miércoles, 20 de junio de 2012

Confesiones


Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Twilight” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.

Confesiones dijo Carlisle.
A la luz del sol, Edward resultaba chocante. No me hubiera acostumbrado
"Maldita sea", murmuró Edward totalmente abatido.
"Ella no dijo que fuera malo, simplemente chocante", señaló Alice.
"Ella no podrá acostumbrarse," susurró Edward.
"Todavía puede ser algo bueno", Alice se encogió de hombros.
ni aunque le hubiera estado mirando toda la tarde. A pesar de un tenue rubor, producido a raíz de su salida de caza durante la tarde del día anterior, su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Yacía completamente inmóvil en la hierba, con la camiseta abierta sobre su escultural pecho incandescente y los brazos desnudos centelleando al sol. Mantenía cerrados los deslumbrantes párpados de suave azul lavanda, aunque no dormía, por supuesto. Parecía una estatua perfecta, tallada en algún tipo de piedra ignota, lisa como el mármol, reluciente como el cristal.
"Mira, parece que le gusta", dijo Alice y Edward parecía que tenía más esperanzas que antes, pero era evidente que él estaba esperando a que ella lo dijera o pensará para que él pudiera relajarse.
Movía los labios de vez en cuando con tal rapidez que parecían temblar, pero me dijo que estaba cantando para sí mismo cuando le pregunté al respecto. Lo hacía en voz demasiado baja para que le oyera.
También yo disfruté del sol, aunque el aire no era lo bastante seco para mi gusto. Me hubiera gustado recostarme como él y dejar que el sol bañara mi cara, pero permanecí aovillada, con el mentón descansando sobre las rodillas, poco dispuesta a apartar la vista de él.
"Ves," dijo Alice de nuevo.
"Sí, creo que si", sonrió Edward.
 Soplaba una brisa suave que enredaba mis cabellos y alborotaba la hierba que se mecía alrededor de su figura inmóvil.
La pradera, que en un principio me había parecido espectacular, palidecía al lado de la magnificencia de Edward.
Alice le dio una mira a Edward que claramente decía “TE LO DIJE”
"Ahora, realmente lo veo", se rió Edward.
Siempre con miedo, incluso ahora, a que desapareciera como un espejismo demasiado hermoso para ser real, extendí un dedo con indecisión y acaricié el dorso de su mano reluciente, que descansaba sobre el césped al alcance de la mía. Otra vez me maravillé de la textura perfecta de suave satén, fría como la piedra. Cuando alcé la vista, había abierto los ojos y me miraba. Una rápida sonrisa curvó las comisuras de sus labios sin mácula.
— ¿No te asusto? —preguntó con despreocupación, aunque identifiqué una curiosidad real en el tono de su suave voz.
—No más que de costumbre.
Su sonrisa se hizo más amplia y sus dientes refulgieron al sol.
Poco a poco, me acerqué más y extendí toda la mano para trazar los contornos de su antebrazo con las yemas de los dedos. Contemplé el temblor de mis dedos y supe que el detalle no le pasaría desapercibido.
— ¿Te molesta? —pregunté, ya que había vuelto a cerrar los ojos.
"Nunca", sonrió Edward, tanto que parecía que estaba deseando ser el Edward en el libro
—Norespondió sin abrirlos—, no te puedes ni imaginar cómo se siente eso.
Suspiró.
Siguiendo el suave trazado de las venas azules del pliegue de su codo, mi mano avanzó con suavidad sobre los perfectos músculos de su brazo. Estiré la otra mano para darle la vuelta a la de Edward. Al comprender mi pretensión, dio la vuelta a su mano con uno de esos desconcertantes y fulgurantes movimientos suyos. Esto me sobresaltó; mis dedos se paralizaron en su brazo por un breve segundo.
—Lo siento —murmuró. Le busqué con la vista a tiempo de verle cerrar los ojos de nuevo—. Contigo, resulta demasiado fácil ser yo mismo.
Alcé su mano y la volví a un lado y al otro mientras contemplaba el brillo del sol sobre la palma. La sostuve cerca de mi rostro en un intento de descubrir las facetas ocultas de su piel.
—Dime qué piensas —susurró. Al mirarle descubrí que me estaba observando con repentina atención—. Me sigue resultando extraño no saberlo.
"Aún así... No creo que alguna vez vaya a acostumbrarme a eso", dijo Edward.
"Y será peor cuanto más te acerques a ella," sonrió maliciosamente Alice. "Siempre preguntándole que está pensando y nunca llegar a saberlo."
"Hmph", resopló Edward molesto.
—Bueno, ya sabes, el resto nos sentimos así todo el tiempo.
—Es una vida dura — ¿me imaginé el matiz de pesar en su voz?—. Aún no me has contestado.
—Deseaba poder saber qué pensabas tú —vacilé— y...
— ¿Y?
—Quería poder creer que eres real. Y deseaba no tener miedo.
"No debería haber dicho que tiene miedo", suspiró Edward. "Sobre todo porque no es el temor de que automáticamente pensaré que ella siente."
—No quiero que estés asustada.
La voz de Edward era apenas un murmullo suave. Escuché lo que en realidad no podía decir sinceramente, que no debía tener miedo, que no había nada de qué asustarse.
—Bueno, no me refería exactamente a esa clase de miedo, aunque, sin duda, es algo sobre lo que debo pensar.
Se movió tan deprisa que ni lo vi. Se sentó en el suelo, apoyado sobre el brazo derecho, y con la mano izquierda aún en las mías. Su rostro angelical estaba a escasos centímetros del mío. Podría haber retrocedido, debería haberlo hecho,
"Sus instintos humanos parecen haber sido completamente suprimidos", dijo Jasper.
 ante esa inesperada proximidad, pero era incapaz de moverme. Sus ojos dorados me habían hipnotizado.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —murmuró mirándome con atención.
Pero no pude contestarle. Olí su gélida respiración en mi cara como sólo lo había hecho una vez. Me derretía ante ese aroma dulce y delicioso. De forma instintiva y sin pensar, me incliné más cerca para aspirarlo.
"Eso no es justo, ella disfruta de mi perfume, cuando el suyo  me tortura", Edward puso mala cara.
"Es posible que también disfrutes su olor", dijo Carlisle. "Va a hacer que el veneno queme tu garganta, pero el olor es muy probable que sea atractivo para ti."
"Así que: una felicidad torturadora, mi clase favorita," rió Edward sombríamente.
Entonces, Edward desapareció. Su mano se desasió de la mía y se colocó a seis metros de distancia en el tiempo que me llevó enfocar la vista. Permanecía en el borde de la pequeña pradera, a la oscura sombra de un abeto enorme. Me miraba fijamente con expresión inescrutable y los ojos oscuros ocultos por las sombras.
"Ella estaba muy cerca de nuevo", dijo Edward cerrando los ojos y apretando el puente de su nariz. "Tenía la esperanza de que ya me hubiera acostumbrado un poco esta vez."
"Edward, creo que a partir de hoy todo va a estar bien", dijo Esme. "Al igual que Bella dijo en el capítulo anterior, tan pronto como este día pase todo será más fácil."
"Si ella logra sobrevivir al día hoy", dijo Edward con los dientes apretados.
Esme solo le dio una mirada reprobatoria.
Sentí la herida y la conmoción en mi rostro. Me picaban las manos vacías.
—Lo... lo siento, Edward —susurré. Sabía que podía escucharme.
—Concédeme un momento —replicó al volumen justo para que mis pocos sensitivos oídos lo oyeran. Me senté totalmente inmóvil.
