jueves, 4 de septiembre de 2014

Pacto

Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Eclipse” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.


Traducido por: Camila Cullen Masen

Corregido por: Cary0605


—Pacto, —leyó Esme.
—Parece que los lobos realmente van a unírsenos, —dijo Carlisle.
—¿Bella?
La suave voz de Edward sonó a mis espaldas. Me volví a tiempo de verle subir la escalera del porche con su habitual fluidez de movimientos. La carrera le alborotó los cabellos. Me rodeó entre sus brazos de inmediato, tal y como había hecho en el aparcamiento, y volvió a besarme.
Aquel beso me asustó. Había demasiada tensión, una enorme desesperación en la forma en que sus labios aplastaron los míos..., como si temiera que no nos quedara demasiado tiempo.
No podía permitirme pensar eso, no si iba a tener que comportarme como una persona durante las próximas horas. Me aparté de él.
—Estúpida fiesta, —murmuró Edward.
—Es tu beso lo que la tiene preocupada, —se enojó Alice.
—No, más bien estoy seguro de que es el ejército de vampiros lo que la tiene preocupada, —se río Edward entre dientes.
—Vamos a quitarnos de encima esta estúpida fiesta —farfullé, rehuyendo su mirada.
—Ves… estúpida fiesta, —Edward casi sonrió con superioridad.
Puso las manos sobre mis mejillas y esperó hasta que alcé la vista.
—No voy a dejar que te suceda nada.
—Como si no estuvieras preocupado Eddy, —dijo Emmett. —Estas probablemente más preocupado que nadie.
Le toqué los labios con la mano buena.
—Mi persona no me preocupa demasiado.
—Claro que no, —Edward sonrió, acompañado con todos los demás en la habitación; era solamente tan Bella.
—¿Por qué eso no me sorprende? —murmuró para sus adentros. Respiró hondo y esbozó una leve sonrisa—. ¿Lista para la celebración? —preguntó.
Gemí.
Me abrió la puerta, teniéndome bien sujeta por la cintura. Entonces, me quedé petrificada durante un minuto antes de sacudir la cabeza.
—Increíble.
—Alice es así.
—Claro que lo soy, —dijo Alice, luciendo emocionada de oír cómo había decorado la casa.
Había transformado el interior de la casa de los Cullen en un night club, de ese estilo de locales que no sueles encontrar en la vida real, sólo en la televisión.
—Vamos, tienes que darme más que eso, —lloriqueó Alice.
—Edward —llamó Alice desde su posición junto a un altavoz—, necesito tu consejo —señaló con un gesto la imponente pila de CDs—. ¿Deberíamos poner melodías conocidas y agradables o educar los paladares de los invitados con la buena música? —concluyó, señalando otra pila diferente.
—¿Quieres que les guste la fiesta, —dijo Edward—, o que piensen que solo somos ricos y fanfarrones?
Alice hizo una cara, —Supuse que tendríamos que usar la música que este de modo en este momento… quiero que esta fiesta sea un éxito para Bella.
—Si… esa es la razón, —Edward soltó una risita y Alice le sacó la lengua.
—No te salgas de la agradable —le recomendó Edward—. «Treinta monjes y un abad no pueden hacer beber a un asno contra su voluntad».
Alice asintió con seriedad y comenzó a lanzar los CDs «educativos» en una bolsa. Noté que se había cambiado y llevaba una camiseta sin mangas cubierta de lentejuelas y unos pantalones de cuero rojo. Su piel desnuda relucía de un modo extraño bajo el parpadeo de las intermitentes luces rojas y púrpuras.
—Tal vez no deberías usar esas luces, —dijo Jasper.
—Me parece que no voy vestida con la elegancia apropiada para la ocasión.
—Estás perfecta —discrepó Edward.
—Más que eso —rectificó Alice.
—¡Alice! —Edward la miró con furia.
—¿Qué? —Alice se encogió de hombros.
—Hey, Enana, ¿no fuiste tú quien le dio lo que está vistiendo? —Emmett se rio ruidosamente.
—Gracias —suspiré—. ¿De verdad creéis que va a venir alguien? —Todos podían oír la esperanza en mi voz. Alice me hizo una cara.
—De la que estoy seguro sería esta, —Emmett se rio disimuladamente mientras apuntaba a la cara de Alice.
—No va a faltar nadie —aseguró Edward—. Todos se mueren de ganas por ver el interior de la misteriosa casa de los huraños Cullen.
—Genial —protesté.
—Lo es, ¿no? — Alice estaba extasiado pensando en lucir la fiesta a los demás.
No había nada en lo que pudiera echar una mano. Albergaba serias dudas de que alguna vez fuese capaz de hacer las cosas que hacía Alice, ni siquiera cuando no tuviera necesidad de dormir y me moviera mucho más deprisa.
Edward se negó a apartarse de mi lado ni un segundo y me llevó consigo cuando fue en busca de Jasper primero y luego de Carlisle para contarles mi descubrimiento. Horrorizada, escuché en silencio sus planes para atacar a la tropa de Seattle.
—Realmente no deberían hablar de eso enfrente de ella, —dijo Esme.
—Lo sé. Estoy seguro de me di cuenta de que eso la molestaría, —dijo Edward—. Justo como de que estoy seguro de que no podía dejarla…
—Y no podías evitar hablar de eso tan pronto como pudieras, —termino Jasper por él—. Estarías demasiado preocupado para no hacerlo.
Estaba segura de que la desventaja numérica no complacía a Jasper, pero no habían sido capaces de hacer cambiar de idea a la familia de Tanya, que no estaba dispuesta a colaborar. Jasper no intentaba ocultar su angustia del modo en que lo hacía Edward. Resultaba obvio que no le gustaba jugar con apuestas tan fuertes.
—No, realmente no me gusta, —dijo Jasper frunciendo el ceño.
