sábado, 6 de septiembre de 2014

Instrucción

Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Eclipse” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.

Traducido por: Camila Cullen Masen

Corregido por: Cary0605

—Instrucción, —leyó Jasper.

—Ha debido de ser la fiesta más larga de la historia universal —me quejé de camino a casa.
—Apuesto que fueron solo unas pocas horas. —Alice rodo los ojos.
Edward no parecía estar en desacuerdo.
—Venga, ya ha terminado —me animó mientras me acariciaba el brazo con dulzura...
...ya que ahora era la única que necesitaba mimos.
Edward sonrió porque no tenía ningún problema con darle mimos.
Edward estaba bien, así como toda su familia.
—Claro que lo estamos, —dijo Emmett. —Esto va a ser fácil ahora.
Todos me habían tranquilizado. Alice se había acercado para darme unas palmadas de afecto
—Eso es un poco grosero, Alice, —dijo Edward— y a ella definitivamente no le gusta tu condescendencia.
mientras lanzaba una mirada elocuente a Jasper, y éste no paró hasta que sentí un flujo de paz a mi alrededor, Esme me besó en la frente y me prometió que todo iba a ir bien, Emmett se echó a reír escandalosamente y se quejó de que yo fuera la única a la que me permitieran pelear con hombres lobo...
Emmett se rio fuerte por eso.
La solución de Jacob los había dejado a todos relajados, casi eufóricos después de las interminables semanas de tensión. La confianza había reemplazado a la duda y la fiesta había concluido con un toque de verdadera celebración...
...salvo para mí.
Ya era bastante malo que los Cullen pelearan por mi causa. Me costaba mucho aceptarlo. Era más de lo que podía soportar, pero...
...¿también Jacob?
Edward frunció el ceño.
—Claro que ahora también va a preocuparse por él, —dijo Esme—. Es su mejor amigo.
—Y eso es lo que hace, —Emmett rio entre dientes—, preocuparse. Incluso cuando no hay razón para hacerlo.
—Lo sé, —Edward suspiró, aun frunciendo el ceño.
No, ni él ni los tontorrones de sus hermanos, la mayoría más jóvenes que yo. No eran más que descomunales niños muy cachas que se metían en líos como quien va de excursión a la playa. Mi seguridad no podía ponerles en peligro también a ellos. Estaba desquiciada de los nervios y se notaba. No sabía cuánto tiempo iba a resistir la tentación de empezar a gritar.
—Esta noche vas a llevarme contigo —susurré para mantener mi voz bajo control.
Edward hizo una cara; no parecía pensar que era una buena idea.
—Probablemente la ayude a no preocuparse tanto, —dijo Alice—, si ve esto.
—Estás agotada, Bella.
—¿Crees que seré capaz de dormir?
Frunció el ceño.
—Esto va a ser una prueba. No estoy seguro de que la cooperación... sea posible. No quiero que te pongas en medio.
—Estoy seguro de que estará bien, —dijo Carlisle—. Tienen la motivación para hacerlo funcionar, viendo que tienen que proteger a su pueblo. Además creo que tener a Bella ahí sería un freno para ambos lados de hacer algo.
Como si eso no me fuera a preocupar aún más...
—Realmente no deberías haber puesto eso así Eddy, —rio Emmett—. Ahora tiene que preocuparse de nosotros peleando con el otro, además de todo lo demás.
—Recurriré a Jacob si tú no me llevas.
—Golpe bajo— se río Emmett. —Ahora tiene un arma contra ti.
A Edward no parecía hacerle gracia.
Entrecerró los ojos. Aquello era un golpe bajo y yo lo sabía, pero no iba a aceptar de modo alguno que me dejara atrás.
Siguió sin responder cuando llegamos a mi casa. Las luces del cuarto de estar estaban encendidas.
—Te veo arriba —murmuré.
Entré de puntillas por la puerta principal y me fui al cuarto de estar, donde dormía Charlie, despatarrado encima del sofá demasiado pequeño. Roncaba con una intensidad equiparable a la de una motosierra.
Le sacudí el hombro enérgicamente.
—¡Papá! ¡Charlie! —él refunfuñó sin abrir los ojos todavía—. Ya he vuelto. Te vas a hacer daño en la espalda como sigas durmiendo en esa postura. Vamos, es hora de moverse.
Mi padre siguió sin despegar los párpados aun después de que le sacudiera varias veces, pero al fin me las arreglé para que se levantara. Le ayudé a llegar a su cama, donde se derrumbó encima de las mantas y, sin desvestirse, comenzó a roncar otra vez.
—Ella realmente lo cuida amablemente, —Esme sonrió.
En esas condiciones, no era probable que se pusiera a buscarme demasiado pronto.
Edward esperó en mi habitación a que me lavara la cara y cambiara la ropa de la fiesta por unos vaqueros y una blusa de franela. Me observó con gesto mohíno desde la mecedora mientras colgaba en una percha del armario el jersey que me había regalado Alice.
Tomé su mano y le dije:
—Ven aquí.
—Momento de mimos para Eddy— Emmett codeo a su hermano sonriendo.
Luego, le atraje a la cama y le empujé encima de ella antes de acurrucarme junto a su pecho. Quizás él estaba en lo cierto y yo estaba tan hecha polvo que me dormiría enseguida, pero no permitiría que se escabullera sin mí.
—Si te quedas dormida, sería mucho más fácil, —dijo Edward.
—Pero entonces no conseguiremos ver cómo van las cosas—Emmett hizo un puchero—. No te duermas Bella.
—No creo que haya mucha oportunidad de que vaya a perderse esto, —dijo Alice.
Me arropó con el edredón y me sujetó con fuerza.
—Relájate, por favor.
—Claro.
—Esto va a salir bien, Bella, lo presiento.
Apreté los dientes con fuerza.
Edward seguía irradiando alivio. A nadie, salvo a mí, le preocupaba que resultaran heridos Jacob y sus amigos, y menos aún a los Cullen.
—Bueno, yo me preocupo, no quiero a ninguno de ellos herido. —Esme frunció el ceño al libro.
—Ni yo, —dijo Carlisle—, y estoy seguro de que Edward siente lo mismo.
—Claro que lo hago, —dijo Edward, aunque su voz fue un poco fuerte, haciéndolo parecer como si no pensara eso realmente… pero todos sabían que lo hacía.
Él sabía que estaba a punto de dormirme.
—Escúchame, Bella, esto va a ser fácil. Vamos a pillar por sorpresa a los neófitos, que no tienen ni idea de la presencia de los licántropos. He visto cómo actúan en grupo, según recuerda Jasper, y de veras creo que las técnicas de caza de los lobos van a funcionar con mucha limpieza. Una vez que estén divididos y sorprendidos, ya no van a ser rival para el resto de nosotros. Alguno, incluso, podría quedarse fuera. No sería necesario que participáramos todos —añadió para quitarle hierro.
—¿Así que, crees que eres un experto ahora? —le preguntó Jasper a Edward.
—No, solo tengo una idea de cómo serían los recién nacidos, —Edward se encogió de hombros—. Sé la diferencia entre la vida real y leer tus recuerdos. Tú recuerdas todo pero no es totalmente lo mismo de haber estado realmente ahí.
—Claro, va a ser coser y cantar —murmuré en tono apagado.
—Calla, ya verás como sí —me acarició la mejilla—. No te preocupes ahora.
Comenzó a tararear mi nana pero, por una vez, no me calmó.
—Estás perdiendo el toque— Alice lo molesto.
Iban a resultar heridas personas a quienes yo quería, bueno, en realidad, eran vampiros y licántropos, pero aun así los quería. Y aquello sería por mi causa. Otra vez. Deseé poder fijar mi mala suerte con algo más de precisión. Sentía ganas de salir y gritar al cielo: «Soy yo a quien queréis, aquí, aquí. Sólo a mí».
—Er… eso no serviría realmente, —dijo Emmett—. Estamos escogiendo estar ahí por ti y nos lanzaríamos al peligro si va directamente detrás de ti.
Todos lo miraron asombrados, era una de las pocas veces que decía algo sin reírse.
—¿Qué? —Emmett pregunto un poco cohibido — Ella es parte de la familia.
—No pasa nada grandote— Rosalie le guiño un ojo.
Me devané los sesos para hallar un camino en el que pudiera hacer eso: obligar a que mi mala suerte se centrara exclusivamente en mi persona. No iba a ser fácil y tendría que aguardar el momento oportuno.
No logré conciliar el sueño. Los minutos transcurrieron con rapidez y, para mi sorpresa, seguía en tensión y despierta cuando Edward nos incorporó a los dos para que estuviéramos sentados.
—¿Estás segura de que no prefieres quedarte a dormir?
Emmett rodo los ojos— Edward necesitamos que ella vaya.
—Lo sé, pero el Edward del libro no— Edward se defendio.
Le dirigí una mirada envenenada.
Suspiró y me alzó en brazos antes de salir por la ventana de un salto.
Echó a trotar por el silencioso bosque en sombras conmigo a su espalda y enseguida sentí su júbilo. Corría igual que cuando lo hacía sólo para nuestra propia diversión, nada más que para sentir el soplo del viento en el pelo.
—Me gustaría leer una de esas escenas— se quejo Edward.
Era el tipo de actividad que me hubiera hecho feliz en tiempos menos angustiosos.
Su familia ya le aguardaba cuando llegamos al gran claro. Hablaban con despreocupación y tranquilidad. El retumbo de la risa de Emmett resonaba de forma ocasional por el espacio abierto. Edward me dejó en el suelo y caminamos hacia ellos cogidos de la mano.
