga bien cuando me conozca" dijo Emmett
haciendo un puchero.
Miré a hurtadillas a Emmett, al otro
extremo de la cafetería, agradecida de que no estuviera mirando en mi
dirección. De alguna manera, los prominentes músculos que envolvían sus brazos
y su torso ahora resultaban más amenazantes.
Edward siguió la dirección de mi mirada y
soltó una suave risa.
Le miré, enervada.
— ¿También tú te pareces a un oso?
—pregunté con un hilo de voz.
—Más al puma, o eso me han dicho
—respondió a la ligera—. Tal vez nuestras preferencias sean significativas.
Intenté sonreír.
—Tal vez —repetí, pero tenía la mente
rebosante de imágenes contrapuestas que no conseguía unir—, ¿es algo que podría
llegar a ver?
“Nunca” dijo Edward
enojado pero más que nada aterrorizado.
"Eso
no sería bueno", dijo Carlisle. "Incluso si su sangre no fuera tan
atractiva para ti... cualquier ser humano sería muy atractivo."
— ¡Absolutamente no!
Su cara se tornó aún más lívida de lo
habitual y de repente su mirada era furiosa.
Me eché hacia atrás, sorprendida —y
asustada, aunque jamás lo admitiría— por su reacción. El hizo lo mismo y cruzó
los brazos a la altura del pecho.
— ¿Demasiado aterrador para mí? —le
pregunté cuando recuperé el control de mi voz.
—Si fuera eso, te sacaría fuera esta noche
—dijo con voz tajante—. Necesitas una saludable dosis de miedo. Nada te
podría sentar mejor.
—Entonces, ¿por qué? —le insté, ignorando
su expresión enojada.
Me miró fijamente durante más de un minuto
y al final dijo:
—Más tarde —se incorporó ágilmente—. Vamos
a llegar con retraso.
Miré a mí alrededor, sorprendida de ver
que tenía razón: la cafetería estaba casi vacía.
Cuando estaba a su lado, el tiempo y el
espacio se desdibujaban de tal manera que perdía la noción de ambos. Me
incorporé de un salto mientras recogía la mochila, colgada del respaldo de la
silla.
—En tal caso, más tarde —admití.
No lo iba a olvidar.
"Ese
es el final del capítulo", dijo Emmett.
"Me
toca a mí entonces", dijo Esme.
Holis^^ que tal quedo???? Les gusto?? Disculpen
por no subir capítulos ayer, pero como siempre la universidad me deja exhausta,
solo quería llegar a mi casa y dormir hasta el otro día :)
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