Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Eclipse” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.
Traducido por: Camila Cullen Masen
Corregido por: Cary0605
—¿Bella?
La
suave voz de Edward sonó a mis espaldas. Me volví a tiempo de verle subir la
escalera del porche con su habitual fluidez de movimientos. La carrera le alborotó
los cabellos. Me rodeó entre sus brazos de inmediato, tal y como había hecho en
el aparcamiento, y volvió a besarme.
Aquel
beso me asustó. Había demasiada tensión, una enorme desesperación en la forma
en que sus labios aplastaron los míos..., como si temiera que no nos quedara
demasiado tiempo.
No
podía permitirme pensar eso, no si iba a tener que comportarme como una persona
durante las próximas horas. Me aparté de él.
—Estúpida fiesta, —murmuró Edward.
—Es tu beso lo que la tiene
preocupada, —se enojó Alice.
—No, más bien estoy seguro de que es
el ejército de vampiros lo que la tiene preocupada, —se río Edward entre
dientes.
—Vamos
a quitarnos de encima esta estúpida fiesta —farfullé, rehuyendo su mirada.
—Ves… estúpida fiesta, —Edward casi
sonrió con superioridad.
Puso
las manos sobre mis mejillas y esperó hasta que alcé la vista.
—No
voy a dejar que te suceda nada.
—Como si no estuvieras preocupado
Eddy, —dijo Emmett. —Estas probablemente más preocupado que nadie.
Le
toqué los labios con la mano buena.
—Mi
persona no me preocupa demasiado.
—Claro que no, —Edward sonrió,
acompañado con todos los demás en la habitación; era solamente tan Bella.
—¿Por
qué eso no me sorprende? —murmuró para sus adentros. Respiró hondo y esbozó una
leve sonrisa—. ¿Lista para la celebración? —preguntó.
Gemí.
Me
abrió la puerta, teniéndome bien sujeta por la cintura. Entonces, me quedé
petrificada durante un minuto antes de sacudir la cabeza.
—Increíble.
—Alice
es así.
—Claro que lo soy, —dijo Alice,
luciendo emocionada de oír cómo había decorado la casa.
Había
transformado el interior de la casa de los Cullen en un night club, de ese estilo de locales que no sueles encontrar en la
vida real, sólo en la televisión.
—Vamos, tienes que darme más que eso,
—lloriqueó Alice.
—Edward
—llamó Alice desde su posición junto a un altavoz—, necesito tu consejo —señaló
con un gesto la imponente pila de CDs—. ¿Deberíamos poner melodías conocidas y
agradables o educar los paladares de los invitados con la buena música?
—concluyó, señalando otra pila diferente.
—¿Quieres que les guste la fiesta,
—dijo Edward—, o que piensen que solo somos ricos y fanfarrones?
Alice hizo una cara, —Supuse que
tendríamos que usar la música que este de modo en este momento… quiero que esta
fiesta sea un éxito para Bella.
—Si… esa es la razón, —Edward soltó
una risita y Alice le sacó la lengua.
—No
te salgas de la agradable —le recomendó Edward—. «Treinta monjes y un abad no
pueden hacer beber a un asno contra su voluntad».
Alice
asintió con seriedad y comenzó a lanzar los CDs «educativos» en una bolsa. Noté
que se había cambiado y llevaba una camiseta sin mangas cubierta de lentejuelas
y unos pantalones de cuero rojo. Su piel desnuda relucía de un modo extraño
bajo el parpadeo de las intermitentes luces rojas y púrpuras.
—Tal vez no deberías usar esas luces,
—dijo Jasper.
—Me
parece que no voy vestida con la elegancia apropiada para la ocasión.
—Estás
perfecta —discrepó Edward.
—Más
que eso —rectificó Alice.
—¡Alice! —Edward la miró con furia.
—¿Qué? —Alice se encogió de hombros.
—Hey, Enana, ¿no fuiste tú quien le
dio lo que está vistiendo? —Emmett se rio ruidosamente.
—Gracias
—suspiré—. ¿De verdad creéis que va a venir alguien? —Todos podían oír la
esperanza en mi voz. Alice me hizo una cara.
—De la que estoy seguro sería esta, —Emmett
se rio disimuladamente mientras apuntaba a la cara de Alice.
—No
va a faltar nadie —aseguró Edward—. Todos se mueren de ganas por ver el
interior de la misteriosa casa de los huraños Cullen.
—Genial
—protesté.
—Lo es, ¿no? — Alice estaba extasiado
pensando en lucir la fiesta a los demás.
No
había nada en lo que pudiera echar una mano. Albergaba serias dudas de que
alguna vez fuese capaz de hacer las cosas que hacía Alice, ni siquiera cuando
no tuviera necesidad de dormir y me moviera mucho más deprisa.
Edward
se negó a apartarse de mi lado ni un segundo y me llevó consigo cuando fue en
busca de Jasper primero y luego de Carlisle para contarles mi descubrimiento.
Horrorizada, escuché en silencio sus planes para atacar a la tropa de Seattle.
—Realmente no deberían hablar de eso
enfrente de ella, —dijo Esme.
—Lo sé. Estoy seguro de me di cuenta
de que eso la molestaría, —dijo Edward—. Justo como de que estoy seguro de que
no podía dejarla…
—Y no podías evitar hablar de eso tan
pronto como pudieras, —termino Jasper por él—. Estarías demasiado preocupado
para no hacerlo.
Estaba
segura de que la desventaja numérica no complacía a Jasper, pero no habían sido
capaces de hacer cambiar de idea a la familia de Tanya, que no estaba dispuesta
a colaborar. Jasper no intentaba ocultar su angustia del modo en que lo hacía
Edward. Resultaba obvio que no le gustaba jugar con apuestas tan fuertes.