—Parece que es capaz de leerte mejor ahora, —le susurro Alice y él sonrió en respuesta.
No podría quedarme en la retaguardia esperando a que aparecieran por casa. No lo haría o me volvería loca.
Sonó el timbre.
De pronto, de forma casi delirante, todo fue normal. Una sonrisa perfecta, genuina y cálida reemplazó la tensión en el rostro de Carlisle. Alice subió el volumen de la música y luego se acercó bailando hasta la puerta.
—Es hora,— chilló Alice.
El Suburban había venido cargado con mis amigos, demasiado nerviosos o intimidados para acudir cada uno por su cuenta. Jessica fue la primera en traspasar la puerta con Mike pisándole los talones. Los siguieron Tyler, Conner, Austin, Lee, Samantha y por último incluso Lauren, cuyos ojos críticos relucían de curiosidad. Todos se mostraban expectantes y luego, cuando entraron en la enorme estancia engalanada con aquella elegancia delirante, parecieron abrumados. La habitación no estaba vacía, los Cullen ocupaban su lugar, listos para escenificar su perfecta representación de una familia humana. Esa noche yo tenía la sensación de estar actuando un poquito más que ellos.
—Oh, ¿por qué tenía que darse cuenta de eso hoy? —Se quejó Alice—. No está teniendo una experiencia muy humana.
Acudí para saludar a Jess y a Mike, con la esperanza de que el tono nervioso de mi voz pudiera pasar por puro entusiasmo. La campana sonó antes de que pudiera acercarme a nadie. Dejé entrar a Angela y a Ben y mantuve la puerta abierta al ver que Eric y Katie acababan de llegar al pie de las escaleras.
No hubo ninguna otra ocasión para sentir pánico.
—Hm… supongo que la fiesta puedo haber sido una buena idea, —dijo Edward, luciendo complacido de que no tendría momento para el pánico.
—Lo que sea, —Alice hizo un puchero.
Tuve que hablar con todo el mundo y continuar ofreciendo la nota jovial propia de la anfitriona. Aunque se había presentado como una fiesta ofrecida por Edward, Alice y yo, era inútil negar que yo me hubiera convertido en el objetivo más popular de agradecimientos y felicitaciones.
—Significa que la fiesta es un éxito,— Alice estaba convencida de eso.
Quizá debido a que los Cullen tenían un aspecto extraño bajo las luces festivas elegidas por Alice. Quizá porque aquella iluminación sumía la estancia en las sombras y el misterio, y no propiciaba una atmósfera para que las personas normales se relajaran cuando estaban cerca de alguien como Emmett. En una ocasión vi cómo Emmett sonreía a Mike por encima de la mesa de la comida. Este dio un paso atrás, asustado por los centelleos que las luces rojas arrancaban a los dientes del vampiro.
—Bien, —Edward le sonrió a su hermano que ya estaba riendo considerablemente fuerte.
—Eso se llama defender el honor de mi futura cuñada— Emmett se veía encantado.
Lo más probable era que Alice hubiera hecho esto a propósito para obligarme a ser el centro de atención, una posición con la que, en su opinión, yo debería disfrutar. Ella me obligaba a seguir los usos y costumbres de los hombres para hacerme sentir humana.
La fiesta fue un éxito rotundo
—De nada, — Alice estaba feliz y Jasper no paraba de sonreír de solo sentir la emoción que surgía de su esposa.
a pesar del estado de tensión nerviosa provocado por la presencia de los Cullen, aunque tal vez eso sólo añadiera una nota de emoción al ambiente del local. El ritmo de la música era contagioso; las luces, casi hipnóticas; la comida debía de estar buena a juzgar por la velocidad con que desaparecía. La estancia pronto estuvo abarrotada, aunque no hasta el punto de provocar claustrofobia. Parecía haber acudido la clase entera del último curso al completo, además de algunos alumnos de cursos inferiores. Los asistentes movían los cuerpos al ritmo del compás marcado con los pies y todos estaban a punto de ponerse a bailar.
No estaba siendo tan terrible como había temido. Seguí el ejemplo de Alice y me mezclé y charlé con todos, que parecían bastante fáciles de complacer. Estaba segura de que aquella fiesta era con diferencia la mejor de cuantas se habían celebrado en Forks desde hacía mucho tiempo.
—Bueno, obviamente, —Alice sonrió con orgullo.
Alice casi ronroneaba de placer. Nadie iba a olvidar aquella noche.
—Tenemos dos Alice ronroneantes— Emmett se río.
Di otra vuelta alrededor de la sala y volví a encontrarme con Jessica, que balbuceaba de excitación, pero no era preciso prestarle demasiada atención
—Notaste como siempre está diciendo eso de Jessica, —Emmet se rio entre dientes.
—Eso es bastante grosero de su parte, —Esme frunció el ceño.
—Créeme, mamá, a Jessica no le importa, —dijo Edward.
 al ser poco probable que ella necesitara de una respuesta por mi parte. Edward permanecía a mi lado, negándose a apartarse de mí. Mantenía una mano bien sujeta en mi cintura y de vez en cuando me acercaba a él, probablemente como reacción a pensamientos que no quería oír.
—¿Quieres que dé más sonrisas amenazantes?— sugirió Emmett.
Por eso, enseguida me puse en estado de alerta cuando dejó colgar el brazo a un costado y empezó a separarse de mí.
—¿Por qué? ¿Qué paso? —pregunto Edward, preocupado.
—No lo sé, pero lo que sea, debe haber sido malo para ti para realmente dejarla, —dijo Jasper.
—¿Qué puede ser peor de lo que ya descubrimos? —dijo Edward.
—Lo veremos, —fue todo lo que Jasper pudo decir.
—Quédate aquí —me susurró al oído—. Vuelvo ahora.