Era una oscura noche sin luna, oculta detrás de las nubes, por lo que pasó más de un minuto antes de que me diera cuenta de que estábamos en el claro donde los Cullen jugaban al béisbol. Fue en aquel mismo paraje donde hacía más de un año James y su aquelarre habían interrumpido la primera de aquellas desenfadadas veladas.
Edward siseó. —¿Realmente tienes que hacer esto aquí?
—Sí, —dijo Jasper, asintiendo—, ese es el mejor lugar para estas lecciones, e imagino que es donde voy a sugerir que enfrentemos al ejercito de neofitos.
Se me hacía raro volver allí, como si aquella reunión estuviera incompleta hasta que estuvieran con nosotros James, Laurent y Victoria. Aquella secuencia de acontecimientos no iba a repetirse. Quizá todo se había alterado ahora que James y Laurent no iban a volver. Sí, alguien había cambiado su forma de actuar. ¿Era posible que los Vulturis hubieran alterado sus tradicionales procedimientos de intervención?
—No, no creo que sea así. — dijo Carlisle.
Yo albergaba serias dudas.
Victoria siempre me había parecido una fuerza de la naturaleza. Se asemejaba a un huracán que avanzaba hacia la costa en línea recta, implacable e inevitable, pero predecible. Quizá fuera un error considerarla una criatura tan limitada; lo más probable es que fuera capaz de adaptarse.
—¿Por qué crees que ella es predecible? —Jasper arrugo los ojos.
—Preguntándole al libro no vas conseguir una respuesta, —Emmett rio entre dientes—. No es como si pudiera responderte.
—Podría estar en el libro, —Jasper hizo una mueca.
—Creo que es porque ella ya sabe detrás de qué está Victoria, —dijo Alice, antes de que Emmett pudiera decir algo más—. La hace paralizarse… una amenaza constante, pero no algo que pudiera venir a ella en ángulos diferentes.
—Supongo que eso tiene sentido, —Edward frunció el ceño—. No cambiamos nuestras costumbres muy seguido.
—Excepto cuando queremos algo realmente demasiado, —murmuró Jasper—. Eso podría causar que ella cambie su patrón.
—¿Sabes lo que pienso? —le pregunté a Edward.
Él se rió.
—No —contestó. Estuve a punto de sonreír.
No había ningún “casi” en la sonrisa de todos en la habitación, y los hermanos incluso estaban riendo entre dientes.
—¿Qué piensas?
—Todos los cabos están anudados entre sí, no sólo dos, sino los tres.
—No te sigo.
—Han pasado tres cosas malas desde tu regreso —las enfaticé enumerándolas con los dedos—. Los neófitos de Seattle, el desconocido de mi cuarto y la primera de todas: Victoria vino a por mí.
Entrecerró los ojos. Daba la impresión de haber pensado en ello.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Porque estoy de acuerdo con Jasper, los Vulturis adoran sus reglas y, además, de todos modos, habrían hecho un trabajo más fino —y porque ya habría muerto si ése hubiera sido su deseo, añadí en mi fuero interno.
Edward tembló. No fue el único que lo hizo y sus ojos se volvieron duros. —Ella tiene un punto.
—Convincente, al menos, —dijo Carlisle.
—Sí, —Edward suspiró.
—¿Recuerdas cuando rastreaste a Victoria el año pasado?
—Sí —frunció el ceño—. No se me dio demasiado bien.
—Alice me dijo que estuviste en Texas. ¿La seguiste hasta allí?
—¡Claro! —Jasper rodó los ojos—. ¿Por qué no vi eso? Ella pudo haber aprendido sobre los ejércitos de neófitos ahí…
Frunció las cejas hasta el punto de que ambas se rozaron.
—Sí. Um...
—Ahí lo tienes. Se le pudo ocurrir la idea en esa ciudad, pero ella no sabe realmente cómo hacerlo de modo correcto, por eso los neófitos están fuera de control.
Edward sacudió la cabeza.
—Sólo Aro conoce con exactitud el funcionamiento de la presciencia de Alice.
—Aro es quien mejor lo sabe, pero ¿acaso no la conocen bastante bien Tanya, Irina y el resto de vuestros amigos de Denali? Laurent vivió con ellas durante mucho tiempo, y si mantuvo con Victoria una relación en términos lo bastante cordiales como para hacerle favores, ¿por qué no le iba a contar cuanto sabía?
Alice estaba deslumbrada, que sus parientes lejanos serían los únicos que dejaron a Victoria escurrirse a través de sus defensas.
—Estoy segura que no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, —Esme frunció el ceño—. Ellos pensaron que él era su amigo.
—Ellos no tenían que hablar sobre eso, —dijo Alice muy molesta.
Edward mantuvo el ceño fruncido.
—No fue ella quien entró en tu cuarto.
—¿Y no ha podido hacer nuevas amistades?
—Énfasis en hacer, —Emmett se rio.
—Piensa en ello, si es Victoria quien se encuentra detrás del asunto de Seattle, está haciendo un montón de nuevos amigos, los está creando.
Su frente se pobló de arrugas que delataban la concentración con que sopesaba mis palabras.
—Um... Es posible —contestó al fin—. Sigo creyendo más viable la hipótesis de los Vulturis,
—Porque eres un idiota terco, —se burlo Rosalie.
—pero tu teoría tiene un punto a su favor: la personalidad de Victoria. Tu conjetura encaja a la perfección con su forma de ser. Ha demostrado un notable instinto de supervivencia desde el principio. Quizá sea un talento natural. En cualquier caso, con este plan, ella no tendría que arriesgarse ante ninguno de nosotros, permanecería en la retaguardia y dejaría que los neófitos causaran estragos aquí. Tampoco correría grave peligro frente a los Vulturis.
—Sí, ella solo matara a los sobrevivientes… de su ejército, y nadie lo sabría, —Jasper frunció el ceño—. Es un buen plan.
—Que mal que seremos capaces de encargarnos de esto, —Emmett rio entre dientes.
—Sí, dudo que ella espere que nos aliemos con los lobos, —Jasper también rio entre dientes.
—Es posible incluso que cuente con nuestra participación. Aunque su tropa ganase, no lo haría sin sufrir graves pérdidas, con lo cual sobrevivirían pocos neófitos en condiciones de testificar contra ella. De hecho —continuó pensando para sí mismo—, apuesto a que ella ha planeado eliminar a los posibles supervivientes... Aun así, ha de tener algún amiguito un poco más maduro, no un converso reciente, capaz de dejar con vida a tu padre...
—Cierto, diría que un año sería lo más cerca que un recién nacido podría manejarlo, —dijo Jasper.
Examinó el lugar con el ceño torcido y luego, de pronto, salió de su ensueño y me sonrió.
—No hay duda de que es perfectamente posible, pero hemos de estar preparados para cualquier contingencia hasta estar seguros. Hoy estás de lo más perspicaz —añadió—. Es impresionante.
—Y eso no es condescendencia, —Alice rodó los ojos.
Suspiró.
—Quizá sea una simple reacción refleja a este lugar. Tengo la sensación de tenerla tan cerca que creo que me está mirando en este mismo momento.
La idea le hizo apretar los dientes.
—Jamás te tocará, Bella.
—Claro que no, —dijo Edward, luciendo enojado.
A pesar de sus palabras, recorrió atentamente con la mirada los oscuros árboles del bosque. Una extraña expresión pobló su rostro mientras escrutaba las sombras. Retiró los labios hasta dejar los dientes al descubierto y en sus ojos ardió una luz extraña, algo similar a una fiera e indómita esperanza.
—Aun así, no les daré ocasión de estar tan cerca —murmuró.
—Sí,—dijo Edward de acuerdo consigo mismo.
—Ni a Victoria ni a quienquiera que pretenda hacerte daño. Tendrán que pasar por encima de mi cadáver. Esta vez acabaré con ella personalmente.
La vehemente ferocidad de su voz me hizo estremecer y estreché sus dedos con los míos aún con más energía deseando tener suficiente fuerza para mantener enlazadas nuestras manos para siempre.
Nos encontrábamos muy cerca de su familia ya, y fue entonces cuando me percaté por vez primera de que Alice no parecía compartir el optimismo de los demás.
—¿Por qué no Alice? Parecías complacida en el último capítulo, —preguntó Jasper, preocupado.
—¿No crees que alguien aún podría ser lastimado? —preguntó Esme, preocupada también, pero su tono era diferente al de Jasper. Él estaba preocupado solo porque Alice estaba desanimada, no necesariamente por la seguridad de nadie.
—No, no creo que sea nada como eso, —dijo Alice, entretenida y molesta—. Yo creo que tiene algo que ver con mi incompetencia otra vez.
Permanecía en un aparte, mirando a Jasper, que la estrechaba entre sus brazos, como si le necesitara para entrar en calor.
Jasper no pudo evitar sonreír ante la imagen que planteaba el libro.
Fruncía los labios en un mohín de contrariedad.
—¿Qué le pasa a Alice? —pregunté con un hilo de voz.
Edward volvió a reír para sí entre dientes.
—No te rías— Jasper le siseo a Edward— Tu te veías igual cuando no podías leer la mente de Bella.
—Que poco caballero Edward— dijo Alice apoyándose en Jasper— No como mi Jazz.