—No, realmente no me gusta, —dijo
Jasper frunciendo el ceño.
—Parece que es capaz de leerte mejor
ahora, —le susurro Alice y él sonrió en respuesta.
No
podría quedarme en la retaguardia esperando a que aparecieran por casa. No lo
haría o me volvería loca.
Sonó
el timbre.
De
pronto, de forma casi delirante, todo fue normal. Una sonrisa perfecta, genuina
y cálida reemplazó la tensión en el rostro de Carlisle. Alice subió el volumen
de la música y luego se acercó bailando hasta la puerta.
—Es hora,— chilló Alice.
El
Suburban había venido cargado con mis amigos, demasiado nerviosos o intimidados
para acudir cada uno por su cuenta. Jessica fue la primera en traspasar la
puerta con Mike pisándole los talones. Los siguieron Tyler, Conner, Austin,
Lee, Samantha y por último incluso Lauren, cuyos ojos críticos relucían de
curiosidad. Todos se mostraban expectantes y luego, cuando entraron en la
enorme estancia engalanada con aquella elegancia delirante, parecieron
abrumados. La habitación no estaba vacía, los Cullen ocupaban su lugar, listos
para escenificar su perfecta representación de una familia humana. Esa noche yo
tenía la sensación de estar actuando un poquito más que ellos.
—Oh, ¿por qué tenía que darse cuenta
de eso hoy? —Se quejó Alice—. No está teniendo una experiencia muy humana.
Acudí
para saludar a Jess y a Mike, con la esperanza de que el tono nervioso de mi
voz pudiera pasar por puro entusiasmo. La campana sonó antes de que pudiera
acercarme a nadie. Dejé entrar a Angela y a Ben y mantuve la puerta abierta al
ver que Eric y Katie acababan de llegar al pie de las escaleras.
No
hubo ninguna otra ocasión para sentir pánico.
—Hm… supongo que la fiesta puedo
haber sido una buena idea, —dijo Edward, luciendo complacido de que no tendría
momento para el pánico.
—Lo que sea, —Alice hizo un puchero.
Tuve
que hablar con todo el mundo y continuar ofreciendo la nota jovial propia de la
anfitriona. Aunque se había presentado como una fiesta ofrecida por Edward,
Alice y yo, era inútil negar que yo me hubiera convertido en el objetivo más
popular de agradecimientos y felicitaciones.
—Significa que la fiesta es un éxito,— Alice estaba convencida de eso.
Quizá
debido a que los Cullen tenían un aspecto extraño bajo las luces festivas
elegidas por Alice. Quizá porque aquella iluminación sumía la estancia en las
sombras y el misterio, y no propiciaba una atmósfera para que las personas
normales se relajaran cuando estaban cerca de alguien como Emmett. En una
ocasión vi cómo Emmett sonreía a Mike por encima de la mesa de la comida. Este
dio un paso atrás, asustado por los centelleos que las luces rojas arrancaban a
los dientes del vampiro.
—Bien, —Edward le sonrió
a su hermano que ya estaba riendo considerablemente fuerte.
—Eso se llama defender el
honor de mi futura cuñada— Emmett se veía encantado.
Lo
más probable era que Alice hubiera hecho esto a propósito para obligarme a ser
el centro de atención, una posición con la que, en su opinión, yo debería
disfrutar. Ella me obligaba a seguir los usos y costumbres de los hombres para
hacerme sentir humana.
La
fiesta fue un éxito rotundo
—De nada, — Alice estaba feliz y Jasper no paraba de sonreír de solo
sentir la emoción que surgía de su esposa.
a
pesar del estado de tensión nerviosa provocado por la presencia de los Cullen,
aunque tal vez eso sólo añadiera una nota de emoción al ambiente del local. El
ritmo de la música era contagioso; las luces, casi hipnóticas; la comida debía
de estar buena a juzgar por la velocidad con que desaparecía. La estancia
pronto estuvo abarrotada, aunque no hasta el punto de provocar claustrofobia.
Parecía haber acudido la clase entera del último curso al completo, además de
algunos alumnos de cursos inferiores. Los asistentes movían los cuerpos al
ritmo del compás marcado con los pies y todos estaban a punto de ponerse a
bailar.
No
estaba siendo tan terrible como había temido. Seguí el ejemplo de Alice y me
mezclé y charlé con todos, que parecían bastante fáciles de complacer. Estaba
segura de que aquella fiesta era con diferencia la mejor de cuantas se habían
celebrado en Forks desde hacía mucho tiempo.
—Bueno, obviamente, —Alice sonrió con
orgullo.
Alice
casi ronroneaba de placer. Nadie iba a olvidar aquella noche.
—Tenemos dos Alice ronroneantes— Emmett se río.
Di
otra vuelta alrededor de la sala y volví a encontrarme con Jessica, que
balbuceaba de excitación, pero no era preciso prestarle demasiada atención
—Notaste como siempre está diciendo
eso de Jessica, —Emmet se rio entre dientes.
—Eso es bastante grosero de su parte,
—Esme frunció el ceño.
—Créeme, mamá, a Jessica no le
importa, —dijo Edward.
al ser poco probable que ella necesitara de
una respuesta por mi parte. Edward permanecía a mi lado, negándose a apartarse
de mí. Mantenía una mano bien sujeta en mi cintura y de vez en cuando me
acercaba a él, probablemente como reacción a pensamientos que no quería oír.
—¿Quieres que dé más sonrisas amenazantes?— sugirió Emmett.
Por
eso, enseguida me puse en estado de alerta cuando dejó colgar el brazo a un
costado y empezó a separarse de mí.
—¿Por qué? ¿Qué paso? —pregunto
Edward, preocupado.