Cruzó entre el gentío con gracilidad. Dio la impresión de que no había rozado ninguno de los cuerpos apretados. Se marchó demasiado deprisa como para darme la oportunidad de preguntarle por qué se iba. Entorné los ojos y no le perdí de vista mientras Jessica gritaba con entusiasmo por encima de la música y se colgaba de mi codo, haciendo caso omiso a mi falta de atención.
Le observé cuando llegó a la oscura puerta situada junto a la entrada de la cocina, donde las luces sólo brillaban de forma intermitente. Se inclinó sobre alguien, cuya identificación resultó imposible por culpa de las cabezas de los invitados, que me tapaban el campo de visión.
Me puse de puntillas y estiré el cuello. En ese preciso momento, una luz roja iluminó su espalda e hizo destellar las lentejuelas de la camisa de Alice,
—Así que, tuviste una visión, —dijo Edward, luciendo como si estuviera tratando de pensar de que pudo haber sido.
—Aparentemente es verdad, —Alice frunció el entrecejo.
cuyo rostro quedó iluminado una fracción de segundo. Fue suficiente.
—Discúlpame un momento, Jessica —farfullé mientras retiraba su brazo de mi codo.
No me detuve a esperar su reacción ni a verificar si mi brusquedad le había molestado. Eludí los cuerpos que se interponían en mi camino y de vez en cuando propiné algún que otro empujón, pocos, por fortuna,
—Esto se parece a su paseo por Italia, dando empujones por llegar a Eddy —rio Emmett.
ya que no había mucha gente bailando. Me apresuré a cruzar la puerta de la cocina.
Edward se había ido, pero Alice seguía allí, inmóvil en la penumbra, con el rostro desconcertado y la mirada ausente propios de quien acaba de presenciar un terrible accidente. Se sujetaba al marco de la puerta con una de sus manos, como si necesitara ese apoyo.
—Demonios, —dijo Emmett y todos se congelaron en su lugar. Ahora estaba claro que lo que haya sido que Alice vio era devastador.
La voz de Esme titubeo un poco cuando empezó a leer otra vez.
—¿Qué pasa, Alice? ¿Qué? ¿Qué has visto? —le imploré ensortijando los dedos de las manos con gesto suplicante.
Ella no me miró, siguió con los ojos clavados a lo lejos. Seguí la dirección de su mirada y me percaté de cómo Alice captaba la atención de Edward a través de la habitación. El rostro de Edward era tan inexpresivo como una piedra. Se volvió y desapareció en las sombras de debajo de la escalera.
El timbre sonó en ese momento, cuando habían transcurrido varias horas desde la última llamada. Alice alzó la vista con expresión perpleja que pronto se convirtió en una mueca de disgusto.
—Oh, así que el cachorro decidió venir, —dijo Emmett, sin embargo su voz era un poco demasiado tensa para ser tomada como su humor normal.
Rosalie siseó, —Bien, ahora ese olor va a estar en nuestra casa por una semana.
—¿Quién ha invitado al licántropo?
Le puse mala cara cuando me agarró.
—Culpable —admití.
Se me había pasado por la cabeza la posibilidad de anular la invitación, pero ¿quién iba a pensar que Jacob fuera capaz de aparecer allí, como si tal cosa? Ni en el más descabellado de los sueños...
—Pienso que la forma en que lo dejaste solo le dio más razón de venir, —Emmett se rio entre dientes—. El cachorro tiene que descubrir una manera de luchar por ti de alguna manera, y no es como si fueras a ir a verlo en cualquier momento pronto, al menos ahora sabe exactamente dónde vas a estar y que debería estar a salvo por la gente que hay allí.
Edward le siseo.
—Edward, esto es una cosa buena. Necesitamos la ayuda de los lobos, —le recordó Carlisle, pero no pareció calmar mucho a Edward.
—Bueno, en tal caso, hazte cargo de él. He de hablar con Carlisie.
—¡No, Alice, aguarda!
Intenté agarrarla por el brazo, pero ella ya se había marchado y mi mano se cerró en el vacío.
—¡Maldita sea! —rezongué.
Adiviné lo que ocurría. Alice había tenido la visión que había esperado desde hacía tanto tiempo y, francamente, no me sentía con ánimos para soportar el suspense mientras atendía la puerta. El timbre volvió a sonar un buen rato. Alguien mantenía pulsado el botón. Actué con resolución. Di la espalda a la puerta de la cocina y registré la sala a oscuras con la mirada en busca de Alice.
No logré ver nada. Comencé a abrirme paso hacia las escaleras.
—¡Hola, Bella!
La voz gutural de Jacob resonó en un momento durante el que no sonaba la música. Muy a mi pesar, alcé los ojos al oír mi nombre.
Puse cara de pocos amigos.
En vez de un hombre lobo habían venido tres. Jacob había entrado por su cuenta, flanqueado por Quil y Embry,
—Bueno, parece como si no se sintiera tan seguro, —Emmett soltó una risita.
—O ellos no se sentían cómodos con que él viniera solo, —agrego Jasper.
que parecían muy tensos mientras miraban a un lado y otro de la estancia como si estuvieran adentrándose en una cripta embrujada. La mano temblorosa de Embry todavía sostenía la puerta y tenía la mitad del cuerpo fuera, preparado para echar a correr.
—Ah, el pequeño lobito está asustado de nosotros, —Emmett se rio realmente esta vez.
—Está temblando, —dijo Edward, estrechando sus ojos—. Mejor se controla a si mismo…
—Estoy seguro de que lo hará. No vamos a hacer nada para provocarlo, —dijo Carlisle tranquilamente.
Jacob me saludó con la mano. Estaba más calmado que sus compañeros, pero arrugaba la nariz con gesto de repulsión.