—No puede ver nada ahora que los licántropos están de camino. Esa «ceguera» le produce malestar.
—Eso no va a hacerme sentir mejor, —se quejó Alice.
A pesar de ser el miembro de los Cullen más alejado de nosotros, ella oyó su cuchicheo, alzó los ojos y le sacó la lengua. Edward se rio otra vez.
—Hola, Edward —le saludó Emmett—; hola, Bella, ¿te va a dejar participar en las prácticas?
—Argh, —Edward gimió—. No necesitas darle ideas.
Mi novio regañó a su hermano.
—Emmett, por favor, no le des ideas.
—Incluso en el libro eres aburrido— Emmett se quejo.
—¿Cuándo llegan nuestros invitados? —le preguntó Carlisle a Edward.
Éste se concentró durante unos instantes y suspiró.
—Estarán aquí dentro de minuto y medio, pero voy a tener que oficiar de traductor, ya que no confían en nosotros lo bastante como para usar su forma humana.
—Eso tiene sentido, —dijo Jasper—. Sin embargo, eso solo va a hacerlo más incómodo para mí.
Carlisle asintió.
—Resulta duro para ellos. Les agradezco que vengan.
Miré a Edward con ojos entrecerrados.
—¿Vienen como lobos?
El asintió, mostrándose cauto ante mi reacción. Tragué saliva al recordar las dos veces en que había visto a Jacob en su forma lobuna. La primera fue en el prado, con Laurent, y la segunda en el sendero del bosque cuando Paul se había enfadado conmigo... Ambos recuerdos eran aterradores.
—Oh, —dijo Edward—, tal vez va a estar asustada de él.
—¿Estás bromeando? Ella no va a dejar que eso la moleste —Emmett rio.
—Pero ella acaba de decir…—dijo Edward.
—Que ambos eran recuerdos aterradores, —dijo Emmett—. Estaba asustada las dos veces que los vio… esta vez sería diferente.
—Bien, —gimió Edward.
Los ojos de Edward centellearon de un modo anómalo, como si se le acabara de ocurrir algo que tampoco fuera placentero. No tuve tiempo de estudiarlo a fondo, ya que se volvió a toda prisa hacia Carlisle y los demás.
—Preparaos, estarán a la que salta.
—Oh, —Emmett frunció el ceño—. Pensé que tal vez pensabas que ella tendría miedo de ellos… pero no parece el caso ahora.
—No, no realmente, pero creo que tal vez nos guste lo que han estado escondiendo, —dijo Carlisle.
—En este caso, —modifico Jasper—, ahora que están de nuestro lado…
—¿A qué te refieres? —quiso saber Alice.
—Silencio —le advirtió; luego, la miró de pasada cuando dirigía la vista en dirección a la oscuridad.
De pronto, el círculo informal de los Cullen se estiró hasta forma una línea flexible en cuya punta estaban Jasper y Emmett. Supe que a Edward le habría gustado acompañarlos por la forma en que permanecía inclinado a mi lado. Estreché su mano con más fuerza.
—Bueno, normalmente lo está, —dijo Jasper—, pero es entendible que no lo esté haciendo en este caso.
Entrecerré los ojos para estudiar el bosque, pero no vi nada.
—Maldita sea —masculló Emmett en voz baja—, ¿habíais visto algo así?
Esme y Rosalie intercambiaron una mirada. Ambas tenían los ojos desorbitados por la sorpresa.
—¿Qué pasa? —susurré lo más bajito posible—. No veo nada.
—La manada ha crecido —me susurró Edward al oído.
—¿Son más altos ahora? —dijo Emmett riéndose.
—Idiota, —dijo Rosalie, sacudiendo su cabeza, pero lucía recelosa—. No me gusta el hecho de que haya más lobos.
—A mí tampoco, —dijo Carlisle, pero en un tono diferente—. Estoy asustado de que hayamos causado mucho daño viniendo.
—Esos pobres chicos, —agregó Esme, envolviendo un brazo alrededor de Carlisle que parecía necesitarlo.
—Creo que es Victoria quien realmente está causando que se multipliquen así, —dijo Edward pensativamente—. Dudo que nuestra familia fuera suficiente combustible para este número de lobos.
—Sí, probablemente estás en lo cierto, —dijo Carlisle, luciendo mejor que un momento antes—, y porque sabemos esto no pasara de esta manera, con suerte muchos de estos lobos no tendrán que pasar por esto.
¿Por qué se sorprendían? ¿Acaso no les había dicho yo que Quil se había unido al grupo? Agucé la vista para distinguir a los seis lobos en la penumbra.
—Estoy seguro de que si nos lo dijiste.—dijo Edward sonriendo.
Finalmente, algo titiló en la oscuridad, y eran sus ojos, aunque a mayor altura de lo esperado. Había olvidado su talla. Eran altos como caballos, sin un gramo de grasa, todo pelaje y músculo, y unos dientes como cuchillas, imposibles de pasar por alto.
Sólo lograba verles los ojos. Mientras escrutaba las sombras en un intento de distinguirlos mejor, caí en la cuenta de que había más de seis pares de ojos delante de nosotros. Uno, dos, tres... Conté mentalmente los pares de pupilas a toda prisa. Dos veces.
Eran diez.
—¡Diez! —dijeron al mismo tiempo Emmett y Jasper, Emmett emocionado, pero Jasper más preocupado que nuca.
—Fascinante —murmuró Edward en un susurro apenas audible.
Carlisle avanzó un paso con deliberada lentitud. Fue un gesto lleno de cautela, destinado a insuflar tranquilidad.
—Bienvenidos —saludó a los lobos, aún invisibles.
—Gracias —contestó Edward con un tono extraño y sin gracia. Entonces, comprendí de inmediato que las palabras procedían de Sam.
Estudié los ojos relucientes situados en el centro de la línea de pupilas; brillaban a mayor altura que el resto. Seguía siendo imposible distinguir la figura negra del lobo gigante en la oscuridad.
—Para ti tal vez, —murmuró Emmett, entretenido.
Edward volvió a hablar con la misma voz distante, reproduciendo las palabras de Sam.
—Venimos a oír y escuchar, pero nada más. Nuestro autodominio no nos permite rebasar ese límite.
—Bien, —dijo Jasper—. No creo que hubiera sido bueno si se involucraban. Nuestros instintos habrían gritado por luchar con ellos.
—Apuesto que aun estás incómodo con que ellos estén ahí, —Emmett rio entre dientes.
—Obviamente, —Jasper sacudió la cabeza.
—Es más que suficiente —respondió Carlisle—. Mi hijo Jasper goza de experiencia en este asunto —prosiguió, haciendo un gesto hacia la posición de Jasper, que estaba tenso y alerta—. Él nos va a enseñar cómo luchar, cómo derrotarlos. Estoy seguro de que podréis aplicar esos conocimientos a vuestro propio estilo de caza.
—Los atacantes... ¿son diferentes a vosotros? —preguntó Sam por mediación de Edward.
Carlisle asintió.
—Todos ellos han sido transformados hace poco, apenas llevan unos meses en esta nueva vida. En cierto modo, son niños. Carecen de habilidad y estrategia, sólo tienen fuerza bruta. Esta noche son veinte, diez para vosotros y otros diez para nosotros. No debería ser difícil. Quizá disminuya su número. Los neófitos suelen luchar entre ellos.
Un ruido sordo recorrió la imprecisa línea lobuna. Era un gruñido bajo, un refunfuño, pero lograba transmitir una sensación de euforia.
—Estamos dispuestos a encargarnos de más de los que nos corresponden si fuera necesario —tradujo Edward, en esta ocasión habló con tono menos indiferente.
—Oye, nada de eso, —dijo Emmett—. Ya lo hace difícilmente un desafío, mitad para ellos, mitad para nosotros.
Carlisle sonrió.
—Ya veremos cómo se da la cosa.
—¿Sabéis el lugar y el momento de su llegada?
—Cruzarán las montañas dentro de cuatro días, a última hora de la mañana. Alice nos ayudará a interceptarlos cuando se aproximen.
—Gracias por la información. Estaremos atentos.
Resonó un suspiro antes de que los ojos de la línea descendieran hasta el nivel del suelo casi al mismo tiempo.
Se hizo el silencio durante dos latidos de corazón, y luego Jasper se adentró un paso en el espacio vacío entre los vampiros y los lobos. No me resultó difícil verle, ya que su piel refulgía en la oscuridad como los ojos de los licántropos. Jasper lanzó una mirada de desconfianza a Edward, quien asintió. Entonces, les dio la espalda y suspiró con manifiesta incomodidad.
—Me pregunto porque, —dijo Jasper—. Al menos Edward me aseguró que no atacarán.
—Carlisle tiene razón —empezó Jasper, dirigiéndose sólo a nosotros. Daba la impresión de que intentaba ignorar a la audiencia ubicada a sus espaldas—. Van a luchar como niños. Las dos cosas básicas que jamás debéis olvidar son: primera, no dejéis que os atrapen entre sus brazos, y segunda, no busquéis matarlos de frente, pues eso es algo para lo que todos están preparados. En cuanto vayáis a por ellos de costado y en continuo movimiento, van a quedar demasiado confusos para dar una réplica efectiva. ¿Emmett?
El interpelado se adelantó un paso de la línea formada por los Cullen con una ancha sonrisa.
—Que empiece la diversión— Emmett poseía una enorme sonrisa.
Jasper retrocedió hacia el extremo norte de la brecha entre los enemigos, ahora aliados. Hizo una señal a su hermano para que se adelantara.
—De acuerdo, que sea Emmett el primero. Es el mejor ejemplo de ataque de un neófito.
—¡Oye! —exclamo Emmett mientras el Cullen “más joven” se reía de él.