Después de diez segundos, increíblemente largos, regresó, lentamente tratándose de él. Se detuvo a pocos metros y se dejó caer ágilmente al suelo para luego entrecruzar las piernas, sin apartar sus ojos de los míos ni un segundo. Suspiró profundamente dos veces y luego me sonrió disculpándose.
—Lo siento mucho —vaciló—. ¿Comprenderías a qué me refiero si te dijera que sólo soy un hombre?
Asentí una sola vez, incapaz de reírle la gracia. La adrenalina corrió por mis venas conforme fui comprendiendo poco a poco el peligro. Desde su posición, él lo olió y su sonrisa se hizo burlona.
—Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: la voz, el rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitase!
Se incorporó de forma inesperada, alejándose hasta perderse de vista para reaparecer detrás del mismo abeto de antes después de haber circunvalado la pradera en medio segundo.
"¿Qué haces idiota?" Alice le dijo con incredulidad.
"Yo... yo no sé lo que estoy haciendo", dijo Edward, luciendo tan incrédulo como Alice.
"Tú estas aterrorizándola", dijo Esme, frunciendo el ceño a Edward.
— ¡Como si pudieras huir de mí!
Rió con amargura, extendió una mano y arrancó del tronco del abeto una rama de un poco más de medio metro de grosor sin esfuerzo alguno en medio de un chasquido estremecedor. Con la misma mano, la hizo girar en el aire durante unos instantes y la arrojó a una velocidad de vértigo para estrellarla contra otro árbol enorme, que se agitó y tembló ante el golpe.
Y estuvo otra vez en frente de mí, a medio metro, inmóvil como una estatua.
— ¡Como si pudieras derrotarme! —dijo en voz baja.
Permanecí sentada sin moverme, temiéndolo como no lo había temido nunca.
"Idiota", murmuró Edward para sí mismo.
Nunca lo había visto tan completamente libre de esa fachada edificada con tanto cuidado. Nunca había sido menos humano ni más hermoso. Con el rostro ceniciento y los ojos abiertos como platos, estaba sentada como un pájaro atrapado por los ojos de la serpiente.
Un arrebato frenético parecía relucir en los adorables ojos de Edward. Luego, conforme pasaron los segundos, se apagaron y lentamente su expresión volvió a su antigua máscara de dolor.
"Por fin te diste cuenta de lo tonto que estás siendo," siseó Alice.
—No temas —murmuró con voz aterciopelada e involuntariamente seductora—. Te prometo... —vaciló—, te. juro que no te haré daño.
Parecía más preocupado de convencerse a sí mismo que a mí.
—No temas —repitió en un susurro mientras se acercaba con exagerada lentitud. Serpenteó con movimientos deliberadamente lentos para sentarse hasta que nuestros rostros se encontraron a la misma altura, a treinta centímetros.
—Perdóname, por favor —pidió ceremoniosamente—. Puedo controlarme. Me has pillado desprevenido, pero ahora me comportaré mejor.
"Eso espero,  porque si no me ayudas a conocer a Bella, juro que te hago daño", pensó Alice, mirando a su hermano.
Esperó, pero yo todavía era incapaz de hablar.
—Hoy no tengo sed —me guiñó el ojo—. De verdad.
Ante eso, no me quedó otro remedio que reírme, aunque el sonido fue tembloroso y jadeante.
— ¿Estás bien? —preguntó tiernamente, extendiendo el brazo lenta y cuidadosamente para volver a poner su mano de mármol en la mía.
Miré primero su fría y lisa mano, luego, sus ojos, laxos, arrepentidos; y después, otra vez la mano. Entonces, pausadamente volví a seguir las líneas de su mano con las yemas de los dedos. Alcé la vista y sonreí con timidez.
"Tienes suerte de que ella sea tan indulgente," dijo Alice
"Ya sé", sonrió Edward, aliviado.
—Bueno, ¿por dónde íbamos antes de que me comportara con tanta rudeza? —preguntó con las amables cadencias de principios del siglo pasado.
—La verdad es que no lo recuerdo.
Sonrió, pero estaba avergonzado.
—Creo que estábamos hablando de por qué estabas asustada, además del motivo obvio.
—Ah, sí.
— ¿Y bien?
Miré su mano y recorrí sin rumbo fijo la lisa e iridiscente palma. Los segundos pasaban.
— ¡Con qué facilidad me frustro! —musitó.
Jasper y Emmett se rieron de eso.
Edward solo los miro mal.
"Realmente no puedo esperar hasta que llegue aquí", dijo Emmett sin inmutarse con la mirada “Eddy necesita un poco de frustración en su vida."
Estudié sus ojos y de repente comprendí que todo aquello era casi tan nuevo para él como para mí. A él también le resultaba difícil a pesar de los muchos años de inconmensurable experiencia. Ese pensamiento me infundió coraje.
"Experiencia?", se rió Emmett. "Podrá haber vivido más de cien años, pero él no tiene ninguna experiencia en este departamento."
"Cállate", gruñó Edward. Después de unos segundos su rostro se volvió más sombrío y susurró, "Detente".
Emmett se rió entre dientes.
—Tengo miedo, además de por los motivos evidentes, porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería.
Mantuve los ojos fijos en sus manos mientras decía aquello en voz baja porque me resultaba difícil confesarlo.
—Sí —admitió lentamente—, es un motivo para estar asustado, desde luego. ¡Querer estar conmigo! En verdad, no te conviene nada.
"Deja de ser un idiota", se quejó Alice de nuevo queriendo desesperadamente golpearlo, pero su sonrisa le dijo que estaría preparado para ello
—Lo sé. Supongo que podría intentar no desearlo, pero dudo que funcionara.
—Deseo ayudarte, de verdad que sí —no había el menor rastro de falsedad en sus ojos límpidos—. Debería haberme alejado hace mucho, debería hacerlo ahora, pero no sé si soy capaz.
—No quiero que te vayas —farfullé patéticamente, mirándolo fijamente hasta lograr que apartara la vista.
—Irme, eso es exactamente lo que debería hacer, pero no temas, soy una criatura esencialmente egoísta.
"No podría estar más de acuerdo", sonrió Rosalie.
-Ansió demasiado tu compañía para hacer lo correcto.
—Me alegro.
— ¡No lo hagas! —retiró su mano, esta vez con mayor delicadeza. La voz de Edward era más áspera de lo habitual. Áspera para él, aunque más hermosa que cualquier voz humana. Resultaba difícil tratar con él, ya que sus continuos y repentinos cambios de humor siempre me producían desconcierto.
"Dímelo a mí", dijo Jasper. "Y yo ni siquiera tengo que lidiar con lo que el Edward del libro está pasando ... que tiene que ser mucho peor que este de aquí. Y eso que ya solía ser un dolor de cabeza."
"Cállate", gruñó Edward.
— ¡No es sólo tu compañía lo que anhelo! Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona.
Enmudeció y le vi contemplar con ojos ausentes el bosque.
Medité sus palabras durante unos instantes.
—Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres... Al menos la última parte.
Edward me miró de nuevo y sonrió con picardía. Su humor volvía a cambiar.
— ¿Cómo te explicaría? —musitó—. Y sin aterrorizarte de nuevo...
Volvió a poner su mano sobre la mía, al parecer de forma inconsciente, y la sujeté con fuerza entre las mías. Miró nuestras manos y suspiró.
—Esto es asombrosamente placentero... el calor.
Edward sonrió.
Transcurrió un momento hasta que puso en orden sus ideas y continuó:
—Sabes que todos disfrutamos de diferentes sabores. Algunos prefieren el helado de chocolate y otros el de fresa.
"Parece que nuestra teoría del está a punto de ser confirmado", sonrió Carlisle.