—¿Estás asqueado? —Gruño Rosalie—. Estúpidos chuchos.
También le saludé con la mano, pero en señal de despedida. Luego, me volví en busca de Alice. Me colé por un hueco que había entre las espaldas de Conner y Lauren...
...pero él apareció de la nada, me puso la mano en el hombro y me llevó hasta las sombras imperantes en los aledaños de la cocina.
—¡Qué bienvenida tan cordial! —apuntó.
Agité mi mano libre y le fulminé con la mirada.
—¿Qué rayos haces aquí?
—Me invitaste tú, ¿lo recuerdas?
—Por si el gancho de derecha fue demasiado sutil para ti, permíteme que te lo traduzca: era una cancelación de la invitación.
—De hecho creí que hizo su propósito muy claro, —rio Emmet.
—Sí, pero cuando ha escuchado ese estúpido chucho, —siseo Rosalie.
—No tengas tan poco espíritu deportivo. Encima de que te traigo un regalo de graduación y todo.
Me crucé de brazos. No me apetecía nada pelearme con Jacob en ese momento. Ardía en deseos de saber en qué consistía la visión de Alice y qué decían al respecto Edward y Carlisle. Estiré el cuello para buscarlos con la mirada por un costado de Jacob.
—Devuélvelo a la tienda, Jake. Tengo asuntos que atender.
Él obstaculizó mi línea de visión para requerir mi atención.
—¿No puedes ver que no eres bienvenido? —siseó Edward.
—No puedo devolverlo a ninguna tienda porque no lo he comprado. Lo hice con mis propias manos, y me costó bastante tiempo.
Volví a echar mi cuerpo a un lado, pero no conseguí ver a ningún miembro de la familia Cullen. ¿Dónde se habían metido?
—Nos estamos escondiendo del olor a chucho— Dijo Emmett sumamente convencido.
Escruté la penumbra una vez más.
—Venga, vamos, Bella. ¡No hagas como que no estoy aquí!
—No lo hago —no los veía por ninguna parte—. Mira, Jake, ahora tengo la cabeza en otra parte...
Puso la mano debajo de mi barbilla y me obligó a alzar el rostro.
—¿Podría recabar el privilegio de unos segundos de toda su atención, señorita Swan?
—Pronta a ser Cullen— apunto Emmett.
Me alejé para evitar el contacto con él.
—No seas sobón, Jacob —mascullé.
—Disculpa —contestó de inmediato, mientras alzaba los brazos simulando que se rendía—. Lo siento de veras, me refiero a lo del otro día. No debí besarte de ese modo. Estuvo mal. Supongo que me hice falsas ilusiones al pensar que me querías.
Edward giró los ojos. No sabía que tramaba el perro, pero no le gustaba.
—Falsas ilusiones... ¡Qué descripción tan certera!
—Sé amable, ya sabes, al menos podrías aceptar mis disculpas.
—Vale, disculpas aceptadas, y ahora, si me perdonas un momento…
—Realmente está desesperada por saber que pasa— se río Emmett al ver como ignoraba al chucho.
—Vale —repuso entre dientes.
Lo dijo con una voz tan diferente que dejé de buscar a Alice y estudié su rostro. Tenía la vista clavada en el suelo para ocultar los ojos. El labio inferior sobresalía levemente.
—Luciendo patético, sin duda, —siseo Edward—. Estúpido chucho, siempre manipulándola.
—Supongo que preferirás estar con tus amigos «de verdad» —dijo con el mismo tono abatido—. Ya lo pillo.
—¡Eh, Jake! —me quejé—. Sabes que eso no es justo.
—¿Ah, no?
—Deberías saberlo —me incliné hacia delante y alcé la vista en un intento de establecer contacto visual. Entonces, él levantó los ojos por encima de mi cabeza, para evitar mi mirada—. ¿Jake?
El rehusó mirarme.
—Eh, dijiste que me habías hecho algo, ¿no? —pregunté—. ¿Era pura palabrería? ¿Dónde está mi regalo?
Mi intento de simular entusiasmo fue patético, pero funcionó. Puso los ojos en blanco y me hizo un mohín.
—Estúpida psicología inversa, —murmuró Edward—. Solo mantente rabiosa con el chucho y hazle irse ya.
—Edward, lo necesitamos para saber sobre lo que sea que vio Alice, —dijo Jasper—. Sé que probablemente no quieres ayuda de él en el momento… pero vamos a necesitarlo.
—Estúpido libro, —era todo lo que Edward tenía que decir al respecto.
Proseguí con la patética farsa de la petición y mantuve abierta la mano delante de mí:
—Sigo esperando.
—Bueno —refunfuñó con sarcasmo, pero metió la mano en el bolsillo trasero de los vaqueros del que sacó una bolsita de holgada tela multicolor fuertemente atada con cintas de cuero. La depositó en mi mano.
—Vaya, qué cucada, Jake. ¡Gracias!
Suspiró.
—El regalo está dentro, Bella.
Emmet resopló.
—Bella, —Edward rodó los ojos, pero no sonrió, viendo que estaba aceptando un regalo del chucho en el momento—. Nunca me deja darle nada, —añadió, farfullando.
—Le diste algo para su cumpleaños, —dijo Alice, ignorando el encogimiento de dolor de Edward —, y usas maneras similares para conseguir que quiera los regalos, si recuerdas.
—Hmph, —fue todo lo que Edward dijo.
—Ah.
Me enredé con las cintas. Él resopló y me quitó la bolsita para abrirla con un sencillo tirón de la cinta adecuada. Mantuve la mano extendida, pero él agitó la bolsa y dejó caer algo plateado en mi mano. Los eslabones de metal tintinearon levemente.
—No hice la pulsera —admitió—, sólo el dije.
Sujeto a uno de los eslabones de plata había un pequeño adorno tallado en madera. Lo sostuve entre los dedos para examinarlo de cerca. Sorprendía la cantidad de detalles enrevesados de la figurita, un lobo en miniatura de extremado realismo, incluso estaba labrado en una madera de tonalidades rojizas que encajaban con el color de su pelambrera.
—Es precioso —susurré—. ¿Lo has hecho tú? ¿Cómo?
Él se encogió de hombros.