—¿Qué puedo decir? —dijo Jasper—. Sales disparado a las cosas… y usas tu fuerza.
—Pero, soy mejor que un neófito, —Emmett hizo un puchero.
—Sí, y un poco más peligroso, —admitió Jasper—. A veces vienes con estrategias interesantes… pero otras veces… —su voz fue disminuyendo, riendo.
—Oye— Rosalie le siseo a Jasper.
Emmett entornó los ojos y murmuró:
—Procuraré no romper nada.
Jasper esbozó una ancha sonrisa.
—Con ello quiero decir que él confía en su fuerza. Su ataque es muy directo. Los neófitos tampoco van a intentar ninguna sutileza. Procuran matar por la vía rápida.
Jasper retrocedió otros pocos pasos con el cuerpo en tensión.
—Vale, Emmett... Intenta atraparme.
No conseguí ver a Jasper. Se convirtió en un borrón cuando Emmett cargó contra él como un oso, sonriente y sin dejar de gruñir. Era también muy rápido, por supuesto, pero no tanto como Jasper, que parecía tener menos sustancia que un fantasma y se escurría de entre los dedos de su hermano cada vez que las manazas de Emmett estaban a punto de atraparle.
—Wow, no esperaba que viera mucho, —dijo Jasper.
—¿En serio? —Pregunto Edward—. Habría pensado que para ahora habías aprendido que ve más de lo que nadie pensaría.
—Lo hago, —Jasper frunció las cejas—, pero aún es peculiar que pueda ver esto.
A mi lado, Edward se inclinaba hacia delante con la mirada fija en ellos y en el desarrollo de la pelea.
Entonces, Emmett se quedó helado. Jasper le había atrapado por detrás y tenía los colmillos a una pulgada de su garganta.
—Demonios, —Emmett hizo un puchero y Jasper le sonrió.
—Él te hizo solo atacar de frente Em, —consoló Alice a su hermano.
—Bien, —Emmett se reanimo con eso—. Esa táctica nunca funciona Jasper.
Emmett empezó a maldecir.
Se levantó un apagado murmullo de reconocimiento entre los lobos, que no perdían detalle.
—Otra vez —insistió Emmett, que había perdido su sonrisa.
—Eh, ahora me toca a mí —protestó Edward. Le agarré con más fuerza.
—Aguarda un minuto —Jasper sonrió mientras retrocedía—. Antes quiero demostrarle algo a Bella —le observé con ansiedad cuando le pidió por señas a Alice que se adelantara.
—Oh, esto debería ser bueno, —sonrió Alice—. Con suerte parara de pensar tan poco de mí.
—No creo que esto va a detenerla de preocuparse, —dijo Esme.
—No, pero tal vez no será tanto, —Alice se encogió de hombros.
—Sé que te preocupas por ella —me explicó mientras Alice entraba en el círculo con sus despreocupados andares de bailarina—. Deseo mostrarte por qué no es necesario.
—¿Y tú tampoco te preocuparas? — Se río Emmett al ver la mueca de Jasper.
Aunque sabía que Jasper jamás permitiría que le sucediera nada malo a su compañera, seguía siendo duro mirar mientras él retrocedía antes de acuclillarse delante de ella. Alice permaneció inmóvil. Parecía minúscula como una muñeca en comparación con Emmett. Sonrió para sí misma. Jasper se adelantó primero para luego deslizarse con sigilo hacia la izquierda.
Ella cerró los ojos.
El corazón me latió desbocado cuando vi a Jasper acechar la posición de Alice.
El saltó y desapareció. De pronto, apareció junto a Alice, que parecía no haberse movido.
—Parecía es la palabra clave, —Alice sonrió con suficiencia.
Jasper dio media vuelta y se lanzó de nuevo contra ella, sólo para caer en un ovillo detrás de Alice, igual que la primera vez. Ella permaneció con los ojos cerrados y sin perder la sonrisa.
Entonces, la observé con mayor cuidado.
Alice sí que se movía. Los ataques de Jasper me habían despistado y yo lo había pasado por alto. Ella se adelantaba un pasito en el momento exacto en que el cuerpo de Jasper salía disparado hacia la anterior posición de Alice, que daba otro paso más mientras las manos engarriadas del atacante silbaban al pasar por donde antes había estado su cintura.
Él la acosaba de cerca y ella comenzó a moverse más deprisa. ¡Estaba bailando! Se movía en espiral, se retorcía y se curvaba sobre sí misma. Mientras arremetía y la buscaba entre sus gráciles acrobacias, sin llegar a tocarla nunca, él se convertía en su pareja de baile, en una danza donde cada movimiento estaba coreografiado.
—Hm… es algo como eso para mí, —dijo Alice.
Al final, Alice se rió...
...apareció de la nada y se subió a la espalda de su compañero, con los labios pegados a su cuello.
—Te pillé —dijo ella antes de besar a Jasper en la garganta.
Él rió entre dientes al tiempo que meneaba la cabeza.
—Eres un monstruito aterrador, de veras.
Alice giró para sonreírle y él estaba sonriendo de vuelta.
Los lobos farfullaron de nuevo. Esta vez el sonido reflejaba cautela.
—Ha, no pensaron que sería así de buena, —dijo Alice con suficiencia.
—Nadie esperaba que fueras así de buena, Enana, —dijo Emmett.
—Les vendrá muy bien aprender un poco de respeto —murmuró Edward, divertido. Luego, en voz más alta, dijo—: Mi turno.
Me apretó la mano antes de marcharse. Alice acudió para ocupar su lugar a mi lado.
—Hace frío, ¿eh? —me preguntó con una expresión engreída después de su exhibición.
—¿Cómo la de ahora? — pregunto Emmett al ver Alice seguí sonriendo.
—Mucho —admití sin apartar la vista de Edward, que se deslizaba sin hacer ruido hacia Jasper con movimientos felinos y atentos, como los de un gato de los pantanos.
—No te quito el ojo de encima, Bella —me susurró de repente
—¿Qué significa eso? —dijo Edward nerviosamente.
—No lo sé, —dijo Alice, luciendo también un poco nerviosa.
 tan bajito que la oí a duras penas a pesar de tener los labios pegados a mi oído. Mi mirada osciló de su rostro a Edward, que estaba absorto contemplando a Jasper. Ambos estaban haciendo amagos a medida que se acortaba la distancia entre ellos. Las facciones de Alice tenían un tono de reproche—. Avisaré a Edward si decides llevar a la práctica tus planes —me amenazó—. Que te pongas en peligro no va a ayudar a nadie. ¿Acaso crees que algún neófito daría media vuelta si murieras? La lucha no cesaría ni por su parte ni por la nuestra. No puedes cambiar nada, así que pórtate bien, ¿vale?
—Argh, —Edward gimió.
Hice una mueca e intenté ignorarla.
—Te tengo vigilada —insistió.
—¿Ahora eres Big Brother? — se carcajeo Emmett al igual que los demas.
Para ese momento, los dos contendientes se habían acercado el uno al otro y la lucha parecía ser más reñida que las anteriores. Jasper contaba a su favor con la referencia de un siglo de combate y aunque intentaba actuar ciñéndose sólo a los dictados del instinto,
—Ella recogió eso rápido, —Jasper sacudió la cabeza. Siempre luchaba un poco diferente cuando estaba enfrentando a Edward.
el aprendizaje le guiaba una fracción antes de actuar. Edward era ligeramente más rápido, pero no estaba familiarizado con los movimientos de Jasper. Proferían de modo constante instintivos gruñidos y se acercaban una y otra vez sin que ninguno fuera capaz de obtener una posición ventajosa. Como se movían demasiado deprisa para comprender lo que estaban haciendo, resultaba difícil de ver e imposible apartar la mirada. Los penetrantes ojos de los lobos atraían mi atención de vez en cuando. Tenía el presentimiento de que ellos se pispaban de todo aquello bastante más que yo, quizá más de lo conveniente.
—Obviamente, —Emmett soltó una risita sobre la primera parte de la última oración, pero Jasper redujo sus ojos al segundo.
Al final, Carlisle se aclaró la garganta. Jasper se echó a reír y Edward se irguió, sonriéndole.
—Dejémoslo en empate —admitió Jasper— y volvamos al trabajo.
Todos actuaron por turnos ‑Carlisle, Rosalie, Esme y luego Emmett de nuevo‑. Entrecerré los ojos y me mantuve encogida cuando Jasper atacó a Esme,
Jasper pareció encogerse solo con la idea.
—Solo estás tratando de ayudarme, —Esme le sonrió.
—Aun así… el cambio de mentalidad que tuve que tener para hacerlo, —dijo Jasper, encogiéndose otra vez.
cuyo enfrentamiento resultó ser el más difícil de ver. Después de cada uno, él ralentizaba sus movimientos, aunque no lo bastante para que yo los comprendiera, y daba nuevas instrucciones.
—¿Veis lo que estoy haciendo aquí? —preguntaba—. Eso es, justo así —los animaba—. Los costados, concentraos en los costados. No olvidéis cuál va a ser su objetivo. No dejéis de moveros.
Edward no se descuidaba ni un segundo en la vigilancia y escucha de aquello que los demás no podían ver.
Se me hizo difícil seguir la instrucción conforme los párpados me empezaron a pesar más y más.
—No te duermas Bella, necesitamos ver como sigue el entrenamiento— se quejo Emmett.
—Ella necesita dormir— Edward le gruño.
—Y yo necesito algo de acción— Emmett refunfuño.
Las últimas noches no había dormido bien y, de todos modos, casi llevaba veinticuatro horas seguidas sin pegar ojo. Me apoyé sobre el costado de Edward y cerré los ojos.