Asentí.
—Lamento emplear la analogía de la comida, pero no se me ocurre otra forma de explicártelo.
Le dediqué una sonrisa y él me la devolvió con pesar.
—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
«Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma... En tal caso, ¿cómo crees que le iría?
Permanecimos sentados en silencio, mirándonos a los ojos el uno al otro en un intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.
"No creo que ella lo consiga", dijo Jasper.
Edward fue el primero en romper el silencio.
—Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el ejemplo.
—Bueno, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? —le pregunté para tomarle el pelo y animarle.
"Esa es una mejor analogía", dijo Jasper. "Y explica mejor tus cambios de humor y constante necesidad de estar cerca de ella."
Sonrió de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.
—Sí, tú eres exactamente mi marca de heroína.
— ¿Sucede eso con frecuencia?
Miró hacia las copas de los árboles mientras pensaba la respuesta.
—He hablado con mis hermanos al respecto —prosiguió con la vista fija en la lejanía—. Para Jasper, todos los humanos sois más de lo mismo. El es el miembro más reciente de nuestra familia y ha de esforzarse mucho para conseguir una abstinencia completa. No ha dispuesto de tiempo para hacerse más sensible a las diferencias de olor, de sabor
"Caramba, gracias Edward," se quejó Jasper, con aspecto deprimido.
 —súbitamente me miró con gesto de disculpa—. Lo siento.
—No me molesta. Por favor, no te preocupes por ofenderme o asustarme o lo que sea... Es así como piensas. Te entiendo, o al menos puedo intentarlo. Explícate como mejor puedas.
—De modo que Jasper no está seguro de si alguna vez se ha cruzado con alguien tan... —Edward titubeó, en busca de la palabra adecuada—, tan apetecible como tú me resultas a mí. Eso me hizo reflexionar mucho. Emmett es el que hace más tiempo que ha dejado de beber, por decirlo de alguna manera, y comprende lo que quiero decir. Dice que le sucedió dos veces, una con más intensidad que otra.
"Esos olían increíbles," dijo Emmett, obviamente, recordando, pero parecía triste cuando lo dijo
— ¿Y a ti?
—Jamás.
La palabra quedó flotando en la cálida brisa durante unos momentos.
— ¿Qué hizo Emmett? —le pregunté para romper el silencio.
"Pregunta equivocada", se quejó Edward.
Era la pregunta equivocada. Su rostro se ensombreció y sus manos se crisparon entre las mías. Aguardé, pero no me iba a contestar.
—Creo saberlo —dije al fin.
Alzó la vista. Tenía una expresión melancólica, suplicante.
—Hasta el más fuerte de nosotros recae en la bebida, ¿verdad?
— ¿Qué me pides? ¿Mi permiso? —
"Maldita sea, no quise decir eso", dijo Edward, sorprendido de que ella dijo eso. "Yo nunca le pediría eso... yo estaba defendiendo a Emmett."
mi voz sonó más mordaz de lo que pretendía. Intenté modular un tono más amable. Suponía que aquella sinceridad le estaba costando mucho esfuerzo—. Quiero decir, entonces, ¿no hay esperanza?
¡Con cuánta calma podía discutir sobre mi propia muerte!
"Hay esperanza", respondió Emmett antes de que Edward llegara a estar más deprimido de lo que ya estaba. "Edward es mucho más fuerte que yo en ese departamento ... ya que ella sigue todavía. Además, yo no conocía y no me importaban importado aquellas chicas como Eddy con Bella."
"Gracias Em", dijo Edward relajándose un poco.
— ¡No, no! —Se compungió casi al momento—. ¡Por supuesto que hay esperanza! Me refiero a que..., por supuesto que no voy a... —dejó la frase en el aire. Mis ojos inflamaban las llamaradas de los suyos—. Es diferente para nosotros. En cuanto a Emmett y esos dos desconocidos con los que se cruzó... Eso sucedió hace mucho tiempo y él no era tan experto y cuidadoso como lo es ahora.
Se sumió en el silencio y me miró intensamente.
—De modo que si nos hubiéramos encontrado... en... un callejón oscuro o algo parecido... —mi voz se fue apagando.
—Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase llena de niños y... —enmudeció bruscamente y desvió la mirada—. Cuando pasaste a mi lado, podía haber arruinado en el acto todo lo que Carlisle ha construido para nosotros. No hubiera sido capaz de refrenarme si no hubiera estado controlando mi sed durante los últimos... bueno, demasiados años.
"Esa no es la única razón", dijo Esme dulcemente. "Tú eres más fuerte que lo que tú crees que eres."
Se detuvo a contemplar los árboles. Me lanzó una mirada sombría mientras los dos lo recordábamos.
—Debiste de pensar que estaba loco.
—No comprendí el motivo. ¿Cómo podías odiarme con tanta rapidez...?
—Para mí, parecías una especie de demonio convocado directamente desde mi infierno particular para arruinarme. La fragancia procedente de tu piel... El primer día creí que me iba a trastornar. En esa única hora, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme...
"No puedo creer que estés hablando tan casualmente de tus estrategias para matarla", dijo Jasper moviendo la cabeza. "Y que lo esté tomando con tanta calma."
Entonces, buscó con la mirada mi rostro asombrado mientras yo intentaba asimilar sus amargos recuerdos. Debajo de sus pestañas, sus ojos dorados ardían, hipnóticos, letales.
—Y tú hubieras acudido —me aseguró.
Intenté hablar con serenidad.
—Sin duda.
Torció el gesto y me miró las manos, liberándome así de la fuerza de su mirada.
—Luego intenté cambiar la hora de mi programa en un estéril intento de evitarte y de repente ahí estabas tú, en esa oficina pequeña y caliente, y el aroma resultaba enloquecedor. Estuve a punto de tomarte en ese momento. Sólo había otra frágil humana... cuya muerte era fácil de arreglar.
Temblé a pesar de estar al sol cuando de nuevo reaparecieron mis recuerdos desde su punto de vista, sólo ahora me percataba del peligro. ¡Pobre señora Cope! Me estremecí al pensar lo cerca que había estado de ser la responsable de su muerte sin saberlo.
Edward se rió sombríamente.
"¿Qué es tan gracioso?" Preguntó Carlisle.
"Que ella se culpa," dijo Edward. "Sería por mi culpa, pero ella se culpa a si misma".
—No sé cómo, pero resistí. Me obligué a no esperarte ni a seguirte desde el instituto. Fuera, donde ya no te podía oler, resultó más fácil pensar con claridad y adoptar la decisión correcta. Dejé a mis hermanos cerca de casa. Estaba demasiado avergonzado para confesarles mi debilidad, sólo sabían que algo iba mal... Entonces me fui directo al hospital para ver a Carlisle y decirle que me marchaba.
"En realidad te fuiste," suspiró Esme.
Lo miré fijamente, sorprendida.
—Intercambiamos nuestros coches, ya que el suyo tenía el depósito lleno y yo no quería detenerme. No me atrevía a ir a casa y enfrentarme a Esme.
"Ni siquiera te despediste", dijo Esme.
-Ella no me hubiera dejado ir sin montarme una escenita, hubiera intentado convencerme de que no era necesario...
"Bueno, no era necesario", dijo Esme.