—Es una habilidad que aprendí de Billy... Se le da mejor que a mí.
—Resulta difícil de creer —murmuré mientras daba vueltas y más vueltas al lobito de madera entre los dedos.
—¿Te gusta de verdad?
—¡Sí! Es increíble, jake.
Jacob esbozó una sonrisa que al principio fue de felicidad, pero luego la expresión se llenó de amargura.
—Bueno, supuse que esto quizás hiciera que te acordaras de mí de vez en cuando. Ya sabes cómo son estas cosas, ojos que no ven, corazón que no siente.
—Eso será lo más difícil con lo que él lidiará después…—Esme frunció el ceño—. Va a saber exactamente lo que le paso a ella.
—Pero él ya dejo claro que no quiere saber nada de ella una vez que eso pase, —dijo Edward, gruñendo con el pensamiento de cómo se sentía el chucho sobre eso.
—Y tendremos que dejar este lugar antes de que pase… no tendrán oportunidad de verse, —agrego Carlisle—. Sin embargo creo que estás en lo cierto, está relación va a ser más difícil para ambos después de que ella cambie.
Ignoré su actitud.
—Ten, ayúdame a ponérmelo.
Le ofrecí la muñeca izquierda, dado que el cabestrillo me impedía mover la mano derecha. Abrochó el cierre con facilidad a pesar de que parecía demasiado delicado para sus dedazos.
—¿Te lo pondrás? —preguntó.
—Por supuesto que sí.
Me sonrió. Era la sonrisa feliz que tanto me gustaba ver en su cara.
Edward redujo sus ojos, luciendo enojado y triste.
Le correspondí con otra, pero mis ojos volvieron por instinto a la habitación y busqué entre la gente algún indicio de Edward o Alice.
—¿Por qué estás tan trastornada? —preguntó Jacob.
—No es nada —le mentí mientras intentaba concentrarme—. Gracias por el regalo, de veras, me encanta.
—¿Por qué no le está diciendo? —pregunto Alice, arrugando sus cejas.
—¿Bella? —frunció el ceño hasta que su sombra le oscureció los ojos—. Está a punto de pasar algo, ¿a que sí?
—Jake, yo... No, no es nada.
—No me mientas, se te da fatal. Deberías decirme de qué se trata. Queremos enterarnos de este tipo de cosas —dijo, utilizando al fin el plural.
—En realidad tiene razón,— Estuvo de acuerdo Carlisle.
Lo más probable es que tuviera razón. Los lobos eran parte interesada en lo que estaba pasando, sólo que yo no estaba segura de qué estaba ocurriendo.
—Te lo contaré, Jacob, pero déjame averiguar antes qué pasa, ¿vale? Tengo que hablar con Alice.
Una chispa de comprensión le iluminó el semblante.
—La médium ha tenido una visión.
—Sí, en el momento de aparecer tú.
—¿Es sobre el chupasangres que entró en tu cuarto? —murmuró, manteniendo el tono de voz por debajo del soniquete de la música.
—Guarda relación —admití.
Estuvo cavilando durante un minuto antes de inclinar la cabeza hacia delante para estudiar mis facciones.
—Te estás callando algo que sabes, algo grande.
—La conoce demasiado bien— Alice comento.
¿Qué sentido tenía mentirle de nuevo? Me conocía demasiado bien.
—Sí.
Jacob me observó fijamente durante una fracción de segundo y luego se volvió para atraer la atención de sus hermanos de carnada, que seguían en la entrada, incómodos y violentos. Se movieron en cuanto se percataron de su expresión y se abrieron paso con agilidad entre los fiesteros; ellos se movían también con una flexibilidad propia de bailarines. Flanquearon a Jacob en cuestión de medio minuto, descollando muy por encima de mí.
—Ahora, explícate —exigió Jacob.
—La están atacando en grupo ahora, lo veo, —Emmet rio.
Embry y Quil miraron de manera alternativa el rostro de mi amigo y el mío, confusos y precavidos.
—No sé prácticamente nada, Jake.
Continué buscando en la sala, pero ahora para que me rescataran. Los licántropos me arrinconaron en una esquina en el sentido más literal del término.
—Entonces, cuéntanos lo que sepas.
Los tres cruzaron los brazos sobre el pecho a la vez. La escena tenía una pizca de gracia, aunque sobre todo resultaba amenazadora.
Entonces vi a Alice bajar por las escaleras. Su piel nivea refulgía bajo la luz púrpura.
—¡Alice! —chillé con alivio.
Ella me miró en cuanto grité su nombre a pesar de que el chundachunda de los altavoces tendría que haber ahogado mi voz.
—Como si pudiera, —se burlaron Emmett y Alice.
—¿No sabe ya que tan buena es nuestra audición? —Emmett rio.
Moví el brazo libre con energía y observé su rostro cuando ella se fijó en los tres hombres lobo que se inclinaban sobre mí. Entornó los ojos.
—Ve a mostrarles quien es el jefe, Enana, —Emmett soltó una risita.
Sin embargo, antes de que se produjera esa reacción, la tensión y el miedo dominaron su rostro. Me mordí el labio mientras se acercaba con sus andares saltarines.
Jacob, Quil y Embry se alejaron de ella con expresiones de preocupación. Alice rodeó mi cintura con el brazo.
Emmett parecía encontrar esto divertido.
—No los provoques Alice, —dijo Edward.
—No lo hago, —dijo Alice, sería obvio si ella estuviera realmente provocándolos.
—He de hablar contigo —me susurró al oído.
—Esto, Jake, te veré luego... —farfullé cuando se calmó la situación.
El alargó su enorme brazo para bloquearnos el paso, apoyando la mano contra la pared.
—Eh, no tan deprisa.
—Pero tal vez lo tendré difícil para controlarme si él me provoca, —Alice entrecerró los ojos.
Alice alzó la vista para clavarle sus ojos desorbitados de incredulidad.
—¿Disculpa?
—Dinos qué está pasando —exigió él con un gruñido.
—¿Cuál es su problema? — Jasper estaba furioso.