—No lo sé, pero lo que sea, debe
haber sido malo para ti para realmente dejarla, —dijo Jasper.
—¿Qué puede ser peor de lo que ya
descubrimos? —dijo Edward.
—Lo veremos, —fue todo lo que Jasper
pudo decir.
—Quédate
aquí —me susurró al oído—. Vuelvo ahora.
Cruzó
entre el gentío con gracilidad. Dio la impresión de que no había rozado ninguno
de los cuerpos apretados. Se marchó demasiado deprisa como para darme la
oportunidad de preguntarle por qué se iba. Entorné los ojos y no le perdí de
vista mientras Jessica gritaba con entusiasmo por encima de la música y se
colgaba de mi codo, haciendo caso omiso a mi falta de atención.
Le
observé cuando llegó a la oscura puerta situada junto a la entrada de la
cocina, donde las luces sólo brillaban de forma intermitente. Se inclinó sobre
alguien, cuya identificación resultó imposible por culpa de las cabezas de los
invitados, que me tapaban el campo de visión.
Me
puse de puntillas y estiré el cuello. En ese preciso momento, una luz roja
iluminó su espalda e hizo destellar las lentejuelas de la camisa de Alice,
—Así que, tuviste una visión, —dijo
Edward, luciendo como si estuviera tratando de pensar de que pudo haber sido.
—Aparentemente es verdad, —Alice
frunció el entrecejo.
cuyo
rostro quedó iluminado una fracción de segundo. Fue suficiente.
—Discúlpame
un momento, Jessica —farfullé mientras retiraba su brazo de mi codo.
No
me detuve a esperar su reacción ni a verificar si mi brusquedad le había
molestado. Eludí los cuerpos que se interponían en mi camino y de vez en cuando
propiné algún que otro empujón, pocos, por fortuna,
—Esto se parece a su paseo por
Italia, dando empujones por llegar a Eddy —rio Emmett.
ya
que no había mucha gente bailando. Me apresuré a cruzar la puerta de la cocina.
Edward
se había ido, pero Alice seguía allí, inmóvil en la penumbra, con el rostro
desconcertado y la mirada ausente propios de quien acaba de presenciar un
terrible accidente. Se sujetaba al marco de la puerta con una de sus manos,
como si necesitara ese apoyo.
—Demonios, —dijo Emmett y todos se congelaron
en su lugar. Ahora estaba claro que lo que haya sido que Alice vio era
devastador.
La voz de Esme titubeo un poco cuando
empezó a leer otra vez.
—¿Qué
pasa, Alice? ¿Qué? ¿Qué has visto? —le imploré ensortijando los dedos de las
manos con gesto suplicante.
Ella
no me miró, siguió con los ojos clavados a lo lejos. Seguí la dirección de su
mirada y me percaté de cómo Alice captaba la atención de Edward a través de la
habitación. El rostro de Edward era tan inexpresivo como una piedra. Se volvió
y desapareció en las sombras de debajo de la escalera.
El
timbre sonó en ese momento, cuando habían transcurrido varias horas desde la
última llamada. Alice alzó la vista con expresión perpleja que pronto se
convirtió en una mueca de disgusto.
—Oh, así que el cachorro decidió
venir, —dijo Emmett, sin embargo su voz era un poco demasiado tensa para ser
tomada como su humor normal.
Rosalie siseó, —Bien, ahora ese olor
va a estar en nuestra casa por una semana.
—¿Quién
ha invitado al licántropo?
Le
puse mala cara cuando me agarró.
—Culpable
—admití.
Se
me había pasado por la cabeza la posibilidad de anular la invitación, pero
¿quién iba a pensar que Jacob fuera capaz de aparecer allí, como si tal cosa?
Ni en el más descabellado de los sueños...
—Pienso que la forma en que lo
dejaste solo le dio más razón de venir, —Emmett se rio entre dientes—. El
cachorro tiene que descubrir una manera de luchar por ti de alguna manera, y no
es como si fueras a ir a verlo en cualquier momento pronto, al menos ahora sabe
exactamente dónde vas a estar y que debería estar a salvo por la gente que hay
allí.
Edward le siseo.
—Edward, esto es una cosa buena.
Necesitamos la ayuda de los lobos, —le recordó Carlisle, pero no pareció calmar
mucho a Edward.
—Bueno,
en tal caso, hazte cargo de él. He de hablar con Carlisie.
—¡No,
Alice, aguarda!
Intenté
agarrarla por el brazo, pero ella ya se había marchado y mi mano se cerró en el
vacío.
—¡Maldita
sea! —rezongué.
Adiviné
lo que ocurría. Alice había tenido la visión que había esperado desde hacía
tanto tiempo y, francamente, no me sentía con ánimos para soportar el suspense
mientras atendía la puerta. El timbre volvió a sonar un buen rato. Alguien
mantenía pulsado el botón. Actué con resolución. Di la espalda a la puerta de
la cocina y registré la sala a oscuras con la mirada en busca de Alice.
No
logré ver nada. Comencé a abrirme paso hacia las escaleras.
—¡Hola,
Bella!
La
voz gutural de Jacob resonó en un momento durante el que no sonaba la música.
Muy a mi pesar, alcé los ojos al oír mi nombre.
Puse
cara de pocos amigos.
En
vez de un hombre lobo habían venido tres. Jacob había entrado por su cuenta,
flanqueado por Quil y Embry,
—Bueno, parece como si no se sintiera
tan seguro, —Emmett soltó una risita.
—O ellos no se sentían cómodos con
que él viniera solo, —agrego Jasper.
que
parecían muy tensos mientras miraban a un lado y otro de la estancia como si
estuvieran adentrándose en una cripta embrujada. La mano temblorosa de Embry
todavía sostenía la puerta y tenía la mitad del cuerpo fuera, preparado para
echar a correr.