"Realmente creo que si lo fue," dijo Edward. "Tuve que fortalecer mi decisión si yo iba a estar cerca de ella."
A la mañana siguiente estaba en Alaska —
"Así que fuiste a ver a Tanya," dijo Esme, parecía que estaba un poco
contenta de que él iba a estar en familia y que no estaba demasiado lejos.
parecía avergonzado, como si estuviera admitiendo una gran cobardía—. Pasé allí dos días con unos viejos conocidos, pero sentí nostalgia de mi hogar. Detestaba saber que había defraudado a Esme y a los demás, mi familia adoptiva. Resultaba difícil creer que eras tan irresistible respirando el aire puro de las montañas. Me convencí de que había sido débil al escapar. Me había enfrentado antes a la tentación, pero no de aquella magnitud, no se acercaba ni por asomo, pero yo era fuerte, ¿y quién eras tú? ¡Una chiquilla insignificante! —
"Ella no es insignificante", murmuró Edward.
"¿Discutes contigo mismo hermano?", sonrió Jasper.
"Cállate", se quejó Edward.
de repente sonrió de oreja a oreja—. ¿Quién eras tú para echarme del lugar donde quería estar? De modo que regresé...
Miró al infinito. Yo no podía hablar.
—Tomé precauciones, cacé y me alimenté más de lo acostumbrado antes de volver a verte. Estaba decidido a ser lo bastante fuerte para tratarte como a cualquier otro humano. Fui muy arrogante en ese punto. Existía la incuestionable complicación de que no podía leerte los pensamientos para saber cuál era tu reacción hacia mí. No estaba acostumbrado a tener que dar tantos rodeos. Tuve que escuchar tus palabras en la mente de Jessica, que, por cierto, no es muy original, y resultaba un fastidio tener que detenerme ahí, sin saber si realmente querías decir lo que decías. Todo era extremadamente irritante.
Torció el gesto al recordarlo.
—Quise que, de ser posible, olvidaras mi conducta del primer día, por lo que intenté hablar contigo como con cualquier otra persona. De hecho, estaba ilusionado con la esperanza de descifrar algunos de tus pensamientos. Pero tú resultaste demasiado interesante, y me vi atrapado por tus expresiones... Y de vez en cuando alargabas la mano o movías el pelo..., y el aroma me aturdía otra vez.
»Entonces estuviste a punto de morir aplastada ante mis propios ojos. Más tarde pensé en una excusa excelente para justificar por qué había actuado así en ese momento, ya que tu sangre se hubiera derramado delante de mí de no haberte salvado y no hubiera sido capaz de contenerme y revelar a todos lo que éramos.
"Oh, eso es en realidad una excusa bastante buena", dijo Edward. "¿Por qué no pensé en eso?"
"Bueno, lo hiciste", dijo Alice. "En esta habitación simplemente no tenías ni la presión ni el tiempo para llegar a ella."
Pero me inventé esa excusa más tarde. En ese momento, todo lo que pensé fue: «Ella, no».
Cerró los ojos, ensimismado en su agónica confesión. Yo le escuchaba con más deseo de lo racional. El sentido común me decía que debería estar aterrada. En lugar de eso, me sentía aliviada al comprenderlo todo por fin.
"La curiosidad es más importante que su vida", se quejó Edward..
Y me sentía llena de compasión por lo que Edward había sufrido, incluso ahora, cuando había confesado el ansia de tomar mi vida.
Finalmente, fui capaz de hablar, aunque mi voz era débil:
— ¿Y en el hospital?
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Estaba horrorizado. Después de todo, no podía creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo mismo hubiera quedado a tu merced... De entre todos, tenías que ser tú. Como si necesitara otro motivo para matarte —ambos nos acobardamos cuando se le escapó esa frase—. Pero tuvo el efecto contrario —continuó apresuradamente—, y me enfrenté con Rosalie, Emmett y Jasper cuando sugirieron que te había llegado la hora...
"No", exclamó Emmett sintiéndose horrorizado.
"No creo que realmente debas preocuparte por eso", dijo Rosalie a su marido que lucia totalmente enloquecido en estos momentos. "Probablemente solo me estabas apoyando… y no te importaba de cualquier manera."
"Vaya que me haces sentir mejor", murmuró Emmett.
"Por otro lado yo…", dijo Jasper luciendo bien deprimido. "Yo ni siquiera pensé en eso antes - yo haría cualquier cosa para proteger a nuestra familia... me pregunto qué me detuvo".
"Debo haber dicho que no lo permitiría", dijo Edward.
Jasper lo miro calculadoramente, "no estoy seguro de que eso fuera suficiente".
"Yo te dije que no lo hagas," dijo Alice luciendo sumamente segura como siempre.
Jasper movió la cabeza hacia ella y dijo "Tal vez".
"No tal vez... vi que ella iba a ser mi amiga y te pedí que no la dañaras", sonrió Alice con confianza, esa era la forma en que las cosas funcionaban para ella (tan pronto como tenía una visión así, ella lo tomaba como la realidad antes de esperar a que pase).
"Tú sabes que yo no podría hacer nada una vez que me dijeras que no", sonrió Jasper, más feliz  de lo que habría imaginado por que él no le  hizo daño a esa chica
 Fue la peor discusión que hemos tenido nunca. Carlisle se puso de mi lado, y Alice —hizo una mueca cuando pronunció su nombre, no imaginé la razón.
"Yo estaba de tu lado, ¿por qué estás haciendo muecas?" Alice dijo mirándolo furiosa.
"Honestamente no lo sé", Edward se encogió de hombros.
—Esme dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para quedarme.
Edward sacudió la cabeza con indulgencia.
—Me pasé todo el día siguiente fisgando en las mentes de todos con quienes habías hablado, sorprendido de que hubieras cumplido tu palabra. No te comprendí en absoluto, pero sabía que no me podía implicar más contigo. Hice todo lo que estuvo en mi mano para permanecer lo más lejos de ti. Y todos los días el aroma de tu piel, tu respiración, tu pelo... me golpeaba con la misma fuerza del primer día.
Nuestras miradas se encontraron otra vez. Los ojos de Edward eran sorprendentemente tiernos.
—Y por todo eso —prosiguió—, hubiera preferido delatarnos en aquel primer momento que herirte aquí, ahora, sin testigos ni nada que me detenga.
Era lo bastante humana como para tener preguntar:
— ¿Por qué?
—Isabella —pronunció mi nombre completo con cuidado al tiempo que me despeinaba el pelo con la mano libre; un estremecimiento recorrió mi cuerpo ante ese roce fortuito—. No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno —fijó su mirada en el suelo, nuevamente avergonzado—. La idea de verte inmóvil, pálida, helada...
"¿Quieres decir muerta?" -Preguntó Alice.
"Por supuesto", respondió Edward, mirando confundido por la pregunta que tenía una respuesta tan obvia.
"Casi suena como si nos describieras," Dijo Alice. "Como si tuvieras miedo de que se convirtiera en un vampiro."
"No quiero que ella lo sea", dijo Edward temblando.
"Sin embargo, es la única lógica..." Alice comenzó a decir.
"¡No!" Edward gritó. "Ella permanecerá humana y eso es definitivo. No voy a poner en peligro su alma."