—Estamos a punto de acabar —me avisó en un susurro.
Jasper lo confirmó cuando se volvió hacia los lobos, por vez primera, con una expresión llena de incomodidad.
—Mañana seguiremos con la instrucción. Por favor, os invitamos a volver a venir para observar.
—Sí—respondió Edward con la fría voz de Sam—, aquí estaremos.
Entonces, Edward suspiró, me palmeó el brazo y se alejó de mí para volverse hacia su familia.
—La manada considera que les ayudaría el familiarizarse con nuestros efluvios para no cometer errores luego. Les sería más fácil si nos quedáramos quietos.
—Bien, —siseó Rosalie, luciendo realmente molesta por eso.
—Pero es realmente una buena idea, —dijo Jasper—. Activaremos sus instintos justo como los otros vampiros harán… es mejor para ellos tomar esta precaución.
—No faltaría más —contestó Carlisle a Sam—. Lo que necesitéis.
Los lobos emitieron un gañido gutural y fúnebre mientras se incorporaban.
Olvidé la fatiga y abrí unos ojos como platos.
—Genial, será consiente de nuestra humillación— se quejo Emmett sarcásticamente.
Rosalie parecía como si hubiera sorbido un limón, o como si estuviera imaginándose la situación.
—No es humillación— espeto Esme.
—¿Cuántos perros has dejado que te huelan el trasero voluntariamente? — refunfuñó nuevamente el grandote.
—Nadie va a olernos el trasero— Alice también parecía asqueada.
—Los perros hacen eso— Emmett argullo.
—Ellos son lobos, no perros Emmett— Esme sonreía tratando de no reirse.
La intensa negrura de la noche empezaba a aclararse. El sol se escondía al otro lado de las montañas y todavía no alumbraba la línea del horizonte, pero ya iluminaba las nubes. Y de pronto, gracias a esa luminosidad, fue posible distinguir las formas y el color de las pelambreras cuando se acercaron los lobos.
Sam iba a la cabeza, por supuesto. Era increíblemente grande y negro como el carbón, un monstruo surgido de mis pesadillas en su sentido más literal. Después de que le viera a él y a los demás lobos en el prado, la camada había protagonizado algunos de mis peores delirios.
Era posible cuadrar aquella enormidad física con sus ojos ahora que podía verlos a todos, y parecían más de diez. La manada ofrecía un aspecto sobrecogedor.
Vi por el rabillo del ojo a Edward, que no me perdía de vista y evaluaba con atención mi reacción.
—Ah, ahora estas esperando que vaya a sobre reaccionar a ellos, —rio Emmett.
—Se vería como eso, ¿no? —dijo Edward, un poco entretenido y luciendo como si esperara que estuviera asustada… pero sin creer que eso fuera a pasar.
Sam se acercó a la posición de Carlisle, al frente de su familia, con el resto del grupo pegado a su cola. Jasper se envaró, pero Emmett, que estaba al otro lado de Carlisle, permanecía sonriente y relajado.
—¿Cuál es el problema Jasper? ¿Estás asustado? —Emmett le sonrió.
—Sabes que estoy sintiendo toda su hostilidad hacia nosotros, y la nuestra hacia ellos, —dijo Jasper exasperado—. Claro que voy a ponerme rígido. No quiero atacar a nadie.
Sam olfateó a Carlisle. Me dio la impresión de que arrugaba el morro al hacerlo. Luego, se dirigió hacia Jasper.
Recorrí las dos hileras de lobos con la mirada, convencida de poder identificar a los nuevos miembros de la manada. Había uno de color gris claro, mucho más pequeño que el resto, que tenía el pelaje del lomo erizado como muestra de disgusto. La pelambrera de otro era del color de la arena del desierto, tenía aspecto desgarbado y andares torpes en comparación con los del resto. Gimoteó por lo bajo cuando el avance de Sam le dejó solo entre Carlisle y Jasper.
Posé los ojos en el lobo que iba detrás del líder. Tenía un pelaje marrón rojizo y era más grande que los demás, y en comparación, también más peludo.
—¿Quién quiere apostar que ese es el cachorro? —Emmett rio entre dientes.
Era casi tan alto como Sam, el segundo de mayor tamaño del grupo. Su posición era despreocupada, con un descuido manifiesto, a diferencia del resto, que consideraban aquella experiencia toda una prueba.
El gran lobo de pelaje rojizo se percató de mi mirada y alzó los ojos para observarme con sus conocidos ojos negros.
Le devolví la mirada mientras intentaba asumir lo que ya sabía. Noté que mi rostro dejaba traslucir los sentimientos de fascinación y maravilla.
El hocico de la criatura se abrió, dejando entrever los dientes. Habría sido una expresión aterradora de no ser por la lengua que colgaba a un lado, esbozando una sonrisa lobuna.
Solté una risilla.
—Bueno, parece que tomo esto realmente mal, —Emmett rio ruidosamente.
Edward bajo la cabeza y dijo, —No esperaba nada menos de ella.
Pero obviamente esperabas algo diferente, pensó Alice
La sonrisa de Jacob se ensanchó, mostrando sus dientes afilados. Abandonó su lugar en la fila sin prestar atención a las miradas de la manada y pasó trotando junto a Edward y Alice para detenerse a poco más de medio metro de mi posición. Permaneció allí quieto y lanzó una rápida mirada a Edward, que se mantenía inmóvil como una estatua y evaluaba mi reacción.
La criatura bajó las patas delanteras y agachó la cabeza a fin de que su cara no estuviera a mayor altura que la mía y poder mirarme a los ojos, sopesando mi respuesta de un modo muy similar al de Edward.
—¿Jacob? —pregunté, sin aliento.
La réplica fue un sonido sordo y profundo, muy parecido a una risa desvergonzada.
—¿Cómo puede un lobo reírse desvergonzadamente? — Alice pregunto — Solo Bella puede traducir los sonidos de los lobos.
Los dedos me temblaron levemente cuando extendí la mano para tocar el pelaje marrón de un lado de su cara. Jacob cerró los ojos e inclinó su enorme cabeza en mi mano. Emitió un zumbido monocorde desde el fondo de la garganta.
La pelambrera era suave y áspera al mismo tiempo, y cálida al tacto. Me picó la curiosidad y hundí en ella los dedos para saber cómo era la textura, acariciando el cuello allí donde se oscurecía el color. No reparé en lo mucho que me había acercado hasta que de pronto, y sin aviso previo, me pasó la lengua por toda la cara, desde la barbilla hasta el nacimiento del cabello.
—Asqueroso, —gimió Rosalie, haciendo una cara, como muchos de los otros en la habitación.
Edward miro enojado, pero no dijo nada.
—¡Eh, Jacob, bruto! —me quejé al tiempo que retrocedía de un salto y le propinaba un manotazo, tal y como hubiera hecho si hubiera estado en su forma humana.
Mientras se alejaba, soltó entre dientes un aullido ahogado; se estaba riendo de nuevo.
—Ella es tan rara, —dijo Rosalie, sacudiendo la cabeza en desaprobación.
—Sí, lo es, —dijo Emmett en un tono totalmente diferente.
Fue en ese momento cuando me percaté de que nos estaban mirando todos, los licántropos y los vampiros. Los Cullen parecían perplejos y en algunos casos incluso disgustados. Resultaba difícil descifrar los rostros de los lobos, pero me dio la impresión de que el de Sam reflejaba descontento.
Y cuestión aparte era Edward, que estaba con los nervios de punta y claramente decepcionado. Advertí que él había esperado una reacción diferente por mi parte, como que saliera huyendo o que me pusiera a chillar.
—Pero no, ella tiene que reaccionar bien a todos los monstruos en su vida, —dijo Emmett.
—Bueno, es lindo saber que no discrimina, —Carlisle sonrió, luciendo un poco entretenido.
Jacob profirió otra vez esa risa descarada.
El resto de la manada había empezado a retroceder sin perder de vista a los Cullen. Jacob remoloneó a mi lado mientras observaba cómo se iban sus compañeros, hasta que los perdimos de vista en las profundidades del bosque. Sólo dos de ellos se rezagaron junto a los árboles, mirando a Jacob. Adoptaron una postura que irradiaba ansiedad.
Edward suspiró, ignoró a Jacob y se acercó a mí para tomarme de la mano.
—¿Estás lista? —me preguntó.
Antes de que yo pudiera contestar, Edward se volvió hacia Jacob y le habló.
—Todavía no he averiguado todos los detalles —respondió a la pregunta que el lobo le había formulado en su mente.
Jacob refunfuñó con resentimiento.
—Es más complicado que todo eso —contestó Edward—. No te preocupes, me encargaré de que esté a salvo.
—Presumo que estás hablando de qué hacer con Bella, —dijo Jasper, mirando a Edward.
—Definitivamente así parece, —respondió Edward—. Creo que el cachorro sugirió que se quede en La Push.
—Eso no sería la mejor idea, —Jasper asintió—. Es seguro que va a ser uno de los primeros lugares donde el ejército buscara.
—Lo sé, —Edward coincidió con él.
—¿De qué estáis hablando? —exigí saber.
—Sólo estamos discutiendo sobre estrategias.
Jacob hizo oscilar su cabeza para mirarnos a Edward y a mí antes de saltar de repente en dirección al bosque. Mientras corría, veloz como una flecha, me percaté por vez primera del trozo de tela negra que llevaba en la pata trasera.