—Ah, el pequeño lobito está asustado
de nosotros, —Emmett se rio realmente esta vez.
—Está temblando, —dijo Edward,
estrechando sus ojos—. Mejor se controla a si mismo…
—Estoy seguro de que lo hará. No
vamos a hacer nada para provocarlo, —dijo Carlisle tranquilamente.
Jacob
me saludó con la mano. Estaba más calmado que sus compañeros, pero arrugaba la
nariz con gesto de repulsión.
—¿Estás asqueado? —Gruño Rosalie—.
Estúpidos chuchos.
También
le saludé con la mano, pero en señal de despedida. Luego, me volví en busca de
Alice. Me colé por un hueco que había entre las espaldas de Conner y Lauren...
...pero
él apareció de la nada, me puso la mano en el hombro y me llevó hasta las
sombras imperantes en los aledaños de la cocina.
—¡Qué
bienvenida tan cordial! —apuntó.
Agité
mi mano libre y le fulminé con la mirada.
—¿Qué
rayos haces aquí?
—Me
invitaste tú, ¿lo recuerdas?
—Por
si el gancho de derecha fue demasiado sutil para ti, permíteme que te lo
traduzca: era una cancelación de la invitación.
—De hecho creí que hizo su propósito
muy claro, —rio Emmet.
—Sí, pero cuando ha escuchado ese
estúpido chucho, —siseo Rosalie.
—No
tengas tan poco espíritu deportivo. Encima de que te traigo un regalo de
graduación y todo.
Me
crucé de brazos. No me apetecía nada pelearme con Jacob en ese momento. Ardía
en deseos de saber en qué consistía la visión de Alice y qué decían al respecto
Edward y Carlisle. Estiré el cuello para buscarlos con la mirada por un costado
de Jacob.
—Devuélvelo
a la tienda, Jake. Tengo asuntos que atender.
Él
obstaculizó mi línea de visión para requerir mi atención.
—¿No puedes ver que no eres
bienvenido? —siseó Edward.
—No
puedo devolverlo a ninguna tienda porque no lo he comprado. Lo hice con mis
propias manos, y me costó bastante tiempo.
Volví
a echar mi cuerpo a un lado, pero no conseguí ver a ningún miembro de la
familia Cullen. ¿Dónde se habían metido?
—Nos estamos escondiendo del olor a chucho— Dijo Emmett sumamente
convencido.
Escruté
la penumbra una vez más.
—Venga,
vamos, Bella. ¡No hagas como que no estoy aquí!
—No
lo hago —no los veía por ninguna parte—. Mira, Jake, ahora tengo la cabeza en
otra parte...
Puso
la mano debajo de mi barbilla y me obligó a alzar el rostro.
—¿Podría
recabar el privilegio de unos segundos de toda su atención, señorita Swan?
—Pronta a ser Cullen— apunto Emmett.
Me
alejé para evitar el contacto con él.
—No
seas sobón, Jacob —mascullé.
—Disculpa
—contestó de inmediato, mientras alzaba los brazos simulando que se rendía—. Lo
siento de veras, me refiero a lo del otro día. No debí besarte de ese modo.
Estuvo mal. Supongo que me hice falsas ilusiones al pensar que me querías.
Edward giró los ojos. No sabía que
tramaba el perro, pero no le gustaba.
—Falsas
ilusiones... ¡Qué descripción tan certera!
—Sé
amable, ya sabes, al menos podrías aceptar mis disculpas.
—Vale,
disculpas aceptadas, y ahora, si me perdonas un momento…
—Realmente está desesperada por saber que pasa— se río Emmett al ver como
ignoraba al chucho.
—Vale
—repuso entre dientes.
Lo
dijo con una voz tan diferente que dejé de buscar a Alice y estudié su rostro.
Tenía la vista clavada en el suelo para ocultar los ojos. El labio inferior
sobresalía levemente.
—Luciendo patético, sin duda, —siseo Edward—.
Estúpido chucho, siempre manipulándola.
—Supongo
que preferirás estar con tus amigos «de verdad» —dijo con el mismo tono
abatido—. Ya lo pillo.
—¡Eh,
Jake! —me quejé—. Sabes que eso no es justo.
—¿Ah,
no?
—Deberías
saberlo —me incliné hacia delante y alcé la vista en un intento de establecer
contacto visual. Entonces, él levantó los ojos por encima de mi cabeza, para
evitar mi mirada—. ¿Jake?
El
rehusó mirarme.
—Eh,
dijiste que me habías hecho algo, ¿no? —pregunté—. ¿Era pura palabrería? ¿Dónde
está mi regalo?
Mi
intento de simular entusiasmo fue patético, pero funcionó. Puso los ojos en
blanco y me hizo un mohín.
—Estúpida psicología inversa,
—murmuró Edward—. Solo mantente rabiosa con el chucho y hazle irse ya.
—Edward, lo necesitamos para saber
sobre lo que sea que vio Alice, —dijo Jasper—. Sé que probablemente no quieres
ayuda de él en el momento… pero vamos a necesitarlo.
—Estúpido libro, —era todo lo que
Edward tenía que decir al respecto.
Proseguí
con la patética farsa de la petición y mantuve abierta la mano delante de mí:
—Sigo
esperando.
—Bueno
—refunfuñó con sarcasmo, pero metió la mano en el bolsillo trasero de los
vaqueros del que sacó una bolsita de holgada tela multicolor fuertemente atada
con cintas de cuero. La depositó en mi mano.
—Vaya,
qué cucada, Jake. ¡Gracias!
Suspiró.
—El
regalo está dentro, Bella.
Emmet resopló.
—Bella, —Edward rodó los ojos, pero
no sonrió, viendo que estaba aceptando un regalo del chucho en el momento—.