No volver a ver cómo te ruborizas, no ver jamás esa chispa de intuición en los ojos cuando sospechas mis intenciones... Sería insoportable —clavó sus hermosos y torturados ojos en los míos—. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca.
La cabeza empezó a darme vueltas ante el rápido giro que había dado nuestra conversación. Desde el alegre tema de mi inminente muerte de repente nos estábamos declarando.
"Ella encuentra la segunda parte más aterradora", suspiró Edward.
Aguardó, y supe que sus ojos no se apartaban de mí a pesar de fijar los míos en nuestras manos. Al final, dije:
—Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti —hice una mueca—. Soy idiota.
"Tú no eres la única", se rió Edward.
—Eres idiota —aceptó con una risa.
Nuestras miradas se encontraron y también me reí. Nos reímos juntos de lo absurdo y estúpido de la situación.
—Y de ese modo el león se enamoró de la oveja... —murmuró. Desvié la vista para ocultar mis ojos mientras me estremecía al oírle pronunciar la palabra.
— ¡Qué oveja tan estúpida! —musité.
— ¡Qué león tan morboso y masoquista!
"Realmente te gusta torturarte a ti mismo ¿no es así?", se rió Emmett y Edward se encogió de hombros y se rió de eso.
Su mirada se perdió en el bosque y me pregunté dónde estarían ahora sus pensamientos.
— ¿Por qué...? —comencé, pero luego me detuve al no estar segura de cómo proseguir.
Edward me miró y sonrió. El sol arrancó un destello a su cara, a sus dientes.
— ¿Sí?
—Dime por qué huiste antes.
Su sonrisa se desvaneció.
—Sabes el porqué.
—No, lo que quería decir exactamente es ¿qué hice mal?
"No es nada que ella hizo", dijo Edward. "Esto va a ser  demasiado molesto... ella siempre se culpa".
 Ya sabes, voy a tener que estar en guardia, por lo que será mejor aprender qué es lo que no debería hacer. Esto, por ejemplo —le acaricié la base de la mano—, parece que no te hace mal.
Volvió a sonreír.
—Bella, no hiciste nada mal. Fue culpa mía.
—Pero quiero ayudar si está en mi mano, hacértelo más llevadero.
"Esa es realmente una buena idea", dijo Carlisle. "Cualquier cosa para ayudarte será bueno."
—Bueno... —meditó durante unos instantes—. Sólo fue lo cerca que estuviste. Por instinto, la mayoría de los hombres nos rehúyen repelidos por nuestra diferenciación... No esperaba que te acercaras tanto, y el olor de tu garganta...
"¿Se te hace agua la boca?", sonrió Emmett.
"Emmett," Edward gruñó, mirándolo con los ojos desorbitados del horror. "No bromees sobre eso."
Se calló ipso facto mirándome para ver si me había asustado.
—De acuerdo, entonces —respondí con displicencia en un intento de aliviar la atmósfera, repentinamente tensa, y me tapé el cuello—, nada de exponer la garganta.
Emmett trataba con muchísimo esfuerzo no reír,  pero cuando escucho a Edward soltar una risita, sabiendo que todo estaba bien, no se contuvo y río tontamente.
Funcionó. Rompió a reír.
—No, en realidad, fue más la sorpresa que cualquier otra cosa.
Alzó la mano libre y la depositó con suavidad en un lado de mi garganta. Me quedé inmóvil. El frío de su tacto era un aviso natural, un indicio de que debería estar aterrada, pero no era miedo lo que sentía, aunque, sin embargo, había otros sentimientos...
—Ya lo ves. Todo está en orden.
Se me aceleró el pulso, y deseé poder refrenarlo al presentir que eso, los latidos en mis venas, lo iba a dificultar todo un poco más. Lo más seguro es que él pudiera oírlo.
—El rubor de tus mejillas es adorable —murmuró.
Liberó con suavidad la otra mano. Mis manos cayeron flácidas sobre mi vientre. Me acarició la mejilla con suavidad para luego sostener mi rostro entre sus manos de mármol.
—Quédate muy quieta —susurró. ¡Como si no estuviera ya petrificada!
"Ooooww, ¿qué vas a hacer", dijo Emmett emocionado.
Lentamente, sin apartar sus ojos de los míos, se inclinó hacia mí. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyó su mejilla contra la base de mi garganta. Apenas era capaz de moverme, incluso aunque hubiera querido. Oí el sonido de su acompasada respiración mientras contemplaba cómo el sol y la brisa jugaban con su pelo de color bronce, la parte más humana de Edward.
Me estremecí cuando sus manos se deslizaron cuello abajo con deliberada lentitud. Le oí contener el aliento, pero las manos no se detuvieron y suavemente siguieron su descenso hasta llegar a mis hombros, y entonces se detuvieron.
Dejó resbalar el rostro por un lado de mi cuello, con la nariz rozando mi clavícula. A continuación, reclinó la cara y apretó la cabeza tiernamente contra mi pecho......
"Wow Eddy, y en la primera cita," rió Emmett.
“Edward creímos que eras un caballero” se unió Jasper a las risas de Emmett.
“Oh, cállense los dos” gruño Edward
escuchando los latidos de mi corazón.
—Ah.
Suspiró.
No sé cuánto tiempo estuvimos sentados sin movernos. Pudieron ser horas. Al final, mi pulso se sosegó, pero Edward no se movió ni me dirigió la palabra mientras me sostuvo. Sabía que en cualquier momento él podría no contenerse y mi vida terminaría tan deprisa que ni siquiera me daría cuenta,
Edward se estremeció.
 aunque eso no me asustó. No podía pensar en nada, excepto en que él me tocaba.
Tanto Emmett como Jasper parecían querer decir algo ya que empezaron a reírse, pero ambos recibieron un golpe en la nuca exactamente al mismo tiempo de sus esposas por lo que desistieron… por ahora.
Luego, demasiado pronto, me liberó.
Sus ojos estaban llenos de paz cuando dijo con satisfacción:
—No volverá a ser tan arduo.
— ¿Te ha resultado difícil?
—No ha sido tan difícil como había supuesto.
"Eso es bueno", sonrió Edward.
_¿Y a ti?
—No, para mí no lo ha sido en absoluto.
Sonrió ante mi entonación.
—Sabes a qué me refiero.
Le sonreí.
—Toca —tomó mi mano y la situó sobre su mejilla—. ¿Notas qué caliente está?
Su piel habitualmente gélida estaba casi caliente, pero apenas lo noté, ya que estaba tocando su rostro, algo con lo que llevaba soñando desde el primer día que le vi.
—No te muevas —susurré.
Nadie podía permanecer tan inmóvil como Edward.
"Eh... en realidad un vampiro puede estar tan inmóvil como Edward", señaló Jasper riéndose levemente.
Cerró los ojos y se quedó tan quieto como una piedra, una estatua debajo de mi mano.
Me moví incluso más lentamente que él, teniendo cuidado de no hacer ningún movimiento inesperado. Rocé su mejilla, acaricié con delicadeza sus párpados y la sombra púrpura de las ojeras. Tuve sus labios entreabiertos debajo de mi mano y sentí su fría respiración en las yemas de los dedos. Quise inclinarme para inhalar su aroma,
"No creo que eso sea muy inteligente", dijo Edward casi preocupado.
"No te preocupes, ahora ella es más consciente de lo que hace", dijo Carlisle. "Ella no quiere hacer nada que pueda hacerte daño... incluso si lo que te lastima sea ella...."
pero dejé caer la mano y me alejé, sin querer llevarle demasiado lejos.
Carlisle sonrió a su hijo.
Abrió los ojos, y había hambre en ellos.