—¡Espera! —le llamé a voz en grito.
Extendí una mano para alcanzarle sin pensar, pero él se perdió entre los árboles en cuestión de segundos seguido por los otros dos lobos.
—¿Por qué se va? —le pregunté, molesta.
—Va a volver —repuso Edward, resignado—. Desea poder hablar por sí mismo.
—Estúpido chucho. —mascullo Edward.
Observé la linde del bosque por la que había desaparecido el lobo mientras me apoyaba en el costado de Edward. Estaba al borde del colapso, pero seguí luchando por mantenerme en pie.
Jacob acudió al trote, pero esta vez no a cuatro patas, sino a dos piernas. Iba con el pecho desnudo y llevaba la melena enmarañada y alborotada. No vestía más atuendo que los pantalones cortos de color negro. Corría sobre el suelo helado con los pies descalzos y ahora acudía solo, aunque sospeché que sus amigos se mantenían ocultos entre los árboles.
Los Cullen se habían situado en corrillo y hablaban en cuchicheos entre ellos. Aunque rehuyó a los vampiros, no tardó mucho en cruzar el campo.
—Vale, chupasangres —dijo Jacob cuando se plantó a un metro escaso de nosotros; era obvio que retomaba la conversación que yo me había perdido—. ¿Por qué es tan complicado?
—He de sopesar todas las posibilidades —replicó Edward, sin inmutarse—. ¿Qué ocurre si te atrapan?
Jacob resopló ante esa idea.
—Vale, entonces, déjala en la reserva.
—Parece que le di mucho crédito la última vez, —Edward redujo sus ojos—. Me pregunto qué fue su primera sugerencia.
—De todos modos, Collin y Brady van a quedarse en retaguardia; estará a salvo con ellos.
Torcí el gesto.
—¿Habláis de mí?
—Sólo quiero saber qué planea hacer contigo durante la lucha —explicó Jacob.
—¿Hacer conmigo?
—No puedes quedarte en Forks, Bella —me explicó Edward con voz apaciguadora—. Conocen tu paradero. ¿Qué ocurriría si alguno llegara a escabullirse?
Sentí un retortijón en el estómago y la sangre me huyó del rostro.
—¿Charlie? —dije casi sin aliento.
—Estará con Billy —me aseguró Jacob enseguida—. Si mi padre ha de cometer un asesinato para conseguir que vaya a la reserva, lo hará. Probablemente, no tendrá que llegar a eso. Será el sábado, ¿no? Hay partido.
—Eso es bueno, —dijo Esme. Obviamente también estaba preocupada por la seguridad de Charlie.
—¿Este sábado? —pregunté mientras la cabeza me daba vueltas. Me hallaba demasiado aturdida para controlar mis pensamientos desbocados. Miré a Edward y le dediqué un mohín—. ¡Mierda! Acabas de perderte tu regalo de graduación.
Emmett se rio.
—No lo sé… sería mejor si ella va, —dijo Edward, pero no parecía como si le gustara mucho esa idea.
—No creo que eso vaya a pasar… incluso si fuera una buena idea, —dijo Alice.
Él se rio.
—Lo que vale es la intención —me recordó—. Puedes darle las entradas a quien quieras.
Enseguida se me ocurrió la solución.
—Angela y Ben —decidí de inmediato—. De ese modo, al menos estarán fuera del pueblo.
—Lo repito, ella es tan rara— se rio Emmett— No va a darles las entradas porque piense que será buena onda, sino que va a dárselas porque quieren que estén a salvo de una horda de vampiros que ni siquiera se fijaran en esos dos.
—No es rara, solo que se preocupa demasiado— sonrió Edward.
Edward me acarició la mejilla.
—No puedes evacuar a todos —repuso con voz gentil—. Ocultarte es una simple precaución, te lo aseguro. Ahora ya no tenemos problema. No son suficientes para mantenernos ocupados.
—¿Y qué ocurre con el plan de protegerla en La Push? —le interrumpió Jacob con impaciencia.
—Ha ido y venido de allí demasiadas veces —explicó Edward—. El lugar está lleno de su rastro. Mi hermana sólo ha visto venir de caza a neófitos muy recientes, pero alguien más experimentado ha tenido que crearlos. Todo esto podría ser una maniobra de distracción por parte de quienquiera que sea, él... —Edward hizo una pausa para mirarme— o ella. Y aunque Alice lo verá si decide venir a echar un vistazo por sí mismo, quizás en ese momento estemos demasiado ocupados. No puedo dejarla en ningún lugar que haya frecuentado. Ha de ser difícil de localizar, aunque sólo sea por si acaso. La posibilidad es remota, pero no voy a correr riesgos.
—Hm… —dijo Jasper, frunciendo el entrecejo.
—¿Qué? —preguntó Edward.
—Bueno, normalmente estaría de acuerdo contigo de que esto era un tiro largo, —dijo Jasper—, pero, parece que es todo lo que pasa en estos libros. Tiros largos que se convierten en logros. Y tengo un mal sentimiento sobre esto.
Edward gimió y bajo la cabeza. —Eso es justo lo que quería escuchar.
No aparté los ojos de Edward mientras se explicaba. Fruncí el ceño cada vez más. Me dio unas palmadas en el brazo.
—Me estoy pasando de precavido —me prometió.
Jacob señaló al fondo del bosque, al este de nuestra posición, a la vasta extensión de las montañas Olympic.
—Bueno, ocúltala ahí —sugirió—. Hay un millón de escondrijos posibles y cualquiera de nosotros puede acudir en cuestión de minutos si fuera necesario.
Edward negó con la cabeza.
—El aroma de Bella es demasiado fuerte y el de nosotros dos juntos deja una pista inconfundible, y sería así incluso aunque yo la llevara en volandas. Nuestro rastro ya destaca entre los demás efluvios, y en conjunción con el de Bella, siempre llamaría la atención de los neófitos. No estamos seguros del camino exacto que van a seguir, ya que ni ellos mismos lo saben aún. Si hallan su olor antes de que nos encontremos con ellos...
Ambos hicieron una mueca de disgusto y fruncieron el ceño al mismo tiempo.
—Ya ves las dificultades.
—Tiene que haber una forma eficaz —murmuró Jacob, que apretó los labios mientras contemplaba el bosque.
Di una cabezada y me incliné hacia delante. Edward rodeó mi cintura con un brazo y me acercó a él para soportar mi peso.
—He de llevarte a casa... Estás agotada, y Charlie va a despertarse enseguida
—Espera un momento —pidió Jacob mientras se volvía hacia nosotros—. Mi olor os disgusta, ¿no?
Le relucían los ojos.
—¡Sí! —respondió Rosalie inmediatamente—. Sin embargo no significa que sea la única cosa de ti que me disgusta.
—No es mala idea —Edward se adelantó dos pasos—. Es factible —se volvió hacia su familia.
—¿Qué es posible? —preguntó Emmett impacientemente.
—Usar su rastro para ocultar el suyo, —dijo Jasper—. Eso podría servir. Dijiste que el olor de los lobos es… abrumador.
—Sí, y algo que no te gustaría investigar de cerca, —dijo Edward.
—¿Jasper? —llamó.
El interpelado alzó los ojos con curiosidad y retrocedió medio paso junto a Alice, que volvía a estar descontenta.
—De acuerdo, Jacob —Edward hizo un asentimiento de cabeza.
Jacob se volvió hacia mí con una extraña mezcolanza de emociones en el rostro. Estaba claro que le entusiasmaba su nuevo plan, con independencia de en qué consistiera, pero seguía incómodo por la cercanía de sus aliados y al mismo tiempo enemigos. Luego, cuando él extendió los brazos hacia mí, me llegó el momento de preocuparme.
—Argh, —gimió Edward—. Va a tener que llevarla.
—Obligados a estar cerca otra vez, —rio Emmett—. Apuesto que amas eso.
La respuesta de Edward fue un gruñido.
Edward respiró hondo.
—Vamos a ver si mi efluvio basta para ocultar tu aroma —explicó Jacob.
Observé sus brazos extendidos con gesto de sospecha.
—Vas a tener que dejar que te lleve, Bella —me dijo Edward. Habló con calma, pero había una inconfundible nota soterrada de malestar en su voz.
Puse cara de pocos amigos.
Jacob puso los ojos en blanco, se impacientó y se acercó para tomarme en brazos.
—No seas niña —murmuró mientras lo hacía.
Empero, y al igual que yo, lanzó una mirada a Edward, que permanecía sereno y seguro de sí mismo. Entonces, le habló a su hermano Jasper.
—Sabes, apostaría a que el Emmett del libro está deseando ser el que lee mentes, —dijo Emmett—. Estoy seguro que tus pensamientos deberían haber sido muy divertidos
—El olor de Bella es mucho más fuerte que el mío... Se me ha ocurrido que tendríamos más posibilidades sí lo intentaba alguien más.
Jacob se alejó de ellos y se encaminó con paso veloz hacia el interior del bosque. Me mantuve en silencio cuando nos envolvió la oscuridad. Hice una mueca, pues me sentía incómoda en los brazos de Jacob. Había demasiada intimidad entre nosotros.
Edward trato si éxito de esconder una sonrisa.
Seguramente, no era necesario que me sujetara con tanta fuerza, y no podía dejar de preguntarme qué significado tenía para él un abrazo que me hacía recordar mi última tarde en La Push, algo en lo que prefería no pensar. Me crucé de brazos, enfadada, cuando el cabestrillo de mi mano acentuó aquel recuerdo.