Nunca me deja darle nada, —añadió, farfullando.
—Le diste algo para su cumpleaños,
—dijo Alice, ignorando el encogimiento de dolor de Edward —, y usas maneras
similares para conseguir que quiera los regalos, si recuerdas.
—Hmph, —fue todo lo que Edward dijo.
—Ah.
Me
enredé con las cintas. Él resopló y me quitó la bolsita para abrirla con un
sencillo tirón de la cinta adecuada. Mantuve la mano extendida, pero él agitó
la bolsa y dejó caer algo plateado en mi mano. Los eslabones de metal
tintinearon levemente.
—No
hice la pulsera —admitió—, sólo el dije.
Sujeto
a uno de los eslabones de plata había un pequeño adorno tallado en madera. Lo
sostuve entre los dedos para examinarlo de cerca. Sorprendía la cantidad de
detalles enrevesados de la figurita, un lobo en miniatura de extremado
realismo, incluso estaba labrado en una madera de tonalidades rojizas que
encajaban con el color de su pelambrera.
—Es
precioso —susurré—. ¿Lo has hecho tú? ¿Cómo?
Él
se encogió de hombros.
—Es
una habilidad que aprendí de Billy... Se le da mejor que a mí.
—Resulta
difícil de creer —murmuré mientras daba vueltas y más vueltas al lobito de
madera entre los dedos.
—¿Te
gusta de verdad?
—¡Sí!
Es increíble, jake.
Jacob
esbozó una sonrisa que al principio fue de felicidad, pero luego la expresión
se llenó de amargura.
—Bueno,
supuse que esto quizás hiciera que te acordaras de mí de vez en cuando. Ya
sabes cómo son estas cosas, ojos que no ven, corazón que no siente.
—Eso será lo más difícil con lo que
él lidiará después…—Esme frunció el ceño—. Va a saber exactamente lo que le
paso a ella.
—Pero él ya dejo claro que no quiere saber
nada de ella una vez que eso pase, —dijo Edward, gruñendo con el pensamiento de
cómo se sentía el chucho sobre eso.
—Y tendremos que dejar este lugar
antes de que pase… no tendrán oportunidad de verse, —agrego Carlisle—. Sin
embargo creo que estás en lo cierto, está relación va a ser más difícil para
ambos después de que ella cambie.
Ignoré
su actitud.
—Ten,
ayúdame a ponérmelo.
Le
ofrecí la muñeca izquierda, dado que el cabestrillo me impedía mover la mano
derecha. Abrochó el cierre con facilidad a pesar de que parecía demasiado
delicado para sus dedazos.
—¿Te
lo pondrás? —preguntó.
—Por
supuesto que sí.
Me
sonrió. Era la sonrisa feliz que tanto me gustaba ver en su cara.
Edward redujo sus ojos, luciendo
enojado y triste.
Le
correspondí con otra, pero mis ojos volvieron por instinto a la habitación y
busqué entre la gente algún indicio de Edward o Alice.
—¿Por
qué estás tan trastornada? —preguntó Jacob.
—No
es nada —le mentí mientras intentaba concentrarme—. Gracias por el regalo, de
veras, me encanta.
—¿Por qué no le está diciendo?
—pregunto Alice, arrugando sus cejas.
—¿Bella?
—frunció el ceño hasta que su sombra le oscureció los ojos—. Está a punto de
pasar algo, ¿a que sí?
—Jake,
yo... No, no es nada.
—No
me mientas, se te da fatal. Deberías decirme de qué se trata. Queremos enterarnos
de este tipo de cosas —dijo, utilizando al fin el plural.
—En realidad tiene razón,— Estuvo de acuerdo Carlisle.
Lo
más probable es que tuviera razón. Los lobos eran parte interesada en lo que
estaba pasando, sólo que yo no estaba segura de qué estaba ocurriendo.
—Te
lo contaré, Jacob, pero déjame averiguar antes qué pasa, ¿vale? Tengo que
hablar con Alice.
Una
chispa de comprensión le iluminó el semblante.
—La
médium ha tenido una visión.
—Sí,
en el momento de aparecer tú.
—¿Es
sobre el chupasangres que entró en tu cuarto? —murmuró, manteniendo el tono de
voz por debajo del soniquete de la música.
—Guarda
relación —admití.
Estuvo
cavilando durante un minuto antes de inclinar la cabeza hacia delante para
estudiar mis facciones.
—Te
estás callando algo que sabes, algo grande.
—La conoce demasiado bien— Alice comento.
¿Qué
sentido tenía mentirle de nuevo? Me conocía demasiado bien.
—Sí.
Jacob
me observó fijamente durante una fracción de segundo y luego se volvió para
atraer la atención de sus hermanos de carnada, que seguían en la entrada,
incómodos y violentos. Se movieron en cuanto se percataron de su expresión y se
abrieron paso con agilidad entre los fiesteros; ellos se movían también con una
flexibilidad propia de bailarines. Flanquearon a Jacob en cuestión de medio
minuto, descollando muy por encima de mí.
—Ahora,
explícate —exigió Jacob.
—La están atacando en grupo ahora, lo
veo, —Emmet rio.
Embry
y Quil miraron de manera alternativa el rostro de mi amigo y el mío, confusos y
precavidos.
—No
sé prácticamente nada, Jake.
Continué
buscando en la sala, pero ahora para que me rescataran. Los licántropos me
arrinconaron en una esquina en el sentido más literal del término.
—Entonces,
cuéntanos lo que sepas.
Los
tres cruzaron los brazos sobre el pecho a la vez. La escena tenía una pizca de
gracia, aunque sobre todo resultaba amenazadora.
Entonces
vi a Alice bajar por las escaleras. Su piel nivea refulgía bajo la luz púrpura.