 No la suficiente para atemorizarme, pero lo bastante para que se me hiciera un nudo en el estómago y el pulso se me acelerara mientras la sangre de mis venas no cesaba de martillar.
"Mira, Eddy finalmente te estás soltando!" Emmett vitoreó.
—Querría —susurró—, querría que pudieras sentir la complejidad... la confusión que yo siento, que pudieras entenderlo.
Llevó la mano a mi pelo y luego recorrió mi rostro.
—Dímelo —musité.
—Dudo que sea capaz. Por una parte, ya te he hablado del hambre..., la sed, y te he dicho la criatura deplorable que soy y lo que siento por ti. Creo que, por extensión, lo puedes comprender, aunque —prosiguió con una media sonrisa— probablemente no puedas identificarte por completo al no ser adicta a ninguna droga. Pero hay otros apetitos... —me hizo estremecer de nuevo al tocarme los labios con sus dedos—, apetitos que ni siquiera entiendo, que me son ajenos.
"Sólo tienes que satisfacerlos y ya", rió Emmett.
—Puede que lo entienda mejor de lo que crees.
—No estoy acostumbrado a tener apetitos tan humanos. ¿Siempre es así?
—No lo sé —me detuve—. Para mí también es la primera vez.
Sostuvo mis manos entre las suyas, tan débiles en su hercúlea fortaleza.
—No sé lo cerca que puedo estar de ti —admitió—. No sé si podré...
Me incliné hacia delante muy despacio, avisándole con la mirada. Apoyé la mejilla contra su pecho de piedra. Sólo podía oír su respiración, nada más.
—Esto basta.
"No, no lo es", dijo Emmett, casi decepcionado.
Cerré los ojos y suspiré. En un gesto muy humano, me rodeó con los brazos y hundió el rostro en mi pelo.
—Se te da mejor de lo que tú mismo crees —apunté.
—Tengo instintos humanos. Puede que estén enterrados muy hondo, pero están ahí.
Permanecimos sentados durante otro periodo de tiempo inmensurable. Me preguntaba si le apetecería moverse tan poco como a mí,
"Definitivamente," dijo Edward.
pero podía ver declinar la luz y la sombra del bosque comenzaba a alcanzarnos. Suspiré.
—Tienes que irte.
—Creía que no podías leer mi mente —le acusé.
—Cada vez resulta más fácil.
Noté un atisbo de humor en el tono de su voz.
"No, no lo creo", dijo Edward.
"Tú debes ser capaz de leer mejor su cara", sugirió Alice
Me tomó por los hombros y le miré a la cara. En un arranque de repentino entusiasmo, me preguntó:
— ¿Te puedo enseñar algo?
— ¿El qué?
—Te voy a enseñar cómo viajo por el bosque —vio mi expresión aterrada.
"Vas a correr con ella?" Alice dijo.
"Sí, ¿por qué no?" Edward dijo, estaba sonriendo precisamente ante la idea de libertad que le producía correr… era su actividad favorita, después de todo.
"Tú has visto cómo ella reaccionó cuando tu conducías," Alice sonrió.
"Oh", suspiró Edward.
-No te preocupes, vas a estar a salvo, y llegaremos al coche mucho antes.
Sus labios se curvaron en una de esas sonrisas traviesas tan hermosas que casi detenían el latir de mi corazón.
¿Te vas a convertir en murciélago? —pregunté con recelo.
Todos se rieron de eso.
Rompió a reír con más fuerza de la que le había oído jamás.
— ¡Como si no hubiera oído eso antes!
—Vale, ya veo que no voy a conseguir quedarme contigo.
—Vamos, pequeña cobarde, súbete a mi espalda.
"¿Pequeña cobarde?", se burló Emmett. "Ella no es ninguna cobarde."
Aguardé a ver si bromeaba, pero al parecer lo decía en serio. Me dirigió una sonrisa al leer mi vacilación y extendió los brazos hacia mí. Mi corazón reaccionó. Aunque Edward no pudiera leer mi mente, el pulso siempre me delataba. Procedió a ponerme sobre su espalda, con poco esfuerzo por mi parte, aunque, cuando ya estuve acomodada, lo rodeé con brazos y piernas con tal fuerza que hubiera estrangulado a una persona normal. Era como agarrarse a una roca.
—Peso un poco más de la media de las mochilas que sueles llevar —le avisé.
"Como si lo sintiera", se rió Edward.
— ¡Bahh.! —resopló. Casi pude imaginarle poniendo los ojos en blanco. Nunca antes le había visto tan animado.
Me sobrecogió cuando de forma inesperada me aferró la mano y presionó la palma sobre el rostro para inhalar profundamente.
—Cada vez más fácil —musitó.
Y entonces echó a correr.
Si en alguna ocasión había tenido miedo en su presencia, aquello no era nada en comparación con cómo me sentí en ese momento.
"Argh, ella siempre toma las cosas más absurdas para tener miedo", se quejó Edward.
Cruzó como una bala, como un espectro, la oscura y densa masa de maleza del bosque sin hacer ruido, sin evidencia alguna de que sus pies rozaran el suelo. Su respiración no se alteró en ningún momento, jamás dio muestras de esforzarse, pero los árboles pasaban volando a mi lado a una velocidad vertiginosa, no golpeándonos por centímetros.
Estaba demasiado aterrada para cerrar los ojos, aunque el frío aire del bosque me azotaba el rostro hasta escocerme. Me sentí como si en un acto de estupidez hubiera sacado la cabeza por la ventanilla de un avión en pleno vuelo, y experimenté el acelerado desfallecimiento del mareo.
"Argh", se quejó Edward de nuevo.
Entonces, terminó. Aquella mañana habíamos caminado durante horas para alcanzar el prado de Edward, y ahora, en cuestión de minutos, estábamos de regreso junto al monovolumen.
—Estimulante, ¿verdad? —dijo entusiasmado y con voz aguda.
Se quedó inmóvil, a la espera de que me bajara. Lo intenté, pero no me respondían los músculos. Me mantuve aferrada a él con brazos y piernas mientras la cabeza no dejaba de darme vueltas.
— ¿Bella? —preguntó, ahora inquieto.
—Creo que necesito tumbarme —respondí jadeante.
—Ah, perdona —me esperó, pero aun así no me pude mover.
—Creo que necesito ayuda —admití.
"Ah, pobre Bella," se rió Emmett.
Se rió quedamente y deshizo suavemente mi presa alrededor de su cuello. No había forma de resistir la fuerza de hierro de sus manos. Luego, me dio la vuelta y quedé frente a él, y me acunó en sus brazos como si fuera una niña pequeña. Me sostuvo en vilo un momento para luego depositarme sobre los mullidos helechos.
— ¿Qué tal te encuentras?
No estaba muy segura de cómo me sentía, ya que la cabeza me daba vueltas de forma enloquecida.
—Mareada, creo.
—Pon la cabeza entre las rodillas.
"Sí eso debe ayudarla, y dile que respire profundo también", dijo Carlisle.
Todos le miraron con las cejas levantadas, y al segundo se echaron a reír.
Intenté lo que me indicaba, y ayudó un poco. Inspiré y espiré lentamente sin mover la cabeza. Me percaté de que se sentaba a mi lado. Pasado el mal trago, pude alzar la cabeza. Me pitaban los oídos.
—Supongo que no fue una buena idea —musitó.
Intenté mostrarme positiva, pero mi voz sonó débil cuando respondí:
—No, ha sido muy interesante.
"Es demasiado", se rió Edward. "Nadie va a creerle eso."
— ¡Vaya! Estás blanca como un fantasma, tan blanca como yo mismo.
—Creo que debería haber cerrado los ojos.
—Recuérdalo la próxima vez.
— ¡¿La próxima vez?! —gemí.
"Por supuesto", dijo Edward. "No puedo ir a su ritmo siempre."
Edward se rió, seguía de un humor excelente.
—Fanfarrón —musité.
—Bella, abre los ojos —rogó con voz suave.