Jasper se materializó literalmente de la nada. Alice y yo estábamos contra la pared y al segundo siguiente Jasper estaba junto a Jacob, en el costado opuesto al del brazo extendido, con expresión aterradora.
—Oh, querido… esto no luce bien, —se preocupó Esme, sin embargo no esperaría ninguna otra reacción de Jasper.
Jacob retiró el brazo con lentitud. Parecía el mejor movimiento posible, partiendo de la base de que quería conservar ese miembro.
—Ya sabes, no necesito que hagas eso, —le dijo Alice.
—Lo sé, —Jasper le sonrió.
—Pero estoy contenta de que viniste, —agrego Alice—. Su cara debe haber sido muy divertida.
—Es necesario cuando estúpidos chuchos piensan que pueden decirte que hacer, nadie hace eso — Jasper le guiño un ojo.
—Tenemos derecho a enterarnos —murmuró Jacob, lanzando una mirada desafiante a Alice.
Jasper se interpuso entre ellos. Los licántropos se aprestaron a la lucha.
—Eh, eh —intervine, añadiendo una risilla ligeramente histérica—. Esto es una fiesta, ¿os acordáis?
Nadie me hizo el menor caso. Jacob fulminó a Alice con la mirada mientras Jasper hacía lo propio con Jacob. De pronto, Alice se quedó pensativa.
—Está bien, Jasper. En realidad, tiene razón.
Jasper no relajó la posición ni un ápice.
—Lo que nunca habría esperado que hiciera, —dijo Alice, sacudiendo la cabeza.
Me embargaba una tensión tan fuerte que estaba convencida de que me iba a estallar la cabeza de un momento a otro.
—¿Qué has visto, Alice?
Ella miró a Jacob durante unos instantes y luego se volvió hacia mí. Era evidente que había decidido dejar que se enteraran.
—La decisión está tomada.
—¿Os vais a Seattle?
—No.
—Demonios, —siseó Edward—, vienen aquí.
—Eso es lo que estaba pensando, —dijo Jasper, sin embargo no parecía pensar que era una mala idea.
—Lo sé, —Edward lo miró con furia—. Crees que sería mejor enfrentarlos aquí… pero aún…
—Estarían demasiado cerca de Bella, —le dijo Jasper, un poco entretenido.
—Argh, —gimió Edward.
Sentí cómo el color huía de mi rostro y noté un retortijón en el estómago.
—Vienen hacia aquí —aventuré con voz ahogada.
Los muchachos quileute observaban en silencio, leyendo el involuntario juego de emociones de nuestros rostros. Se habían quedado clavados donde estaban, pero aun así no permanecían del todo quietos. Las manos no dejaban de temblarles.
—Si se transforman va a ser el acontecimiento de la noche— se río Emmett.
—Ellos no van a transformarse— Alice rodo los ojos.
—Sí.
—Vienen a Forks —susurré.
—Sí.
—¿Con qué fin?
Ella comprendió mi pregunta y asintió.
—Uno de ellos lleva tu blusa roja.
Edward gimió, y todos lucían enojados.
Intenté tragar saliva.
La expresión de Jasper era de desaprobación. No le gustaba debatir aquello delante de los hombres lobo, pero le urgía decir algo.
—No podemos dejarles llegar tan lejos. No somos bastantes para proteger el pueblo.
—Obviamente no… sería mejor si los dirigimos a un claro, —dijo Jasper, decepcionado.
—Jazz, solo has estado pensando sobre esto unos pocos minutos, —Alice le sonrió—, no pensando sobre esto la última hora o así para determinar la mejor manera de manejar esto.
—Oh, bien, —Jasper le sonrió de vuelta avergonzadamente.
—Lo sé —repuso Alice con el rostro súbitamente desolado—, pero no importa dónde les plantemos cara, porque vamos a seguir siendo pocos, y siempre quedará alguno que vendrá a registrar el pueblo.
Todos temblaron.
—No se preocupen, —dijo Carlisle—. Los lobos nos ayudaran.
—¡No! —murmuré.
El estruendo de la fiesta sofocó mi grito de rechazo. A nuestro alrededor, mis amigos, vecinos e insignificantes rivales comían, reían y se movían al ritmo de la música, ajenos al hecho de que estaban a punto de enfrentarse al peligro, el terror y quizá la muerte. Por mi causa.
—No es por ti, —dijo Edward, su mirada era culpable.
—Tampoco es tu culpa, —dijeron Carlisle y Esme al mismo tiempo.
—Alice, debo irme, he de alejarme de aquí —le dije articulando para que me leyera los labios.
—Eso no sirve de nada. No es como si nos las viéramos con un rastreador. Ellos seguirían viniendo primero aquí.
—Aún así ella no puede estar aquí cuando eso ocurra, —dijo Edward.
—En tal caso, he de salir a su encuentro —si no hubiera tenido la voz tan ronca y forzada, la frase habría sido un grito—. Quizá se vayan sin hacer daño a nadie si encuentran lo que vienen a buscar.
—¡NO! —gritó Edward.
—Sabes que nunca la dejaríamos dejarla hacer eso, —dijo Alice.
—Lo sé, —dijo Edward.
—Ella solo quiere proteger a toda esa gente, —Esme sonrió tristemente.
—Es una característica admirable, —Carlisle sonrió de la misma manera—, pero no podemos dejarla herirse más que a los otros.
—¡Bella! —protestó Alice.
—Espera —ordenó Jacob con voz enérgica—. ¿Quién viene?
Alice le dirigió una mirada gélida.
—Son de los nuestros. Un montón.
—¿Por qué?
—Vienen a por Bella. Es cuanto sabemos.
—¿Os superan en número? ¿Son demasiados para vosotros? —preguntó.
Jasper se molestó.
—Contamos con algunas ventajas, perro. Será una lucha igualada.
—No —le contradijo Jacob; una media sonrisa, fiera y extraña, se extendió por su rostro—, no va a ser igualada.
—Así que, el cachorro es el que propone la idea —dijo Emmett—. Eso tiene sentido.
—¡Excelente! —exclamó Alice, cuya nueva expresión miré fijamente, paralizada por el pánico. Su rostro estaba exultante y la desesperación había desaparecido de sus rasgos perfectos.