—¡Alice!
—chillé con alivio.
Ella
me miró en cuanto grité su nombre a pesar de que el chundachunda de los
altavoces tendría que haber ahogado mi voz.
—Como si pudiera, —se burlaron Emmett
y Alice.
—¿No sabe ya que tan buena es nuestra
audición? —Emmett rio.
Moví
el brazo libre con energía y observé su rostro cuando ella se fijó en los tres
hombres lobo que se inclinaban sobre mí. Entornó los ojos.
—Ve a mostrarles quien es el jefe,
Enana, —Emmett soltó una risita.
Sin
embargo, antes de que se produjera esa reacción, la tensión y el miedo
dominaron su rostro. Me mordí el labio mientras se acercaba con sus andares
saltarines.
Jacob,
Quil y Embry se alejaron de ella con expresiones de preocupación. Alice rodeó
mi cintura con el brazo.
Emmett parecía encontrar esto
divertido.
—No los provoques Alice, —dijo
Edward.
—No lo hago, —dijo Alice, sería obvio
si ella estuviera realmente provocándolos.
—He
de hablar contigo —me susurró al oído.
—Esto,
Jake, te veré luego... —farfullé cuando se calmó la situación.
El
alargó su enorme brazo para bloquearnos el paso, apoyando la mano contra la
pared.
—Eh,
no tan deprisa.
—Pero tal vez lo tendré difícil para controlarme
si él me provoca, —Alice entrecerró los ojos.
Alice
alzó la vista para clavarle sus ojos desorbitados de incredulidad.
—¿Disculpa?
—Dinos
qué está pasando —exigió él con un gruñido.
—¿Cuál es su problema? — Jasper estaba furioso.
Jasper
se materializó literalmente de la nada. Alice y yo estábamos contra la pared y
al segundo siguiente Jasper estaba junto a Jacob, en el costado opuesto al del
brazo extendido, con expresión aterradora.
—Oh, querido… esto no luce bien, —se
preocupó Esme, sin embargo no esperaría ninguna otra reacción de Jasper.
Jacob
retiró el brazo con lentitud. Parecía el mejor movimiento posible, partiendo de
la base de que quería conservar ese miembro.
—Ya sabes, no necesito que hagas eso,
—le dijo Alice.
—Lo sé, —Jasper le sonrió.
—Pero estoy contenta de que viniste,
—agrego Alice—. Su cara debe haber sido muy divertida.
—Es necesario cuando estúpidos
chuchos piensan que pueden decirte que hacer, nadie hace eso — Jasper le guiño
un ojo.
—Tenemos
derecho a enterarnos —murmuró Jacob, lanzando una mirada desafiante a Alice.
Jasper
se interpuso entre ellos. Los licántropos se aprestaron a la lucha.
—Eh,
eh —intervine, añadiendo una risilla ligeramente histérica—. Esto es una
fiesta, ¿os acordáis?
Nadie
me hizo el menor caso. Jacob fulminó a Alice con la mirada mientras Jasper
hacía lo propio con Jacob. De pronto, Alice se quedó pensativa.
—Está
bien, Jasper. En realidad, tiene razón.
Jasper
no relajó la posición ni un ápice.
—Lo que nunca habría esperado que
hiciera, —dijo Alice, sacudiendo la cabeza.
Me
embargaba una tensión tan fuerte que estaba convencida de que me iba a estallar
la cabeza de un momento a otro.
—¿Qué
has visto, Alice?
Ella
miró a Jacob durante unos instantes y luego se volvió hacia mí. Era evidente
que había decidido dejar que se enteraran.
—La
decisión está tomada.
—¿Os vais a Seattle?
—No.
—Demonios,
—siseó Edward—, vienen aquí.
—Eso es lo
que estaba pensando, —dijo Jasper, sin embargo no parecía pensar que era una
mala idea.
—Lo sé,
—Edward lo miró con furia—. Crees que sería mejor enfrentarlos aquí… pero aún…
—Estarían
demasiado cerca de Bella, —le dijo Jasper, un poco entretenido.
—Argh, —gimió
Edward.
Sentí
cómo el color huía de mi rostro y noté un retortijón en el estómago.
—Vienen
hacia aquí —aventuré con voz ahogada.
Los
muchachos quileute observaban en silencio, leyendo el involuntario juego de
emociones de nuestros rostros. Se habían quedado clavados donde estaban, pero
aun así no permanecían del todo quietos. Las manos no dejaban de temblarles.
—Si se transforman va a ser el acontecimiento de la noche— se río Emmett.
—Ellos no van a transformarse— Alice rodo los ojos.
—Sí.
—Vienen
a Forks —susurré.
—Sí.
—¿Con
qué fin?
Ella
comprendió mi pregunta y asintió.
—Uno
de ellos lleva tu blusa roja.
Edward gimió, y todos lucían
enojados.
Intenté
tragar saliva.
La
expresión de Jasper era de desaprobación. No le gustaba debatir aquello delante
de los hombres lobo, pero le urgía decir algo.
—No
podemos dejarles llegar tan lejos. No somos bastantes para proteger el pueblo.
—Obviamente no… sería mejor si los
dirigimos a un claro, —dijo Jasper, decepcionado.
—Jazz, solo has estado pensando sobre
esto unos pocos minutos, —Alice le sonrió—, no pensando sobre esto la última
hora o así para determinar la mejor manera de manejar esto.
—Oh, bien, —Jasper le sonrió de
vuelta avergonzadamente.
—Lo
sé —repuso Alice con el rostro súbitamente desolado—, pero no importa dónde les
plantemos cara, porque vamos a seguir siendo pocos, y siempre quedará alguno
que vendrá a registrar el pueblo.
Todos temblaron.
—No se preocupen, —dijo Carlisle—.