Y ahí estaba él, con el rostro demasiado cerca del mío. Su belleza aturdió mi mente... Era demasiada, un exceso al que no conseguía acostumbrarme.
—Mientras corría, he estado pensando...
 — En no estrellarnos contra los árboles, espero.
 Emmett se echó a reír y todo el mundo pronto se le unió.
Tonta Bella —rió entre dientes—. Correr es mi segunda naturaleza, no es algo en lo que tenga que pensar.
—Fanfarrón —repetí. Edward sonrió.
—No. He pensado que había algo que quería intentar.
Y volvió a tomar mi cabeza entre sus manos.
"Ah bueno, finalmente vamos a hacer algo," Alice sonrió ampliamente y Edward parecía preocupado.
“Eddy, que vas a hacer?” moviendo sus cejas sugestivamente acompañado de una risotada.
“Si, Edward dinos que vas a hacer?” con un tono sugerente que hizo reír a un mas a Emmett.
Pero Edward estaba demasiado preocupado por lo que podría pasar en ese momento como para intentar matar a sus hermanos por burlarse de él.
No pude respirar.
Vaciló... No de la forma habitual, no de una forma humana, no de la manera en que un hombre podría vacilar antes de besar a una mujer para calibrar su reacción e intuir cómo le recibiría. Tal vez vacilaría para prolongar el momento, ese momento ideal previo, muchas veces mejor que el beso mismo.
Edward se detuvo vacilante para probarse a sí mismo y ver si era seguro, para cerciorarse de que aún mantenía bajo control su necesidad.
"Vaya, eso suena muy romántico", bromeó Alice.
Entonces sus fríos labios de mármol presionaron muy suavemente los míos.
Esme sonrió a Edward, pero no dijo nada.
Para lo que ninguno de los dos estaba preparado era para mi respuesta.
"Oh, genial", se quejó Edward.
Emmett y Jasper a estas alturas trataban de contenerse con sus risas debido a la mirada de advertencia de Esme.
La sangre me hervía bajo la piel quemándome los labios. Mi respiración se convirtió en un violento jadeo. Aferré su pelo con los dedos, atrayéndolo hacia mí, con los labios entreabiertos para respirar su aliento embriagador.
"Ella no puede controlarse a sí misma contigo", se rió Emmett no mirando a Esme por las dudas.
“Bueno, no pueden ser los dos unos santurrones, y ese hermano ya es tu puesto desde hace mas de 100 años, así que no le dejas mas opción a Bella de tomar las riendas de su relación” dijo Jasper en un tono totalmente serio acorde a un psicólogo que le habla a su paciente pero no pudo sostenerlo mucho tiempo  y echo a reírse chocando los cinco con Emmett.
"Justo lo que necesitaba," Edward suspiró, pero con una especie de sonrisa también, pensando en hacer lo que mismo que el Edward del libro.
Inmediatamente, sentí que sus labios se convertían en piedra. Sus manos gentilmente pero con fuerza, apartaron mi cara. Abrí los ojos y vi su expresión vigilante.
— ¡Huy! —musité.
"Eso es todo lo que ella va a decir", se quejó Edward. "Después de poner en peligro a sí misma de esa manera."
“Ay Eddy, no seas aguafiestas! Que ya todos sabemos que te gusto” dijo Emmett mientras que le picaba con el dedo.
Edward si hubiera podido sonrojarse, era seguro que lo hubiera hecho, así que solo le gruño en respuesta quitándoles su mano de encima.
—Eso es quedarse corto.
Sus ojos eran feroces y apretaba la mandíbula para controlarse, sin que todavía se descompusiera su perfecta expresión. Sostuvo mi rostro a escasos centímetros del suyo, aturdiéndome.
— ¿Debería...?
Intenté desasirme para concederle cierto espacio, pero sus manos no me permitieron alejarme más de un centímetro.
"En realidad, su movimiento es más peligroso", dijo Carlisle. "Va a agitar el aire."
—No. Es soportable. Aguarda un momento, por favor —pidió con voz amable, controlada.
Mantuve la vista fija en sus ojos, contemplé como la excitación que lucía en ellos se sosegaba. Entonces, me dedicó una sonrisa sorprendentemente traviesa.
— ¡Listo! —exclamó, complacido consigo mismo.
Edward realmente sonreía, tenía miedo de que él no hubiera podido estar tan cerca de ella debido a su olor.
— ¿Soportable? —pregunté.
—Soy más fuerte de lo que pensaba —rió con fuerza—. Bueno es saberlo.
—Desearía poder decir lo mismo. Lo siento.
"No te disculpes, fue muy entretenido," rió Emmett.
—Después de todo, sólo eres humana.
—Muchas gracias —repliqué mordazmente.
Se puso de pie con uno de sus movimientos ágiles, rápidos, casi invisibles. Me tendió su mano, un gesto inesperado, ya que estaba demasiado acostumbrada a nuestro habitual comportamiento de nulo contacto.
"Ya lo he superado", sonrió Edward.
Tomé su mano helada, ya que necesitaba ese apoyo más de lo que creía. Aún no había recuperado el equilibrio.
— ¿Sigues estando débil a causa de la carrera? ¿O ha sido mi pericia al besar?
¡Qué desenfadado y humano parecía su angelical y apacible rostro cuando se reía! Era un Edward diferente al que yo conocía, y estaba loca por él. Ahora, separarme me iba a causar un dolor físico.
—No puedo estar segura, aún sigo grogui —conseguí responderle—. Creo que es un poco de ambas cosas.
—Tal vez deberías dejarme conducir.
— ¿Estás loco? —protesté.
"No, pero al parecer ella sí", se rió Edward.
—Conduzco mejor que tú en tu mejor día —se burló—. Tus reflejos son mucho más lentos.
—Estoy segura de eso, pero creo que ni mis nervios ni mi coche seríamos capaces de soportarlo.
—Un poco de confianza, Bella, por favor.
Tenía la mano en el bolsillo, crispada sobre las llaves. Fruncí los labios con gesto pensativo y sacudí la cabeza firmemente.
—No. Ni en broma.
"Puede confiarte su vida, pero esto no... Tu forma de conducir es demasiado peligrosa", se rió Emmett.
Arqueó las cejas con incredulidad.
Comencé a dar un rodeo a su lado para dirigirme al asiento del conductor. Puede que me hubiera dejado pasar si no me hubiese tambaleado ligeramente. Puede que no.
—Bella, llegados a este punto, ya he invertido un enorme esfuerzo personal en mantenerte viva. No voy a dejar que te pongas detrás del volante de un coche cuando ni siquiera puedes caminar en línea recta. Además, no hay que dejar que los amigos conduzcan borrachos —citó con una risita mientras su brazo creaba una trampa ineludible alrededor de mi cintura.
—No puedo rebatirlo —dije con un suspiro. No había forma de sortearlo ni podía resistirme a él.
"Argh, y ella es la única persona que podría detenerte también", dijo Emmett.
Alcé las llaves y las dejé caer, observando que su mano, veloz como el rayo, las atrapaba sin hacer ruido—. Con calma... Mi monovolumen es un señor mayor.
—Muy sensata —aprobó.
— ¿Y tú no estás afectado por mi presencia? ——pregunté con enojo.
"Irrevocablemente", sonrió Edward.
Sus facciones sufrieron otra transformación, su expresión se hizo suave y cálida. Al principio, no me respondió; se limitó a inclinar su rostro sobre el mío y deslizar sus labios lentamente a lo largo de mi mandíbula, desde la oreja al mentón, de un lado a otro. Me estremecí.
—Pase lo que pase —murmuró finalmente—, tengo mejores reflejos.