—Ahora el cachorro debe estar deseando no haberla besado, disfrutaría mas de ese abrazo si Bella no estuviera enojada— Emmett se rio.
No nos alejamos demasiado. Describió un amplio círculo desde nuestro punto de partida, quizá la mitad de la longitud de un campo de fútbol, antes de regresar al claro desde una dirección diferente. Jacob se dirigió hacia la posición donde nos esperaba Edward, que ahora estaba solo.
—Bájame.
—No quiero darte la ocasión de estropear el experimento —aminoró el paso y me sujetó con más fuerza.
—Eres un verdadero fastidio —me quejé entre dientes.
—Gracias.
Jasper y Alice surgieron de la nada y se situaron junto a Edward. Jacob dio un paso más y me dejó en el suelo a dos metros escasos de mi novio. Caminé hacia él y le tomé de la mano sin volver la vista hacia Jacob.
—Oh hombre, golpe para el chucho— se volvió a reír Emmett y esta vez siendo acompañado por Edward.
—¿Y bien? —quise saber.
—Siempre y cuando no toques nada, Bella, no imagino a nadie husmeando lo bastante cerca de esta pista como para distinguir tu aroma —respondió Jasper, con una mueca—, que queda casi completamente oculto.
—¿Casi? —se quejó Edward.
—Estará bien, Edward, —dijo Emmett, rodando los ojos—. De todas maneras sabes que no vamos a dejar que nadie nos pase.
—Un éxito concluyente —admitió Alice sin dejar de arrugar la nariz.
—Eso me ha dado una idea...
—...que va a funcionar —apostilló Alice con confianza.
—Bien pensado —coincidió Edward.
—¿Cómo soportas esto? —me preguntó Jacob con un hilo de voz.
—No lo haces, —dijo Emmett, muy divertido—. Tú puedes aguantar un poco, pero no lo hace ni un poco menos molesto… especialmente cuando los dos raros están en la conversación.
—Y te preguntas porque siempre hacemos eso, —se rio Edward de su hermano molesto soltó risitas con él.
Edward ignoró al licántropo y me miró mientras me explicaba la idea.
—Vamos a dejar, bueno, tú vas a dejar una pista falsa hacia el claro. Los neófitos vienen de caza. Se entusiasmarán al captar tu esencia y haremos que vayan exactamente a donde nos interesa a nosotros. De ese modo, no tendremos que preocuparnos del tema.
—¡Eso es perfecto! —Jasper sonrió—. Me preguntaba cómo podríamos llevarlos ahí.
—¿No habías pensado en usar su rastro? —Preguntó Emmett—. Se veía muy obvio para mí.
—Oh, pensó en eso, —dijo Edward, pero no podía hacerlo antes porque el rastro continuaría hasta llevarlo a donde sea que estaba Bella…
—Y no había manera de que Edward permitiera eso,—dijo Jasper.
Alice ya ha visto que el truco funciona. Se dividirán en dos grupos en cuanto descubran nuestro aroma en un intento de atraparnos entre dos fuegos. La mitad cruzará el bosque, allí es donde la visión cesa de pronto...
—Hmm… me pregunto que podría estar esperando ahí, —Emmett rio.
—¡Sí! —siseó Jacob.
Edward le dedicó una sonrisa de sincera camaradería.
—Edward se paso al lado oscuro— Rosalie intento bromear, pero su voz salió dura.
—No creo que eso pase ni en cien años, y espero librarme del chucho en unos pocos meses— Edward esperaba que así sucediera.
Me sentí fatal. ¿Cómo podían estar tan ansiosos? ¿Cómo iba a soportar que los dos se pusieran en peligro?
No podía...
—Pobre Bella, —dijo Esme, entendiendo sus sentimientos más que nadie más.
...y no lo iba a hacer.
—¿Qué podría hacer para detenerlo? —rio Emmett.
—Conociéndola… pensara en algo, —Edward suspiro, arrugando las cejas—. Sin embargo, claro, no tengo idea de que.
—Eso, ni se te ocurra —repuso de pronto Edward, disgustado.
Di un brinco, preocupada porque, de algún modo, hubiera conseguido enterarse de mi resolución, pero Edward no apartaba la vista de Jasper.
—Lo sé, lo sé —se apresuró a responder éste—. En realidad, ni siquiera lo había considerado de verdad —Alice le pisó el pie—. Bella los haría enloquecer si se quedara en el claro como cebo —le explicó a su compañera.
—¡Tú eres el que está loco! —le gruño Edward.
—Lo que dije fue cierto, —dijo Jasper incómodo—, pero sé que nunca sería una opción.
—No serían capaces de concentrarse en otra cosa que no fuera ella, y eso nos daría la ocasión de barrerlos del mapa...
—Ya es muy fácil como está, —se quejó Emmett—. No necesitamos más ayuda.
—¿Y qué hay del peligro para Bella? — pregunto Rosalie asombrando a los demás.
—Ella ya tiene suficiente protección, todos nosotros y los perritos. —Emmett estaba seguro que ya no había nada de divertido en la situacion.
Edward le lanzó una mirada envenenada que le hizo desdecirse—. No podemos hacerlo, claro, es una de esas ideas peregrinas que se me ocurren: resultaría demasiado peligroso para ella —añadió enseguida, pero me miró por el rabillo del ojo, y su expresión era de lástima por la oportunidad desperdiciada.
—No podemos —zanjó Edward de modo terminante.
—Tienes razón —admitió Jasper. Tomó la mano de Alice y se volvió hacia los demás—. ¿Al mejor de tres? —oí cómo le preguntaba a ella cuando se iban para continuar practicando.
Jacob le contempló irse con gesto de repugnancia.
—Jasper considera cada movimiento desde una perspectiva puramente militar —dijo Edward en voz baja, saliendo en defensa de su hermano—. Sopesa todas las opciones... Es perfeccionismo, no crueldad.
Jasper entrecerró los ojos. —Si él piensa que no me preocupo por Bella…
—No te conoce en absoluto, —interrumpió Alice, ambos terminando su oración y de acuerdo con él.
El hombre lobo bufó.
Se había ensimismado tanto en urdir el plan que no se había percatado de lo mucho que se había acercado a Edward, situado ahora a un metro de él. Yo estaba entre ambos y era capaz de sentir en el aire la tensión, similar a la estática; una carga muy incómoda.
Edward retomó el hilo del asunto.
—La traeré aquí el viernes por la tarde para dejar la pista falsa. Después, puedes reunirte con nosotros y conducirla a un lugar que conozco. Está totalmente apartado y es fácil de defender, da igual quién ataque. Yo llegaré allí siguiendo otra ruta alternativa.
—¿Y entonces, qué? ¿La dejamos allí con un móvil? —saltó Jacob con tono de desaprobación.
—¿Se te ocurre algo mejor?
—No creo que eso sea una buena idea, —dijo Jasper.
—Yo tampoco… especialmente después de lo que dijiste sobre los tiros largos, —dijo Edward.
De pronto, Jacob adoptó un gesto petulante.
—Lo cierto es que sí.
—Vaya... Bueno, perro, la verdad es que tu idea no está nada mal.
Jacob se volvió hacia mí enseguida, como si estuviera dispuesto a representar el papel de chico bueno y mantenerme al tanto de la conversación.
—Estamos intentando convencer a Seth
—Así que él es uno de ellos ahora también… y esa es la razón por la que estaba en la junta la otra noche, —Carlisle suspiró.
a fin de que se quede con los dos más jóvenes.
—¿Más jóvenes? —dijo Esme tristemente—. Él no es ya demasiado joven… esos pobres chicos.
Él también lo es, pero se muestra tozudo. Se me ha ocurrido una nueva tarea para él: hacerse cargo del móvil.
—Ah, —dijo Jasper—. Me gusta eso.
—Sí, será lindo saber que un lobo está protegiéndola, —dijo Edward.
Intenté aparentar que le entendía, pero no engañé a nadie.
—Seth Clearwater estará en contacto con la manada mientras permanezca en forma lobuna, pero ¿no será la distancia un problema? —preguntó Edward, volviéndose hacia Jacob.
—En absoluto.
—¿Cuatrocientos ochenta kilómetros? —Inquirió Edward, tras leerle la mente—. Es impresionante.
Jacob volvió a desempeñar su papel de chico bueno.
—Es lo más lejos que hemos llegado a probar —me explicó—.
Asentí distraídamente, ocupada en digerir que el joven Seth Clearwater ya se había convertido también en hombre lobo, una perspectiva que me impedía concentrarme. Aún veía su deslumbrante sonrisa, tan parecida a la de un Jacob más joven. Tendría quince años a lo sumo, si es que los había cumplido. Su entusiasmo ante la fogata en la sesión del Consejo adquiría ahora un nuevo significado...
—Es una buena idea —Edward parecía reacio a admitir las bondades de la misma—. Me sentiría mucho más tranquilo con Seth allí, aun cuando no fuera posible la comunicación inmediata. No sé si hubiera sido capaz de dejar sola a Bella, aunque pensar que hemos tenido que llegar a esto... ¡Confiar en licántropos!
Emmett rio, y algunos de los otros soltaron risitas.
—Es una idea extraña, ¿no? —dijo Jasper.
—...o luchar con vampiros en vez de contra ellos —replicó Jacob, remedando el mismo tono de repulsión.
—¿Y ahora terminan las frases del otro? — Emmett imito el tono asqueado que Rosalie solía usar — Alguien está haciendo amistades con el enemigo.
—No son enemigos— dijo Esme.
—Pero ellos dos sí— Emmett señalo a Edward.
—Bueno, al menos vas a luchar contra algunos —repuso Edward.
Jacob sonrió.
—¿Por qué te crees que estamos aquí?
—Ese es el final del capítulo, —dijo Jasper, dándole el libro a Carlisle.