Los lobos nos ayudaran.
—¡No!
—murmuré.
El
estruendo de la fiesta sofocó mi grito de rechazo. A nuestro alrededor, mis
amigos, vecinos e insignificantes rivales comían, reían y se movían al ritmo de
la música, ajenos al hecho de que estaban a punto de enfrentarse al peligro, el
terror y quizá la muerte. Por mi causa.
—No es por ti, —dijo Edward, su
mirada era culpable.
—Tampoco es tu culpa, —dijeron
Carlisle y Esme al mismo tiempo.
—Alice,
debo irme, he de alejarme de aquí —le dije articulando para que me leyera los
labios.
—Eso
no sirve de nada. No es como si nos las viéramos con un rastreador. Ellos
seguirían viniendo primero aquí.
—Aún así ella no puede estar aquí
cuando eso ocurra, —dijo Edward.
—En
tal caso, he de salir a su encuentro —si no hubiera tenido la voz tan ronca y
forzada, la frase habría sido un grito—. Quizá se vayan sin hacer daño a nadie
si encuentran lo que vienen a buscar.
—¡NO! —gritó Edward.
—Sabes que nunca la dejaríamos
dejarla hacer eso, —dijo Alice.
—Lo sé, —dijo Edward.
—Ella solo quiere proteger a toda esa
gente, —Esme sonrió tristemente.
—Es una característica admirable,
—Carlisle sonrió de la misma manera—, pero no podemos dejarla herirse más que a
los otros.
—¡Bella!
—protestó Alice.
—Espera
—ordenó Jacob con voz enérgica—. ¿Quién viene?
Alice
le dirigió una mirada gélida.
—Son
de los nuestros. Un montón.
—¿Por
qué?
—Vienen
a por Bella. Es cuanto sabemos.
—¿Os
superan en número? ¿Son demasiados para vosotros? —preguntó.
Jasper
se molestó.
—Contamos
con algunas ventajas, perro. Será una lucha igualada.
—No
—le contradijo Jacob; una media sonrisa, fiera y extraña, se extendió por su
rostro—, no va a ser igualada.
—Así que, el cachorro es el que
propone la idea —dijo Emmett—. Eso tiene sentido.
—¡Excelente!
—exclamó Alice, cuya nueva expresión miré fijamente, paralizada por el pánico.
Su rostro estaba exultante y la desesperación había desaparecido de sus rasgos
perfectos.
Dedicó
a Jacob una ancha sonrisa que él le devolvió.
—Eso debió haber sido raro, —murmuró
Alice.
—Muy
raro— dijo Rosalie.
—No
tendré visiones si intervenís vosotros, por supuesto —comentó, muy pagada de sí
misma—. Es un problema, pero, tal y como están las cosas, lo asumo.
—Argh, —gimió Alice—. Estúpidos
perros. ¿Por qué tienen que ser inmunes a mis visiones?
—Debemos
coordinarnos —dijo Jacob—. No nos va a ser fácil. Éste sigue siendo más un
trabajo para nosotros que para vosotros.
—Yo
no iría tan lejos, pero necesitamos la ayuda, así que no nos vamos a poner
tiquismiquis.
—Espera,
espera, espera —los interrumpí.
Alice
estaba de puntillas y Jacob se inclinaba hacia ella, ambos con los rostros
relucientes de entusiasmo a pesar de tener la nariz arrugada a causa de sus
respectivos olores. Me miraron con impaciencia.
—Déjame adivinar… no le va a gustar
esto. —Edward rodó los ojos.
—Va a estar preocupada sobre los
lobos ahora, —Emmett rio.
—¿Coordinaros?
—repetí entre dientes.
—¿De
veras crees que nos vamos a quedar fuera de esto? —preguntó Jacob.
—¡Estáis
fuera de esto!
—No
es eso lo que piensa vuestra médium.
—Alice,
niégate —insistí—. Los matarán a todos.
—Ja, ella realmente no tiene fe en
sus habilidades en lo absoluto, —rio Emmett—. Pobres lobos.
Jacob,
Quil y Embry se echaron a reír a mandíbula batiente.
—Bella
—contestó Alice con voz suave y apaciguadora—, todos moriremos si actuamos por
separado, juntos...
—...no
habrá problema —Jacob concluyó la frase.
—Que tiernos, ahora terminan la frase del otro, Jasper ten cuidado— Alice
rodo los ojos, pero Jasper lo fulmino con la mirada.
Quil
volvió a reírse y preguntó con entusiasmo.
—¿Cuántos
son?
—¡No!
—grité.
Alice
ni siquiera me miró.
—Su
número varía... Ahora son veintiuno, pero la cifra va a bajar.
—¿Por
qué? —preguntó Jacob con curiosidad.
—Se mataran los unos a los
otros…—empezó a responder Jasper.
—Lo sabemos, —dijo Emmett impaciente.
—Bien, —Jasper se encogió de hombros.
—Es
una larga historia —contestó Alice, mirando de repente a su alrededor—, y éste
no es el lugar adecuado para contarla.
—¿Y
qué tal esta noche, más tarde? —presionó Jacob.
—De
acuerdo —le contestó Jasper—. Si vais a luchar con nosotros, vais a necesitar
algo de instrucción.
Todos
los lobos pusieron cara de contrariedad en cuanto oyeron la segunda parte de la
frase.
—¡No!
—protesté.
—Esto
va a resultar un poco raro —comentó Jasper pensativamente—. Nunca había
sopesado la posibilidad de trabajar en equipo. Ésa debe ser nuestra prioridad.
—Tal vez sea difícil confiar en ellos
también, —Jasper frunció el ceño—. Odio tener que preocuparme de ellos
volviéndose contra nosotros…
—No harán eso, —dijo Carlisle.