"Ese es el final del capítulo", dijo Carlisle.
Hubo una laaaarga pausa – bueno…  hubo una pausa de cinco segundos, pero que eso todavía es una larga pausa para ellos –  hasta que Emmett dijo, "Creo que te toca otra vez cariño”.
"Bien," Rosalie rodó sus ojos y tomó el libro.


Yyyyy, que les pareció???? Les gusto? Lo odiaron? Ya saben, me lo dicen en un comentario que por más que sea corto, me hace muy feliz!



4 comentarios:

Anónimo dijo...

O me había dado cuenta que habías subido los capítulos, es genial volver a leerlos de los cuatro libros este es mi preferido!!!! Y aquí la dejo xq ya comienza mi clase!!!!!!

Podría

Karina dijo...

Aww como me gusta este capitulo! Apenas acabo de ver que has subido todos los capítulos! Que bien! Seguiré leyendo ;D

Patricia Cortizo dijo...

sin duda ha sido bastante lindo!!!!.. no sabia ue habías subido todos los capítulos incluyendo Luna nueva ... seguiré leyendo un abrazo enorme.... espero que puedas pasarte por mi blog también seria de mucha ayuda contar con tu opinión sobre lo que acribo allí!!!!! se llama TEMPS y es relacionado a twilight por ahora jején un anqzo me gusta los capis que has subido y he leído hasta ahora como dije nos leemos pronto en los demás capis!!!!!

Unknown dijo...

Oooh su primer beso.
Me encantó