Dedicó a Jacob una ancha sonrisa que él le devolvió.
—Eso debió haber sido raro, —murmuró Alice.
—Muy  raro— dijo Rosalie.
—No tendré visiones si intervenís vosotros, por supuesto —comentó, muy pagada de sí misma—. Es un problema, pero, tal y como están las cosas, lo asumo.
—Argh, —gimió Alice—. Estúpidos perros. ¿Por qué tienen que ser inmunes a mis visiones?
—Debemos coordinarnos —dijo Jacob—. No nos va a ser fácil. Éste sigue siendo más un trabajo para nosotros que para vosotros.
—Yo no iría tan lejos, pero necesitamos la ayuda, así que no nos vamos a poner tiquismiquis.
—Espera, espera, espera —los interrumpí.
Alice estaba de puntillas y Jacob se inclinaba hacia ella, ambos con los rostros relucientes de entusiasmo a pesar de tener la nariz arrugada a causa de sus respectivos olores. Me miraron con impaciencia.
—Déjame adivinar… no le va a gustar esto. —Edward rodó los ojos.
—Va a estar preocupada sobre los lobos ahora, —Emmett rio.
—¿Coordinaros? —repetí entre dientes.
—¿De veras crees que nos vamos a quedar fuera de esto? —preguntó Jacob.
—¡Estáis fuera de esto!
—No es eso lo que piensa vuestra médium.
—Alice, niégate —insistí—. Los matarán a todos.
—Ja, ella realmente no tiene fe en sus habilidades en lo absoluto, —rio Emmett—. Pobres lobos.
Jacob, Quil y Embry se echaron a reír a mandíbula batiente.
—Bella —contestó Alice con voz suave y apaciguadora—, todos moriremos si actuamos por separado, juntos...
—...no habrá problema —Jacob concluyó la frase.
—Que tiernos, ahora terminan la frase del otro, Jasper ten cuidado— Alice rodo los ojos, pero Jasper lo fulmino con la mirada.
Quil volvió a reírse y preguntó con entusiasmo.
—¿Cuántos son?
—¡No! —grité.
Alice ni siquiera me miró.
—Su número varía... Ahora son veintiuno, pero la cifra va a bajar.
—¿Por qué? —preguntó Jacob con curiosidad.
—Se mataran los unos a los otros…—empezó a responder Jasper.
—Lo sabemos, —dijo Emmett impaciente.
—Bien, —Jasper se encogió de hombros.
—Es una larga historia —contestó Alice, mirando de repente a su alrededor—, y éste no es el lugar adecuado para contarla.
—¿Y qué tal esta noche, más tarde? —presionó Jacob.
—De acuerdo —le contestó Jasper—. Si vais a luchar con nosotros, vais a necesitar algo de instrucción.
Todos los lobos pusieron cara de contrariedad en cuanto oyeron la segunda parte de la frase.
—¡No! —protesté.
—Esto va a resultar un poco raro —comentó Jasper pensativamente—. Nunca había sopesado la posibilidad de trabajar en equipo. Ésa debe ser nuestra prioridad.
—Tal vez sea difícil confiar en ellos también, —Jasper frunció el ceño—. Odio tener que preocuparme de ellos volviéndose contra nosotros…
—No harán eso, —dijo Carlisle.
—Te creo, —dijo Jasper—. Pero no estoy seguro de que el Jasper del libro desconfía.
—Me asegurare de convencerte, estoy seguro, —dijo Edward—. Voy a saber lo que están pensando después de todo.
—Sin ninguna duda —coincidió Jacob, a quien le entraron las prisas—. Tenemos que volver a por Sam. ¿A qué hora?
—¿A partir de qué hora es demasiado tarde para vosotros?
Los tres quileute pusieron los ojos en blanco.
—¿A qué hora? —repitió Jacob.
—Parece que a los lobos no le gusta ser tratados como bebés, —Emmett rio entre dientes.
—aunque son niños— Esme estaba un poco preocupada con ese hecho.
—¿A las tres?
—¿Dónde?
—A quince kilómetros al norte del puesto del guarda forestal de Hoh Forest. Venid por el oeste y podréis seguir nuestro rastro.
—Sí, sería el mejor lugar para enfrentar al ejército, —dijo Jasper—. Ya puedo pensar en un buen lugar donde podemos poner a los lobos donde serán más efectivos.
—Allí estaremos.
Se dieron media vuelta para marcharse.
—¡Espera, Jake! —grité detrás de él—. ¡No lo hagas, por favor!
El interpelado se detuvo y se dio la vuelta para sonreírme mientras Quil y Embry se encaminaban hacia la puerta con impaciencia.
—No seas ridicula, Bella. Acabas de hacerme un regalo mucho mejor que el mío.
—No puedo estar más de acuerdo contigo, cachorro, —Emmett rio. —Es un regalo para todos.
—¡No! —chillé de nuevo.
El sonido de una guitarra eléctrica ahogó mi grito.
Jacob no me respondió. Se apresuró a alcanzar a sus amigos, que ya se habían marchado. Le vi desaparecer sin poder hacer nada.
—Bueno, ese fue el final del capítulo, —dijo Esme, dándole el libro a Jasper. Entonces se giró hacia Edward y pregunto—, ¿Cuál es el problema, Edward? Has estado bastante callado.
—Realmente no me está gustando este libro, —Edward frunció el ceño—. Si no es una cosa, es otra… y realmente no sé qué parte es peor.
—¿Qué? —Preguntó Emmett—. Quieres decir que hay algo peor que un loco ejército de vampiros detrás de tu novia.
—No, claro que no, —dijo Edward después de un momento. Estaba pellizcando el puente de su nariz—, la seguridad de Bella siempre será lo número uno para mí, pero solo es molesto que cada vez que pienso que podemos deshacernos del lobo, algo como esto tiene que pasar y forzarlo a pegarse alrededor de nuestras vidas. Si esto no pasaba, Bella segaría enojada con él y no le gustaría volver a verlo… —había una mirada en los ojos de Edward que decía que al menos esperaba que eso fuera asó—. Como sea, ahora está obligado de regreso en su vida y eso es solo realmente molesto.
—Tal vez hay una razón para eso, —dijo Carlisle—, y solo no sabemos aún cuál es.