—Te creo, —dijo Jasper—. Pero no
estoy seguro de que el Jasper del libro desconfía.
—Me asegurare de convencerte, estoy
seguro, —dijo Edward—. Voy a saber lo que están pensando después de todo.
—Sin
ninguna duda —coincidió Jacob, a quien le entraron las prisas—. Tenemos que
volver a por Sam. ¿A qué hora?
—¿A
partir de qué hora es demasiado tarde para vosotros?
Los
tres quileute pusieron los ojos en blanco.
—¿A
qué hora? —repitió Jacob.
—Parece que a los lobos no le gusta
ser tratados como bebés, —Emmett rio entre dientes.
—aunque son niños— Esme estaba un
poco preocupada con ese hecho.
—¿A
las tres?
—¿Dónde?
—A
quince kilómetros al norte del puesto del guarda forestal de Hoh Forest. Venid
por el oeste y podréis seguir nuestro rastro.
—Sí, sería el mejor lugar para
enfrentar al ejército, —dijo Jasper—. Ya puedo pensar en un buen lugar donde
podemos poner a los lobos donde serán más efectivos.
—Allí
estaremos.
Se
dieron media vuelta para marcharse.
—¡Espera,
Jake! —grité detrás de él—. ¡No lo hagas, por favor!
El
interpelado se detuvo y se dio la vuelta para sonreírme mientras Quil y Embry
se encaminaban hacia la puerta con impaciencia.
—No
seas ridicula, Bella. Acabas de hacerme un regalo mucho mejor que el mío.
—No puedo estar más de acuerdo
contigo, cachorro, —Emmett rio. —Es un regalo para todos.
—¡No!
—chillé de nuevo.
El
sonido de una guitarra eléctrica ahogó mi grito.
Jacob
no me respondió. Se apresuró a alcanzar a sus amigos, que ya se habían
marchado. Le vi desaparecer sin poder hacer nada.
—Bueno, ese fue el final del
capítulo, —dijo Esme, dándole el libro a Jasper. Entonces se giró hacia Edward
y pregunto—, ¿Cuál es el problema, Edward? Has estado bastante callado.
—Realmente no me está gustando este
libro, —Edward frunció el ceño—. Si no es una cosa, es otra… y realmente no sé
qué parte es peor.
—¿Qué? —Preguntó Emmett—. Quieres
decir que hay algo peor que un loco ejército de vampiros detrás de tu novia.
—No, claro que no, —dijo Edward
después de un momento. Estaba pellizcando el puente de su nariz—, la seguridad
de Bella siempre será lo número uno para mí, pero solo es molesto que cada vez
que pienso que podemos deshacernos del lobo, algo como esto tiene que pasar y
forzarlo a pegarse alrededor de nuestras vidas. Si esto no pasaba, Bella
segaría enojada con él y no le gustaría volver a verlo… —había una mirada en
los ojos de Edward que decía que al menos esperaba que eso fuera asó—. Como
sea, ahora está obligado de regreso en su vida y eso es solo realmente molesto.
—Tal vez hay una razón para eso,
—dijo Carlisle—, y solo no sabemos aún cuál es.
Edward no dijo nada, sin embargo
parecía que lo había tomado mal, juzgando por el ceño fruncido que ahora estaba
en su cara—. Sigamos leyendo, —dijo Edward, haciéndole señas a Jasper para
empezar el siguiente capítulo.
Hola *.*/
Un capitulo más! Me acuerdo que cuando lei este capitulo estaba casi saltando, y cuando llegue a la pagina donde JAcob propone el trato mi mamá me llamo para que la ayudara con la cena, casi ahorco las papas fritas en ese momento, jajajajja
En fin... yo tambien me preguntaba como Edward: ¿porque carajos tienen q ligar tanto al chucho a la situacion? Yo creía que iban a estar distanciados por lo del beso, pero no... Bueno, eso es todo por hoy, o quizas corrija un capitulo más.
Millones de gracias a Camila por este capitulo, solo que tuve que corregir el nommbre de Emmett treinta mil veces, porque él siempre habla mucho :P
Capitulo Anterior
5 comentarios:
Habia escrito un comentario que Blogger no ha querido publicar -.- Asique paso solo a pedirte mas ya que el coment del capitulo ya lo he hecho y espero que se publique...
Esperando otro capitulo, gracias
Hola Cary,
Al igual que tú, yo odio Eclipse. Cuando lo leí fui saltándome varias páginas, sobre todo donde aparecía Jacob...
Por desgracia, tiene sentido que Bella esté tan pegada a Jacob... por la parte de Renesme que está en ella por ahora pero Bella debería pensar un poco más en los sentimientos de su novio y no en los del chucho idiota.
De Charlie mejor no hablo... Perdí totalmente el respeto por este personaje cuando consintió que Jacob forzara a Bella. Menudo poli.. ¿Y si Jacob se hubiera atrevido a forzarla más, qué?¿Una medalla para el piojoso?
Besitos y gracias por los capítulos!
Tonks.
Es bueno saber que Jasper ahora le es mucho más familiar a Bella y comprende un poco más sus reacciones lo que le hace pensar a Jasper de que al menos no intentará comersela a la primera que se corte las venas jejeje!!!.
Y mientras la fiesta sigue su curso con unos curiosos y exaltados adolescentes por el otro lado de la puerta se están haciendo los planes de batalla y ahora los lobitos se les unen a la batallita, cosa que no es del agrado para todos pero es algo necesario para asegurarse tener un número mayor de contrincantes a su favor y no olvidemos el elementos sorpresa.
SALESIA
xD Cuando se enteren que la razón es Renesmee, esto tendrá mucha más gracia. Jajajajaja, ay, cielos. Seguiré leyendo. ¡Gracias por las traducciones!
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