Hola *.* /
Un capitulo mas de Eclipse, y un capitulo menos para terminar, particularmenete siempre me gusto mucho esta parte, Bella por fin se comporta como alguien que tiene novio, pero solo porque esta enojada con Jacob, o quizas en su interior sabía que no podía anderse de manoseos frente a Edward, en serio, ya sería muy de puta darle la mano y abrazarte a cada rato a otro frente al novio, porque bien que cuando estan solos a ella no le importaría, jajajjajaja 

En fin, tambien me gusta mucho, porque hay mas interacción con los demas Cullen, debería haber mas escenas así :(

Muchas gracias a Camila por este capitulo, solo tuve que arreglar dos veces el nombre de Emmett, yeiiiii :D

Nos leemos mas al rato en el siguiente capitulo.

Saludos

Cary0605




3 comentarios:

Paulina dijo...

Gracias por el capitulo ahora a leer el siguiente

Lorria dijo...

Wajajajajajajajajaja Cary me mato de la risa tu comentario sobre bella... Pero tenes razón ya es hora de que ella se comportara como es debido dándole su lugar a Edward... Sigo sin entender como con un novio como Edward ������ ella tenía que ir por ahí tonteando con Jacob... La odie por eso!!!!! Pero en fin que bueno que ya falta poco para terminar con eclipse!!!!! Gracias a Camila y a tu por el capitulo!!!! Me hacen demasiado feliz!!!!

Anónimo dijo...

Pobre Edward si piensa que después de esto, Jake se alejará por fin de ellos jejeje!!! pero eso lo dejamos para Amanecer y que sea ahí donde casi le dé un infarto al vampiro jajaja!!!.

La fiesta acabó pero los preparativos siguen y ahora en entrenamientos con los perritos, no es que me caigan mal ellos pero con los que más simpatizo son con Seth y Leah, me da cólera que la traten mal sólo por los pensamientos que ella tiene y ya me encantaría que pronto ella se imprimara pero eso es algo que al parecer sólo ocurrirá cuando se aleje por completo de la manada y de cuanto vampiro haya a su alrededor, de seguro que de ser posible Leah y Rosalie serían amigas ya que ambas quiren lo mismo ..... poder seguir cambiando, seguir madurando y tener familia, al menos una de ellas todavía tiene la posibilidad de hacerlo.

Y me encantó siempre la parte del entrenamiento de Alice en donde ella hace gala de sus viones para adelantar los pasos del "enemigo" pero algo que siempre me llamó la atención en esa misma parte es ... cómo es posible que vea las intenciones de Jasper teniendo tan cerca a la manada??? no se supone que al estar cerca de ellos sus visiones pasan a la historia y queda como una vmapirita "normal"???? tampoco creo que hayan estado a una distancia taaaaaan larga como para permitirle seguir con sus visiones así que en todo caso creo que a Meyer se le escapó ese dato jejeje

SALESIA