Edward no dijo nada, sin embargo parecía que lo había tomado mal, juzgando por el ceño fruncido que ahora estaba en su cara—. Sigamos leyendo, —dijo Edward, haciéndole señas a Jasper para empezar el siguiente capítulo.



Hola *.*/
Un capitulo más! Me acuerdo que cuando lei este capitulo estaba casi saltando, y cuando llegue a la pagina donde  JAcob propone el trato mi mamá me llamo para que la ayudara con la cena, casi ahorco las papas fritas en ese momento, jajajajja 
En fin... yo tambien me preguntaba como Edward: ¿porque carajos tienen q ligar tanto al chucho a la situacion? Yo creía que iban a estar distanciados por lo del beso, pero no... Bueno, eso es todo por hoy, o quizas corrija un capitulo más.
Millones de gracias a Camila por este capitulo, solo que tuve que corregir el nommbre de Emmett treinta mil veces, porque él siempre habla mucho :P

Capitulo Anterior


5 comentarios:

roCiio dijo...

Habia escrito un comentario que Blogger no ha querido publicar -.- Asique paso solo a pedirte mas ya que el coment del capitulo ya lo he hecho y espero que se publique...

Paulina dijo...

Esperando otro capitulo, gracias

Anónimo dijo...

Hola Cary,

Al igual que tú, yo odio Eclipse. Cuando lo leí fui saltándome varias páginas, sobre todo donde aparecía Jacob...

Por desgracia, tiene sentido que Bella esté tan pegada a Jacob... por la parte de Renesme que está en ella por ahora pero Bella debería pensar un poco más en los sentimientos de su novio y no en los del chucho idiota.

De Charlie mejor no hablo... Perdí totalmente el respeto por este personaje cuando consintió que Jacob forzara a Bella. Menudo poli.. ¿Y si Jacob se hubiera atrevido a forzarla más, qué?¿Una medalla para el piojoso?

Besitos y gracias por los capítulos!

Tonks.

Anónimo dijo...

Es bueno saber que Jasper ahora le es mucho más familiar a Bella y comprende un poco más sus reacciones lo que le hace pensar a Jasper de que al menos no intentará comersela a la primera que se corte las venas jejeje!!!.

Y mientras la fiesta sigue su curso con unos curiosos y exaltados adolescentes por el otro lado de la puerta se están haciendo los planes de batalla y ahora los lobitos se les unen a la batallita, cosa que no es del agrado para todos pero es algo necesario para asegurarse tener un número mayor de contrincantes a su favor y no olvidemos el elementos sorpresa.

SALESIA

Mayra dijo...

xD Cuando se enteren que la razón es Renesmee, esto tendrá mucha más gracia. Jajajajaja, ay, cielos. Seguiré leyendo. ¡Gracias por las traducciones!